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Reportaje:ESCAPADAS

La semana más esperada de Pamplona

Del 6 al 14 de julio, la capital navarra se transforma con los sanfermines

En la habitación 217 del hotel La Perla, en plena plaza del Castillo, Ernest Hemingway escribió largos relatos acerca de lo que él consideraba la fiesta por antonomasia: los sanfermines. El estallido interior de júbilo que les producía a los presentes no dejaba de llamarle la atención. Hasta que él mismo quedó también cautivado. En novelas como Fiesta o en artículos como Las corridas de julio en Pamplona o Un verano sangriento dio fe de ello. Y por su simétrico y correspondido amor por San Fermín se erigió como uno de los mitos de la fiesta. Aún hoy día son muchos los que se acercan a las fiestas siguiéndole y veneran su estatua cercana a la plaza de toros.

El chupinazo

Pamplona es una ciudad que se transforma y que dibuja una enorme sonrisa, derivada del jolgorio de sus transeúntes, cuando las fiestas dan comienzo. Desde que a mediodía del 6 de julio el estruendo de un cohete (el chupinazo) marca el inicio de las fiestas, dos colores inundan la ciudad: el blanco de los vestidos y el rojo del pañuelico de la gente, que en oleadas toman las calles. Han comenzado los sanfermines, y el silencio y la tranquilidad dejan amablemente su sitio al bullicio.

850 metros de carrera

Los muchos actos y tradiciones indican la solera de estas fiestas. Las dianas, con las que los dulzaineros anuncian desde las seis de la mañana el inicio de un nuevo día de fiesta, sorprenden a muchos todavía disfrutando de la noche anterior. Y sirven también para recordar que el verdadero corazón de la fiesta está llegando: el encierro. La adrenalina empieza a brotar. En los 850 metros ascendentes que separan la cuesta de Santo Domingo de los corrales de la plaza de toros se masca la tensión cuando a las ocho los toros inician la carrera. Los mozos más fieles ya se han prevenido cantándole a una pequeña efigie totémica de san Fermín con sus pañuelos al viento en busca de su protección.

La procesión

Ésta es una buena muestra de que en Pamplona no sólo existe devoción por Hemingway. El mayor de los tributos se lo lleva san Fermín, protagonista natural de las fiestas. Para recordarlo está la procesión, que comienza a las diez de la mañana del día 7 y recorre las calles del casco viejo durante varias horas con el santo a hombros rodeado de la gente. La solemnidad del cortejo sólo se interrumpe cuando alguien se atreve a entonar una jota tradicional.

Gigantes y cabezudos

Por la mañana, tras el pertinente desayuno, los parques y plazas se convierten en improvisadas fondas donde la gente busca un hueco para dormir. Es el momento que aprovechan los gigantes y cabezudos para comprobar el estado de la ciudad. Con casi siglo y medio de existencia, esta comparsa es tan emblemática como los encierros, aunque para los foráneos sea difícil de entender. Una muestra de ello es que no sólo les acompañan los niños en su paseo.

Los extranjeros también tienen sus propias tradiciones. Unos leñadores australianos decidieron hace unos años trepar a la fuente de la Navarrería y tirarse desde ahí a la marabunta que se concentraba debajo. Todavía hoy es más que habitual encontrar a gente intentando emularlos. Un acto muy peligroso.

Hasta el año que viene

Con la llegada del atardecer, Pamplona resucita de nuevo. Es la corrida de toros la que marca este punto de inflexión. Las peñas en los tendidos celebran una fiesta paralela a la del coso, con merienda incluida entre el tercer y cuarto toro. Y acabada la corrida, salen en tropelía para invadir las calles con su música y su alegría. Alegría que únicamente encuentra freno, y de qué manera, en el Pobre de mí, en el que tras siete días de agotadora fiesta la ciudad entera grita, como muchas veces lo hizo Hemingway, 'ya falta menos' para el siguiente San Fermín.

La curva de Mercaderes, un giro de 90 grados a la entrada de la calle de la Estafeta, se sitúa aproximadamente a la mitad de los 850 metros que se recorren en cada encierro.
La curva de Mercaderes, un giro de 90 grados a la entrada de la calle de la Estafeta, se sitúa aproximadamente a la mitad de los 850 metros que se recorren en cada encierro.LUIS AZANZA

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

- Población: 250.000 habitantes en Pamplona y sus alrededores. Se estima que cerca de 600.000 visitantes acuden a los sanfermines.

Dormir

- Hotel Blanca de Navarra (948 17 10 10) . Avenida de Pío XII, 43. Pamplona. La doble, 192 euros. - Pensión Santa Cecilia (948 22 22 30). Navarrería, 17. Pamplona. 48 euros. - Hostal Príncipe de Viana (948 24 91 47). Avenida de Zaragoza 4, 2º. Pamplona. La doble, 39 euros. - La oficina de turismo facilita una relación de establecimientos que tienen habitaciones libres, tanto en Pamplona como en los alrededores.

Comer

- Restaurante La Olla (948 22 95 58). Avenida de Roncesvalles, 2. Pamplona. Precio medio, 36 euros. - Restaurante Hartza (948 22 45 68). Juan de Labrit, 19. Pamplona. Precio medio, 36 euros. - Restaurante Casa Otano (948 22 70 36). San Nicolás 5, 1º. Pamplona. Precio medio, 30 euros. - Restaurante La Chistera (948 21 05 12). San Nicolás, 40-42. Pamplona. Unos 24 euros.

De copas

- Bar Fitero (948 22 20 06). Estafeta, 58. Pamplona. Pinchos por el día y copas de noche. Copa, unos 4 euros. - Bar Café Niza (948 22 59 58). Duque de Ahumada, 2. Copa, unos 4 euros.

Corridas

- Plaza de toros (948 26 48 11; www.feriadeltoro.com). La mayoría de las entradas se venden de antemano en abono y sólo alrededor del 10% el día anterior a la corrida en las taquillas de la plaza de toros, a partir de las 20.00. De 16 a 32 euros, en la andanada (parte superior, cubierta).

Más información

- Oficina de Turismo (948 20 65 40). - www.fiestasdesanfermin.com

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