Taboo, nueva personalidad para un local veterano

Las distintas personalidades por las que ha atravesado este local emblemático del barrio de Maravillas pesan aún sobre la nueva denominación, Taboo. Los trabajos de redecoración para adquirir el aspecto de carpa de circo o jaima en mitad del desierto que luce ahora, sacaron algunas de ellas a la luz. Al rascar sus paredes durante las obras, volvieron a salir los viejos y enormes carteles (Louis Armstrong, Hermanos Marx...) de cuando en los ochenta se llamaba El Pub de Malasaña; el rojo de cuando Sabina y sus secuaces lo gestionaron como Elígeme y era la sede, además, de un sello discográfico y un club de defensa de los fumadores; o los dibujos felinos de cuando el clan Sánchez-Gijón lo transformó en La Gata. Quedaban restos también de su época como club de música caribeña con el nombre de Habana y hasta del efímero Swing, de mediados de los noventa. Las telas de la carpa ocultan ahora su pasado, pero no ese espíritu bastardo de sana golfería.

Hasta el pasado diciembre había estado cerrado durante cuatro años, y sirvió como plató de cine. Las riendas las lleva desde entonces Julio Murillo, un fanático del reggae que había llevado antes el Rastatto y el Big Bamboo. De la fusión de esos nombres y de querer expresar algo casi prohibido pero bueno, le salió Taboo. La antigua barra grande se ha desplazado para facilitar la visión cuando hay concierto (un par de veces a la semana). Como club de madrugada, la música pasa de lo étnico a lo electrónico, sin abusar de ninguna de las dos cosas. Ahora están arreglando en el sótano la antigua sala de billar del Elígeme para acoger ahí sus sesiones chill out, de reggae o cualquier otro experimento.

Taboo. San Vicente Ferrer, 23. Horario: todos los días de 22.30 a 6.00. Entrada: gratis excepto días de concierto. Consumiciones: de tres a ocho euros.