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Una antología recupera el humor y la voz de Emilio el Moro

El disco reúne 24 temas del cantante de la España 'cutre' de los sesenta

El nuevo lanzamiento de Tablao, sello flamenco de BMG, es una recopilación de 24 cantes de Emilio el Moro (Emilio Jiménez Gallego; Melilla, 1924-Alcoy, 1987). El cantante de la España cutre de los cincuenta y sesenta convirtió el flamenco y la copla en arte de masas: llenó las gasolineras de casetes (grabó 40 discos) y las fiestas de seguidores apasionados. Su imagen, con el fez marroquí tocándole la cabeza, hizo de él un icono de esos años.

El disco, titulado Antológicamente, Emilio el Moro, ha sido producido por Juan Verdú, se edita con ayuda de la Fundación Autor y es el tercer volumen de la colección Flamenco Pa'tos: una parte de las ventas se destina a las escuelas infantiles de Gomaespuma en Calcuta (India).

Verdú cuenta que Emilio el Moro fue uno de los pocos flamencos que se han subido a las tablas para tratar de divertir y hacer reír al público. 'Las murgas de la Alameda sevillana con Regaera, Escalera, Carabolso...; El Peluso, trianero y cantaor que actuaba ataviado de Charlot; el carnaval gaditano, y Emilio el Moro, de Melilla, pintor de brocha gorda y cantaor aficionado, han sido los mejores ejemplos del humor flamenco'.

El Moro se convirtió en el trovador de la España de la cartilla de racionamiento, en un sultán del humor para aquellos tiempos de miseria y tristeza. Su imagen, con el fez marroquí tocándole la cabeza, hizo de él un icono de esos años terribles: como dejó escrito el cantautor Carlos Cano, 'nos alegró las colas de la leche americana y el cartón del pobre'.

Lo hizo en múltiples giras por los pueblos y actuando en el popularísimo Circo Price, muchas veces parodiando éxitos del momento como Canastos, El relicario, Esperanza, Jamonera pueblerina, Mujeres feas o El emigrante. Él mismo adaptaba las letras a su personaje, y en esa última canción decía: 'Cuando salí de Marruecos / volví la cara riendo / porque pasé la aduana / con mil cajas de mecheros'.

Pero también ejercía de discípulo del maestro de la guitarra flamenca Niño Ricardo, y era muy capaz de cantar flamenco por derecho. 'Se tocaba y se cantaba que daba gloria', dice Verdú. 'Era un cómico genial y un hombre con una sensibilidad, una afinación y un buen gusto muy raros en esa época', añade. En el disco, que reúne gran parte de su repertorio más famoso (incluidos los fandangos), destaca el eco de su voz. Para Verdú, 'El Moro tenía una voz preciosa, marchenera, muy dúctil: se aflautaba y era jonda a la vez. Copiaba a los mejores cantaores, y a muchos los mejoraba. Los fandangos, sobre todo, y sus imitaciones de Antonio Molina eran sensacionales: estuvo a punto de retirarle'.

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