Urge una tercera vía

Asisto como espectador obligado (sólo me dan algún respiro con el fútbol) al fuego cruzado de demagogias y patrioterismos baratos que el Gobierno del llamado Partido Popular está empleando en la batalla mediática que libra estos días con los llamados sindicatos de clase, que a su vez replican con las rancias y manoseadas consignas de siempre, batalla que se irá recrudeciendo en todos los frentes para acabar con el bombardeo de cifras que pondrá fin a la guerra social el próximo día 20.

El dilema que se me plantea ese día, como a tantos trabajadores, tendré que resolverlo eligiendo una vez más el mal menor, pues no existe una tercera vía (como es por ejemplo el voto en blanco en las elecciones generales) para manifestar mi rechazo a lo que me ofrecen los unos y los otros.

Voy a ir a la huelga, aunque mantengo mi postura crítica con unos sindicatos que han dilapidado la herencia recibida del movimiento obrero, conseguida con tanto esfuerzo y sacrificio durante la dictadura y los primeros años de la democracia (de ahí el escaso 10% de afiliación que ellos mismos reconocen), porque de no hacer huelga se me incluiría inexorablemente en el otro grupo, el de los que están de acuerdo con la forma prepotente de hacer política que tiene Aznar, y que dicho sea de paso está dejando en mantillas al tan cacareado rodillo socialista.

No me queda otra opción, mientras que no exista una tercera vía. Por eso se me ocurre proponer al futuro Gobierno de Zapatero que, cuando derogue el decretazo y las nuevas regulaciones para limitar el derecho de huelga con las que nos amenazan, incluya en la nueva regulación la obligación de llevar una especie de registro en cada empresa que permita cuantificar el número de trabajadores que no están de acuerdo con ninguna de las dos opciones que les proponen en la convocatoria de futuras huelgas generales, algo perfectamente factible con las nuevas tecnologías, que facilitaría la fijación de los servicios mínimos, reforzaría el comportamiento democrático de los piquetes informativos, dejaría sin sentido la guerra de cifras, nos daría a más de uno tranquilidad de conciencia y, lo que es más importante, dejaría a cada uno en su sitio.