El día después de la huelga
Nadie duda en los círculos dirigentes del Partido Popular que la iniciativa de poner en marcha la discutida reforma laboral ha sido del vicepresidente económico y ministro de Economía, Rodrigo Rato, y de su equipo más directo, y que, dentro del partido, él acarreará con las consecuencias de esa reforma y de la huelga del próximo día 20, para bien o para mal.
Buena parte de los dirigentes populares, algunos incluso relacionados con el Ministerio de Trabajo, admiten en privado que las medidas han sido inoportunas y que han echado por tierra, por lo menos de momento, la valiosa imagen de paz social que se había logrado en los seis primeros años de Gobierno de José María Aznar. Otros creen que peor sería llegar a las elecciones de 2004 con unas cifras de paro en alza, tal y como pronosticaba Rato si no se adoptaban medidas inmediatas y se controlaban las estadísticas.
Los resultados de la huelga no se verán el día 20 o el 21, sino dentro de unos meses, cuando se aprecie si los cálculos de Rato han sido correctos o no
Según un destacado miembro de la ejecutiva, la decisión se tomó en el último trimestre del año pasado, cuando la economía española se encontraba en el ciclo bajo. Rato explicó que si no se ponía rápidamente en marcha la reforma del seguro de desempleo, no daría tiempo para controlar las cifras del paro cara a las elecciones de 2004. Si queremos llegar a las elecciones pudiendo presentar estadísticas de paro aceptables, aseguró el vicepresidente, hay que cambiar el funcionamiento del subsidio, de forma que impulse a los nuevos parados a aceptar algún tipo de empleo rápidamente.
La reforma se ha puesto en marcha con un rechazo sindical muy superior al calculado, con modales tan extremados por parte del Gobierno que han afectado a la imagen del partido y, sobre todo, en un momento en el que parece que el ciclo económico se suaviza. Los sindicatos y los partidos de izquierdas denunciaron inmediatamente los recortes que suponía la reforma y las trampas en el recuento de parados a las que puede dar lugar. El enfrentamiento alcanzó un punto que llevó a algunos diputados populares a creer que toda la operación podía ser un error. Para ellos, los resultados se verán no el 20 ni el 21 de junio, sino dentro de unos meses. Entonces comprobarán si los cálculos de Rato han sido correctos y si merecía la pena pagar el coste. Si Rato tiene razón y el PP puede presentarse a las elecciones con cifras de desempleo a la baja, se habrá apuntado un buen tanto dentro del partido como posible heredero de Aznar. Pero si no es así, la reforma, la huelga y sus consecuencias supondrán un golpe casi definitivo para sus expectativas de sucesión.
Lenguaje violento de Aznar
El único político para el que la huelga del día 20 no tendrá consecuencias electorales será José María Aznar. Quizá por eso, su lenguaje ha sido especialmente violento y poco conciliador en los días previos, algo que ha resultado muy llamativo en contraposición con el discurso más moderado de otros miembros del Gobierno. Muchos dirigentes del PP creen que, a la vuelta del verano, habrá que buscar alguna forma de recomponer el diálogo social y que ésa ya no será la tarea principal de Aznar, sino del 'equipo de herederos'. A todos ellos -Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy- les interesará buscar algún área de entendimiento, algo que sea atractivo para los sindicatos, y que les permita mejorar la actual imagen de enfrentamiento e intransigencia. Falta por ver si las heridas del 20-J y, sobre todo, los enfrentamientos del día después son tan profundos como para que resulte muy difícil a los sindicatos volver a sentarse para dialogar. La incógnita de cómo recomponer el diálogo social se convierte así en una de las patatas calientes del futuro programa electoral del PP.
La huelga general y la progresiva dureza del enfrentamiento con el PSOE no han hecho que el PP haya perdido de vista uno de sus temas favoritos: la próxima remodelación del Gobierno. Nadie tiene idea de los planes de Aznar, pero todo el mundo está convencido de que hace falta un cambio amplio y que se producirá 'en cualquier momento', de aquí a fin de año. Para algunos, Aznar prefiere realizar los cambios antes de las vacaciones de agosto, para que los nuevos titulares tengan tiempo de preparar los temas antes de los consejos de ministros de septiembre. Para otros, este año será distinto porque se ha colado el debate del estado de la nación a mediados de julio. En cualquier caso, existe curiosidad por comprobar el enfoque del discurso inicial. 'Allí sabremos qué tipo de impulso quiere dar Aznar a estos dos últimos años y si va a frenar un poco las prisas de los últimos tiempos o si, por el contrario, piensan mantener este ritmo', explica un alto cargo del partido. Será, además, su último discurso 'de programa'. El siguiente, a las puertas ya de su marcha, será un discurso de despedida y de lanzamiento del sucesor.
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