_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Zafarrancho de combate

Un cataclismo ha trastocado el planetario del fútbol: la exquisita Francia de Zidane, esa peña de atletas y gourmets, ha vuelto a París abatida por el surmenage; la recia Argentina de Marcelo Bielsa, esa división acorazada en la que los músicos congenian con los artilleros, regresa a Buenos Aires herida por la metralla de los goles y de los gritos; el distinguido Portugal de Figo, Rui Costa y João Pinto, la más brillante promoción de exploradores desde la retirada de Eusebio, ha propagado una epidemia de saudade por las costas del Atlántico. En la nómina de supervivientes, sólo Italia ha logrado cambiar a última hora el guión de la fatalidad: perdió cuando merecía ganar y ganó cuando merecía perder. Casi al mismo tiempo, los anfitriones, Corea y Japón, hicieron valer su apremiante fútbol de hormiguero, y ahí están, soñando con un título mundial como quien sueña con un diploma.

En la nueva jerarquía de favoritos, Inglaterra y Alemania, los flamantes cuartofinalistas, acechan a España, Italia y Brasil emboscados en la sala de televisión. Mientras esperan acontecimientos, unos y otros recurren indistintamente al hechicero, al entrenador y al cálculo infinitesimal para procurarse un poco de lógica y de aliento.

Porque en la primera fase han tenido la ocasión de comprobar que un partido de fútbol es una historia compatible con varios desenlaces. Todo lo que se puede conseguir aplicando la endeble ciencia del juego es una superioridad más o menos amplia en el reparto de ocasiones de gol. Pero sólo eso. Una racha de viento mal traída, un tepe de hierba mal apisonado o un fogonazo en la vertical del graderío transforman un tiro de gol en un tiro al palo. Cada golpe de fortuna es en sí mismo una perturbación en la superficie del juego, una oleada que avanza por la hierba como lo haría por la superficie de un estanque. Cada incidente inspira un nuevo estado de ánimo, de modo que el argumento de los partidos cambia, se altera y termina discurriendo por una impredecible línea ondulada.

Sólo algunos espíritus irreductibles, gentes de tacto blando y cabeza dura, son capaces de sobreponerse al sentimiento de que los resultados parciales, como los finales, son un mero subproducto del azar. Incluso los tipos más cancheros, esos admirables canallas capaces de beberse el sudor del contrario al menor descuido, cruzan los dedos furtivamente para pedir una tregua a los volubles dioses de la competición.

La esperanza de los candidatos y de sus seguidores está depositada, pues, en el residuo de lógica que pueda salvarse, una vez descontados todos los incidentes posibles. Ahora, cuando aguardamos el comienzo del suplicio España-Irlanda, nos aferramos a la baza del talento, aunque algo nos diga que los talentos son tan difíciles de sumar como las llamaradas.

Sin embargo, no importa que nuestras reflexiones conduzcan al escepticismo. Pase lo que pase hoy, mañana le habremos encontrado una explicación.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_