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Reportaje:Mundial 2002 | Octavos de final: Inglaterra-Dinamarca

El adiós de los 'hermanos moratón'

Los daneses Tofting y Gravesen, bautizados así por su dureza, han formado la pareja de medio centros de moda en el torneo

José Sámano

Los dos tienen muy malas pulgas. Stig Tofting, el mayor, de 32 años, tiene diez centímetros menos y un barril de cerveza bajo el ombligo. Su gemelo, Thomas Gravesen, es menos retacón y también se ha pasado la segadora por el cogote. Tofting tiene todo el cuerpo tatuado, está enganchado al piercing y afiliado a la pandilla de los Ángeles del Infierno en Aarhus, su localidad natal en Dinamarca. Gravesen tiene el cuerpo remendado, con un mapa de cicatrices por las veces que los rivales han vengado sus artes de bulldog. Tofting juega en el Bolton y Gravesen, en el Everton. Los ingleses ya les han bautizado: The Bruise Brothers (los hermanos moratones), en rima con el extravagante grupo musical y en consonancia con su inclinación por pellizcar las tibias rivales. En el Mundial, estos dos medios daneses de corte siderúrgico, han sido la pareja de moda, como dos mascotas, hasta que ayer Inglaterra les devolvió a casa.

Tofting está curtido en mil batallas. La vida le ha dado más de un navajazo. Hijo de clase baja, Stig perdió pronto a sus padres, que fallecieron en un accidente. Se crió con su abuela y como Ángel del Infierno, el grupo de moteros radicales que adoran el cuero negro y las pintadas epidérmicas. Necesitado, Tofting trabajó durante un tiempo como conductor de un camión con remolque. Entre carga y descarga jugaba con el AGF local, hasta que subió al primer equipo y se bajó del trailer. Con su juego al límite, su aspecto de hooligan y su aire de mastín, se convirtió en el ídolo, hasta que se peleó con su técnico, Roald Poulsen.

La vida de Tofting ha sido un asalto tras otro. Con la bronca se fue al enemigo de toda la vida, al Odense (1993). En 1994 le reclamó el Hamburgo, tuvo otra gresca y se dio la vuelta al AGF en 1995. En junio del 97 tuvo otro arrebato, cruzó de acera y volvió al Odense... Salió con chispas en diciembre de ese mismo año, de nuevo hacia la Bundesliga, esta vez al Duisburgo, al que ya no pudo soportar en abril de 2000 y resucitó dos meses en el AGF, donde dio un portazo en junio para regresar al Hamburgo... durante ocho meses. Desde el pasado febrero está en el Bolton inglés, donde su técnico, Sam Allardyce, le presentó así en público: 'Hemos fichado una maleta'. Pero en Bolton parece calmado. Tofting, duro, recio y algo pendenciero, está hecho a la medida del fútbol británico: por algo le apodan el cortacésped.

Tofting también tiene sus principios al margen del fútbol. El pasado año quiso abrir un café en su Aarhus natal y las autoridades le denegaron el permiso alegando sus inquietantes conexiones con los Ángeles del Infierno. Para remediarlo el jugador barajó presentarse a las elecciones municipales como independiente. No lo hizo, aunque prueba de su tirón popular, el alcalde perdió los votos y la primera medida de su sucesor fue entregar a Tofting la licencia.

Gravesen, el otro macizo medio centro danés, también es otro tipo de cuidado. No consta que sea un Ángel del Infierno, pero sus compañías hacen temblar igual: el pasado año hizo amistad con Mike Tyson, de gira por Dinamarca para enfrentarse al púgil local Biran Nielsen. A Tyson le conmovió la actitud de Gravesen en un partido ante Islandia clasificatorio para el Mundial y durante su estancia en el país escandinavo se paseó con la camiseta del hoy futbolista del Everton. Mucho menos que su amigo estadounidense, pero a Gravesen también le ha traicionado su temperamento. Sus disputas con los técnicos han sido constantes desde sus inicios en el Vejle danés. Pasó un tiempo en el Hamburgo -fue reconocido como uno de los mejores extranjeros de la Bundesliga- y desde julio de 2000 reside en Liverpool, donde ya se ha enfrentado con el club, al que ha puesto de vuelta y media por su falta de ambición. Ahora su futuro en la Premier está en duda. También porque, dados sus lazos pugilísticos, jamás tira la toalla y sus lesiones han sido habituales. Algunas espeluznantes. Como la que sufrió en agosto de 2001, cuando el jugador del Tottenham Mauricio Taricco le puso una plancha que le mandó al hospital una noche entera para que le cosieran 30 puntos en un pie.

A la vista de su rendimiento en el Mundial está claro que donde más a gusto se encuentran estos inconfundibles centrocampistas es con Dinamarca, donde han cumplido con su papel de hermanos moratones. O Dalton, como se prefiera.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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