_
_
_
_
_

Última convocatoria

Los inmigrantes, tras el sobresalto de la intervención policial en el campus, se refugian en la oración y el fútbol televisado

Llegaron a primera hora de la mañana del lunes en pequeños grupos. Venían de Huelva, donde su situación era desesperada porque la falta de trabajo en la campaña de la fresa les había llevado a la indigencia. Unos 400 inmigrantes, en su mayoría argelinos, marroquíes y mauritanos, iniciaron un encierro para presionar al Gobierno para que les regularice. Éste es el relato de lo que ha ocurrido en el campus en los últimos días. EL PAÍS ha pasado 24 horas continuadas en el encierro desde el martes 11.

- Miércoles 12. La irrupción de la policía en el campus para detener a un argelino junto a los pabellones que ocupan provoca miedo entre los inmigrantes. Abderraman Karachi, uno de los portavoces, prohíbe a todos que salgan del pabellón semicubierto, donde comen y cocinan. El calor es asfixiante y se acentúa por momentos. En torno a las 12.30 llega la primera televisión. Los encerrados se arremolinan para ver un rato del partido entre España y Suráfrica. La diversión dura poco, porque un grupo se queja de que allí están para realizar un encierro y no para ver la tele. Es hora de preparar el rancho y mientras unos cocinan, otros se asean y preparan para comer. A las tres, de repente, se produce un efecto llamada en el televisor. El motivo: un primer plano del ministro del Interior, Mariano Rajoy, abre el telediario. Esperan noticias sobre si está sirviendo de algo su protesta, pero las noticias no llegan. Antes de las cuatro, dos operarios colocan la segunda televisión, más cerca de la entrada, donde el calor es más llevadero. Sintonizan Antena 3 y Ana Rosa Quintana les ameniza la tarde. Pocos estudiantes se acercan hasta los pabellones. Se multiplican los medios, algunos extranjeros. Es hora de oración. A la salida del campus un policía para los vehículos.

Siempre hay alguno despierto, como si hiciera guardia en espera de lo peor
Se arremolinan ante el televisor al ver al ministro Rajoy en el telediario de TVE

- Jueves 13. La madrugada empieza con temor. Uno de los organizadores del encierro, Decio Machado, no deja de hablar por su teléfono móvil con cara de preocupación. Asegura que le han soplado que la policía desalojará esa misma madrugada. La mayoría permanece ajena a estos temores y se entretiene con la repetición partido entre España y Suráfrica. Se acerca la medianoche y los visitantes abandonan el campus. El abogado Juan Carrique asegura que la policía ha dejado en libertad a los 'dos' detenidos en el campus. Nadie parece darle demasiada importancia a la incongruencia de Carrique, que hasta ese momento había hablado de un solo detenido. La policía dice que nadie ha salido de sus calabozos. Empiezan a formarse corrillos, unos con cara de pocos amigos (los que se temen el desalojo) y otros rodeados de risotadas y bromas. Poco después de la una, un diputado de Izquierda Unida se presenta en el encierro y les asegura que no habrá desalojo. Ya hay risotadas en todos los corrillos. Poco a poco, cada uno se busca la vida para intentar dormir. Sólo quedan en pie media docena de jóvenes, absortos mirando las películas pornográficas baratas que pasan algunas televisiones locales. Sobre las cinco y media de la mañana, un par de guardas de seguridad se acerca a ellos y comparten unos cigarrillos. Uno de los guardas es un inmigrante marroquí. El amanecer trae la intensificación en los controles de los accesos y se provoca un gran atasco. Dentro del campus las cosas están más relajadas. En la cafetería son tratados con cortesía por los camareros que, pese a que algunos no hablan español, saben que el bocata no puede ser de lomo, 'por eso de su religión ¿no? Se lo llevan de tortilla'. Rajbaj, un estudiante argelino de Económicas de 26 años que lleva 18 meses en España se interesa por la opinión que despierta su protesta. Las teles ya son cuatro. Llegan las ambulancias de Cruz Roja, que empiezan a tratar heridas, alergias, picaduras de insectos y problemas intestinales. Antes de la hora del rezo llegan noticias: la rectora, Rosario Valpuesta, ratifica que no pedirá el desalojo. La tarde discurre tranquila. Sólo alrededor de la ambulancia, hay inquietud. Karim Kabbali, que se rompió un dedo del pie el martes en la ducha, iba a ser trasladado al hospital. Hora y media después, a la salida del centro, fue detenido.

- Viernes 14. Entra la madrugada y el fútbol (Brasil-Costa Rica) absorbe la atención de un reducido grupo, mientras que la mayoría intenta conciliar el sueño. Los mosquitos invaden el campus. A lo largo de la madrugada siempre hay alguno despierto, como si hiciera guardia en espera de lo peor. A partir de las 7.30 empiezan a llegar funcionarios, profesores, estudiantes y a desperezarse los inmigrantes. La mayoría enfila los sanitarios y saludan con dos palabras que se saben de carrerilla y que pronuncian con mejor o peor fortuna: 'Buenos días'. Que así sean. No es fácil acceder al recinto. Los agentes antidisturbios hacen minuciosos controles de los vehículos y autobuses. Ni siquiera el coche oficial de la rectora se libra esta mañana. El chófer tiene mostrar el maletero, como si hubiera riesgo de que viajara algún inmigrante escondido. Los encerrados reciben las visitas del coordinador andaluz de IU, Diego Valderas, y del europarlamentario José María Mendiluce. Surgen discrepancias entre los inmigrantes sobre qué contar a la prensa. Rabah cree que las historias personales ocultan la reivindicación colectiva de lograr papeles para todos. Casi, casi un imposible.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Información elaborada por Sergio Mellado, Daniel Gil, Santiago F. Fuertes, Reyes Rincón, Luis Barbero y Tereixa Constenla.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_