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Crónica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Quién nos protege de las malas corridas?

Habría que saber quién nos protege de las corridas malas. Porque cuando los toros son un espectáculo pobre, tristón, sin fundamento, o sea, sin toros, es para temblar, pues el hastío llega a cumbres tan imposibles, que para sacar a relucir algún momento de interés, un atisbo de arte, hay que perder la memoria, o ser un irredento propagandista a sueldo de cualquier partido político, club deportivo o artista de cualquier otra especie.

La ganadería elegida resultó infumable, intragable, sin clase, ni fuerzas, ni casta. Una birria impropia de una corrida de toros, no ya como la de la Beneficencia, que algunos cuentan es la más importante del año, sino de cualquier plaza, en cualquier coso del universo. Un cero a quien la seleccionó, otro a quien la contrató y uno más gordo a quien se puso delante. Se viene con toros o a torear de salón. Así no se engañan ni a sí mismos.

Núñez / Caballero, Tomás, Morante

Toros de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentados, tirando a terciados, muy flojos, sosos, de poca casta y peor juego; 4º, devuelto por inválido; sobrero de María Lourdes Martín, mansurrón y rajado.

Manuel Caballero: estocada desprendida y trasera (silencio); cuatro pinchazos, estocada delantera y descabello (silencio). José Tomás: cuatro pinchazos, estocada tendida y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada trasera (silencio). Morante de la Puebla: cuatro pinchazos, se echa el toro y el apuntillado (silencio); dos pinchazos y estocada casi entera (silencio).

Asistió el Rey.

Plaza de las Ventas, 13 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno.

Manuel Caballero estuvo pulcro, técnico, aseado en su primero. No dijo nada, igual que el toro. Un empate de sosería, grisura, plomo en las alas. A su segundo, un sobrero mansurrón, no quiso ni verlo. Estuvo precavido en los muletazos de tanteo, para dimitir al primer amago que el toro hizo de pararse. Se rajaron tanto el toro malo como el torero.

Llegó José Tomás. Murmullos al primer capotazo que dio cuando realizó un quite por chicuelinas, según turno, en el primero de la tarde. Después llegó su oportunidad. Su primero era un inválido sin alma de toro. Qué tristeza de faena inútil. Luego llegó el quinto, que era manso, flojo, rebrincón. Aquí José Tomás se puso voluntarioso, cabezota, muleta en mano, ideas en la luna. Y enseguida se fue a por la espada, no había nada más que hacer. Ni el ridículo.

Morante de la Puebla se enfrentó, es un decir, por contarlo, a otros dos inválidos. En los dos procuró componer la figura. Dibujó en el aire algún muletazo, tal fragmento de lance. En resumidas cuentas, un balance tan pobre como la tarde de autos.

La plaza estaba engalanada para la ocasión. Hecha un brazo de mar. La tarde tibia, el aire callado. Pero luego salió el toro y echó todo a perder. Qué desilusión. Cuánta tristeza. Aunque se programe con toda delicadeza un festejo, si no hay materia prima, queremos decir toro, la película no la arreglan ni en el mítico Hollywood. Pero, en fin, para no ser totalmente derrotistas, añadamos los capotazos con que José Antonio Carretero fijó de salida al sobrero junto al burladero del seis. Algo es algo.

Manuel Caballero, en su primer toro.
Manuel Caballero, en su primer toro.ULY MARTÍN

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