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'Hay razones fundadas para hacer la huelga'

Carlos Amigo, de 68 años, arzobispo de Sevilla, cree justa la huelga del 20-J e injusto hablar

Pregunta. No resisto la tentación de empezar preguntándole cómo se siente un franciscano como usted sentado en uno de los sillones del poder y la gloria de la Iglesia.

Respuesta. Me siento muy a gusto. Porque vivo también pegado al suelo, o al menos lo intento. Es verdad que vivo en un espléndido palacio, pero siempre he tenido mucho cuidado en que las cosas que me rodean no me esclavicen. Me siento profundamente obispo, pero no he tenido que renunciar a los valores franciscanos aunque tengo que hacer todo lo posible para que más allá de este disfraz, que no me he puesto yo, sino que me ha puesto toda la tramoya del mundo y de las cosas y de la historia, no domine nunca a la persona.

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P. ¿Cómo puede ser que la Iglesia católica, su jerarquía, no haya logrado hasta ahora dar una respuesta coherente ante la exigencia de la pobreza evangélica estando, como está, metida hasta el cuello, en la tiranía del dinero?

R. No estoy completamente de acuerdo con esto que dice. La Iglesia es muy grande y está con los pobres. La Iglesia es pobre. No me escandalizo cuando oigo que si un millón de euros que tiene tal diócesis colocado en tal sitio. Pienso que después de hacer un suburbio parroquial o un templo, pues poco les iba a sobrar al final. Lo que hace falta es que todo se haga con enorme transparencia, que no haya nada que ocultar y que si hay errores, si hay capítulos un poco más oscuros, pues uno tiene que tener la humildad necesaria para reconocer que no se ha sabido actuar del todo como Dios manda.

P. La Iglesia es rica y poderosa y la miseria cada vez asoma más, y ustedes no parecen dispuestos a desprenderse de casi nada.

R. No acepto eso que dice. La Iglesia no es rica ni poderosa. La prueba es que, a la hora de poder expresarse y comunicarse, no tiene grandes medios de comunicación, ni un gran poder de influencia, sino que, al contrario, se ve traída y llevada, y golpeada... Y en cuanto a la riqueza, el presupuesto de la diócesis de Sevilla es muy inferior al de un ayuntamiento de tercera. Sería muy útil hacer la lista de ese gran patrimonio inmobiliario que se calcula a la Iglesia y ya veríamos.

P. Veríamos que es incalculable, monseñor... Y que escandaliza, y mucho, que algunos sectores de la jerarquía especulen, invierten en paraísos fiscales. Casos como Gescartera o el de las inversiones ocultas en Jersey afectan inevitablemente a la credibilidad de la Iglesia.

R. La credibilidad de la Iglesia no hay que buscarla en los números. Pienso que aunque todas nuestras cuentas bancarias estuvieran en números rojos la credibilidad de la Iglesia va a venir de nuestra fidelidad al precepto evangélico del amor. En cuanto al caso de Gescartera, creo que lo que afecta a la credibilidad no es el hecho objetivo, sino cómo se ha presentado. Y en un tema en el que la Iglesia es una víctima, pues se presenta como si la Iglesia fuera el gran defraudador. Y luego se ven las cifras que se manejaron en Gescartera y tampoco es que sea un gran escándalo.

Después está lo de las cuentas de la Diócesis de Bilbao en el paraíso fiscal de Jersey. La verdad es que ha resultado ser un paraíso muy raquítico. Porque lo que se ha sabido es que la diócesis tenía allí el fruto de una herencia y el obispo ha reconocido que fue un error hacerlo. En todo esto lo que importa es que la Iglesia pueda aparecer con claridad en sus actuaciones y que si hemos cometido un error, o nos han engañado, como también ha sucedido, pues hay que decirlo. Además, en el caso de las fundaciones, el dinero no se puede dejar en una caja de cartón bajo una mesa. Eso sería hasta pecado.

P. No creo que sea tan fácil de explicar a la gente sencilla que cree en la Iglesia por qué su jerarquía invierte en chiringuitos financieros.

R. El escándalo que pueda provocar la Iglesia con casos como Gescartera sólo está en la mente de la gente complicada. La gente de la calle que conoce las parroquias, que conoce lo que hacemos, no está escandalizada. Si la Iglesia invierte es su obligación, porque es una injusticia que se pudra la riqueza que se va a usar al servicio de los pobres. Le aseguro que a mí me gustaría no tener un duro y tener que ir por las casas pidiendo para comer. Pero si soy el administrador de los bienes de otros tengo que cumplir con mi deber y para eso la Iglesia tiene que usar los mismos medios financieros que todo el mundo.

P. ¿Usted también invertiría con dinero de la Iglesia de Sevilla?

R. Sí. Siempre que sea algo justo y legal, y se acomode a la doctrina social de la Iglesia.

P. Lo que no se entiende, si todo es tan claro y diáfano, son las razones que mueven a la Iglesia a refugiarse en esa resistencia numantina a dar información a los representantes de los ciudadanos.

R. Creo que lo mejor es la claridad, la verdad y reconocer los errores, si los hay. La Iglesia tiene que actuar con luz y taquígrafos y no adoptar actitudes victimistas, reducirlo todo a una persecución deliberada, que es una explicación que nunca satisface a a nadie y sólo se consigue perder credibilidad.

P. La credibilidad de la Iglesia en nuestro país es patente, incluso entre los suyos. Muchos católicos se unen en matrimonio pero usan anticonceptivos, practican una libertad sexual sin barreras, pasan de moralinas y prohibiciones...

R. Yo vivo esa situación, que es real, con preocupación y también con fidelidad a lo que debe ser la actitud de un pastor. Pero estoy convencido de que sólo desde la comprensión se puede ayudar a influir. La Iglesia no debe tirar la toalla ni adoptar actitudes arrogantes. Pero no puede cambiar porque haya cambiado la sociedad, porque nuestro mensaje nunca podrá ser otro que el del evangelio al que, por otra parte, muchas veces no sabemos ser fieles.

P. Pero corren el riesgo de quemarse solos, predicando para convencidos en el desierto.

R. Lo único que debe preocuparle a la Iglesia no es quedarse sola, sino quedarse sin Jesucristo, y si, bueno, si la gente no nos escucha, pues haremos como hacía san Antonio, predicar a los peces.

P. Lo que les hace perder credibilidad es que sean poco misericordiosos con las debilidades del mundo moderno y tanto con los suyos, como con los sacerdotes pederastas norteamericanos, por ejemplo.

R. Ya quisieran otras instituciones actuar con la transparencia con la que ha actuado la Iglesia.

P. Pero después de muchos años. Porque no han podido parar el escándalo, ni siquiera pagando el silencio con mucho dinero.

R. La Iglesia ha pagado mucho dinero para evitar un escándalo y un daño terrible, pero se están haciendo muchas acusaciones falsas y se han hecho campañas mal intencionadas. Pero eso no quiere decir que se quiera ocultar el problema; la prueba es que ha sido el Papa quien ha intervenido en un problema que es grave y que se ha afrontado con valentía. Pero la Iglesia es misericordiosa con todos.

P. Incluso con los sacerdotes que hayan violado a un menor 'sólo' una vez.

R. Es que una cosa es un traspié, una persona que ha tenido un mal momento y que en su vida sea ese hecho, tan reprobable, una cosa pasada, y otra cosa es una trayectoria continuada, que está penado en todos los códigos del mundo, y con lo que la Iglesia va a ser implacable.

P. Menos mal que a la Iglesia española no le han estallado esos escándalos, que ya le basta con el conflicto entre los obispos vascos y el Gobierno, por ejemplo.

R. El fondo de este conflicto es que no nos hemos acostumbrado a lo que significa la separación entre Iglesia y Estado. Cuando la Iglesia ha hablado, en este caso la vasca, uno puede estar más o menos de acuerdo, pero hay que aceptar que los obispos pueden hablar de una manera y el Gobierno de otra. Acuérdese cuando el pacto antiterrorista PP-PSOE lo que llegaron a decir porque no queríamos tomar partido. Ahora el Gobierno dice que tenemos que meternos en la sacristía. Debemos acostumbrarnos al comportamiento de una Iglesia libre en un país libre. Es difícil, pero debemos de ser capaces de discutir sin que eso justifique el insulto o la agresión.

P. ¿Pero quién se equivoca más: la Iglesia vasca, pronunciándose contra la ilegalización de Batasuna, o el Gobierno, exigiendo apoyo a la Conferencia Episcopal?

R. No lo sé. Lo que está claro es que la Iglesia vasca tiene la obligación moral de decir lo que piensa sobre los problemas que afectan a los cuidadanos, aunque en alguna frase podrían haber matizado un poco más. Pero dejemos pasar el tiempo. No le voy a negar que las declaraciones del presidente del Gobierno no me han gustado nada. Los obispos no nos esperábamos una reacción tan dura del Gobierno, pero ya tuvimos una advertencia cuando nos negamos a firmar el pacto antiterrorista.

P. ¿Quizá hay silencios clamorosos frente a los ruidos rápidos y contundentes que esperaba el Gobierno?

R. El silencio del Vaticano va a ser la medida de todas las cosas frente a unos hechos que se han desbordado incomprensiblemente. Uno no entiende que cuando se van a producir hechos tan importantes como la cumbre de Sevilla, la huelga de los trabajadores por el documento de empleo o el problema gravísimo de la inmigración se provoquen conflictos innecesarios con la Iglesia. Estoy seguro de que los obispos vascos no han actuado con un sentido partidario, sino con un sentido de responsabilidad moral.

P. Lo que está claro es que Batasuna va a rentabilizar el victimismo de la ilegalización y la bendición de la Iglesia, ¿no le parece?

R. La Iglesia no los ha bendecido, eso son interpretaciones interesadas. Como lo es ver algo oscuro en que los obispos vascos hablen con Arzalluz o Batasuna, porque si podemos sacar al fin y al cabo la paz, pues ¡bendito sea!

P. Estoy pensando si lo que ha provocado la irritación de Aznar con la Iglesia vasca y la Conferencia Episcopal es que se sienta muy mal pagado, después de que les ha regalado esa forma de confesionalidad encubierta que significa la enseñanza de religión.

R. El Estado sólo ha cumplido con su deber. La asignatura de religión no es un privilegio que ha dado a la Iglesia, sino un derecho reconocido a los ciudadanos, porque los católicos, por muy católicos que sean, no dejan de ser ciudadanos igual que hay ciudadanos musulmanes, judíos o protestantes.

P. En cualquier caso los privilegios de que goza la Iglesia en España son innegables. ¿No serían ustedes verdaderamente libres a la hora de hablar si no se empeñaran en hacerlo compatible con la dependencia económica del Estado?

R. La verdad es que la aportación que hace el Gobierno a la Iglesia, a los ciudadanos, es una... iba a decir que una tacañería. Porque mira uno el número de católicos que hay en España y lo que le llega y no es para poder hacer muchas cosas. La Constitución garantiza la libertad de culto, pero la libertad sin medios para ejercitarla es papel mojado. En cualquier caso esa dependencia económica es mínima.

P. ¿No teme que algunos católicos les vayan a penalizar como protesta ante los escándalos económicos y la actitud de la Iglesia vasca?

R. Sí. Tememos que haya una bajada de la ayuda a la Iglesia en el IRPF, porque se han producido algunas cosas que van a producir reacciones inevitables. Esperemos que no sea algo importante.

P. Usted es un buen conocedor del mundo musulmán. Pero no sé si piensa, como mucha gente en este país, que la inmigración magrebí supone un peligro y que hay que endurecer la Ley de Extranjería.

R. La inmigración no supone un peligro sino una ayuda. Lo malo es que cuando se habla del peligro que suponen para nosotros los inmigrantes magrebíes que logran llegar casi muertos en pateras, nunca oigo hablar del peligro que suponen esos otros musulmanes que viven en la opulencia en la Costa del Sol, porque ésos deben ser una bendición. En cuanto a la Ley de Extranjería, se hizo con muchas presiones y hay que mejorarla, pero no para endurecerla, sino para que sea eficaz y no implique echar toda la carga del problema sobre los más débiles. El Gobierno debe evitar que la inmigración sea una cantera de mano de obra barata.

P. Hay otros trabajadores baratos que están más cerca, los del campo andaluz que andan ahora echando las cuentas de cómo se las van a arreglar sin el PER.

R. Una cosa es el seguro de desempleo y otra el PER, que, indiscutiblemente, ha sido un elemento de desarollo que ha venido a paliar un poco la tremenda desigualdad entre el norte y el sur del país. Ahora se oyen acusaciones, desde mi punto de vista injustas, sobre el fraude que cometen los trabajadores, cuando a lo mejor el fraude hay que buscarlo en otros sectores. Lo que le puedo asegurar es que pese a las garantías que da el Gobierno, en Andalucía hay mucha preocupacion ante la reforma.

P. ¿Usted cree que está justificada la huelga del próximo día 20?

R. Esa sombra de sospecha que se está echando sobre los trabajadores como responsables del fraude es absolutamente injusta, porque no es cierto sino en un porcentaje muy reducido. La huelga es un derecho democrático y como tal debe respetarse. Ya sé que una huelga general tiene un componente político de desgaste del Gobierno, pero, por la información que tenemos a través de los sindicatos, hay razones fundadas para hacerla. Yo no veo que esta huelga sea injusta.

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