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Reportaje:TENDENCIAS

Lo más pequeño sabe más

La mayor cosa que ahora va a suceder es la cosa más pequeña que nunca se haya visto. Se trata de la nanotecnología. Hasta hace poco se trataba de casi ciencia-ficción, pero ahora es una inversión que recuerda las pasiones que despertó Internet a comienzos de los noventa. Compañías como IBM, Lucent Technologies, Samsung, Siemens o Hewlett-Packard están dedicando miles de millones de euros a la investigación. Un estudio de CMP Científica del que informaba la revista Business Week en abril confirmaba que en 2001 los Gobiernos de todo el mundo gastaron unos 1.200 millones de dólares, y otros 2.000 millones de dólares las empresas privadas. Empresas cuya dedicación comprende desde los seguros hasta la medicina, desde las químicas como Dow Chemical o Du Pont y las petroleras como Texaco hasta las audiovisuales como NEC, de automoción y eléctricas como Mitsubishi, de comunicación como Motorola, etcétera.

La nanotecnología molecular da la posibilidad de desmembrar las cosas átomo por átomo para luego transportarlas a velocidades cercanas a la de la luz y reconstruirlas en otra parte
Si aprendiéramos a diseñar la distribución atómica podríamos establecer un inimaginado control sobre la materia que nos rodea o sobre nuestros propios cuerpos

La nanotecnología, que alude a la investigación y producción de microartefactos, recibe su nombre de nano, una medida de longitud tan ínfima como la milmillonésima parte de un metro y tan sutil como para relacionarse con el mundo diminuto de los átomos. Este mundo de lo más mínimo, en acusado aumento, se relaciona hoy con la aspiración de la economía invisible, las producciones intangibles, el consumo de la experiencia intáctil. La nanotecnología sigue la nueva evolución de la tecnología y de la ciencia y se abraza a la nueva condición irreal de las cosas.

Hay dos modos de llegar a la nanotecnología: el camino que se conoce como top down, o de arriba abajo (tratando de achicar cada vez más los componentes ya miniaturizados), y el bottom up, o de abajo arriba (construyendo dispositivos a partir de las moléculas y los átomos). La barrera entre ambos itinerarios termina cruzándose porque lo que se juega al nivel de ese universo es ya un cruce entre la máquina celular y el virus, entre el mundo de la inteligencia artificial más refinada y la inteligencia natural más simple.

Siguiendo el camino de la imaginación que puso en marcha K. Eric Drexel a comienzos de los años ochenta, la nanotecnología se propondría el control posicional de la estructura atómica de los materiales. Lo que supone que su fin último es ensamblar una nanomáquina molecular con capacidad para recombinar los átomos individuales y llegar a construir una estructura molecular nueva y estable. En otras palabras: se trataría, por ejemplo, de llegar a ser capaz de cambiar unos objetos en otros o crear objetos nuevos a partir de elementos atómicos. Drexel decía: 'Puestos de una manera, los átomos componen aire, tierra, agua. Con otro diseño, los átomos formarían unas fabulosas fresas frescas'.

Según se lee en un sitio de Internet (iespana.es/gaiaxxi/nanotecnologia-quees.htm), aprendiendo a diseñar la distribución atómica podremos establecer un inimaginado control sobre la materia que nos rodea. O sobre nuestros cuerpos. Por ejemplo, podríamos darle un giro inverso al envejecimiento colocando los átomos de forma inversa, y lograr así otra vez la juventud.

¿Podríamos? La respuesta es que la nanotecnología molecular da la posibilidad de desmembrar las moléculas, átomo por átomo, para luego transportarlas a velocidades cercanas a la luz y construir la misma molécula, pero en otra parte. Incluyendo las moléculas humanas. No pregunten cómo se hace. Con una ambición menor, B. Crandall, reconocido especialista, hablaba en 1996 (Nanotechnology: molecular speculations on global abundance) de la posibilidad de fabricar tejidos que pudieran adaptarse en forma, color y textura según nuestras órdenes, o que automáticamente se acomodaran a las circunstancias de humedad, temperatura o luminosidad del ambiente. Hay tejidos que se reparan por sí solos, vestidos que cambian de estilo, cosméticos que se avienen con las necesidades variantes de la piel y el clima. Casi cualquier cosa que haga pensar en respuestas de seres vivos a nuestro servicio se relaciona con la nanotecnología.

Misiones diversas

Y esto sin mencionar la providencia de las nanomáquinas programables para cumplir misiones tan diferentes como hacer desaparecer por completo los residuos de las ciudades o de liberar los cuerpos de virus, bacterias, invasiones cancerosas, mutaciones celulares. En torno a la tecnología ha crecido tal fe que algunos han comenzado a confundir sus promesas con las bendiciones. Pero no se trata, en absoluto, de una fe, extravagancias aparte. Una importante cantidad de artículos incluyen ya productos químicos con partículas microscópicas; Samsumg Electronics, Motorola y otros gigantes electrónicos están trabajando en pantallas superplanas o en nanotubos que podrían estar listos para las próximas navidades o poco después. Puesto que los nanotubos (rollos de hojas de carbono) son además los mayores conductores imaginables, podrían utilizarse en la industria de automoción para cargar la batería de los coches eléctricos gracias a la energía calorífica que desprendieran los frenos.

Se llegaría así, gradualmente, a no desperdiciar nada. O también que incluso, tomando como materia prima los átomos del polvo, nada costara absolutamente nada. Todo sería elaboración, y, siempre, con partículas prácticamente. El mundo así irá creando un doble espectral, un segundo mundo extraído desde su intimidad, y con la particularidad de que nunca nos habrá sido menos comprensible.

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