Franco contra España
Varios titulares de diarios coincidieron, el lunes pasado, a la hora de resumir, en cuatro palabras, la tranquilizadora victoria de España sobre Eslovenia. Y el titular casi unánime de los periódicos, que las cenizas de don Julio Caro Baroja, el autor de Las brujas y su mundo, habrán leído con alivio, decía: 'España rompió el maleficio'. ¡Por fin era verdad! Como sabemos todos los españoles dignos de este nombre y que, en consecuencia, el 28 de marzo, fecha del nacimiento de nuestra ganadera abulense más célebre y autora de Las Moradas (un título, ay, premonitorio para el cruel destino de nuestra selección), soñamos siempre ese día con su brazo de santa incorrupta, España llevaba 52 años sin ganar en el primer partido de un Mundial y, sí, el gol de Raúl abrió la soporífera lata del maleficio.
Pero el pacto de silencio sobre el pasado que los partidos se impusieron en la transición ha llevado a los medios a camuflar las causas de esta pertinaz sequía en el comienzo de los Mundiales. El primer culpable de este maleficio fue -¿podía ser otro?-, Francisco Franco, el gran propulsor de la familia numerosa para los demás, pero que, ay, nunca predicó con el ejemplo: sólo tuvo una hija, Carmen Franco Polo, quien, por cierto, le deparó, el año de su boda, una suerte inmensa a nuestra selección. Carmen Franco se casó en la capilla del palacio de El Pardo, el 10 de abril de 1950, con el doctor Cristóbal Martínez Bordiu, que vestía uniforme de caballero del Santo Sepulcro. Durante la boda, a la que asistieron las más altas personalidades de la política, la cultura, las artes y el deporte, se brindó por el éxito de nuestra selección en el Mundial de Brasil. Y ahí están los resultados de aquel brindis para nuestro fútbol. Ramallets, Puchades, Basora, Zarra y Gaínza nos llevaron a las semifinales. Una bailaora gitana vaticinó, en la juerga del banquete, que, siempre que un hijo de Franco -aunque sólo fuera adoptivo- brindara en su boda por nuestra selección, el éxito en el Mundial estaba garantizado. Alberto Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, tras comprobar, a los tres meses de la boda, el éxito del brindis, intentó convencer a Franco, en septiembre de 1950, para que, dado que el Caudillo ya no tenía más hijos que pudieran casarse, adoptara 15 niños marroquíes (la guardia mora había rodeado la capilla durante la ceremonia nupcial) que nos garantizaran triunfos en los Mundiales durante 60 años, o sea, hasta el año 2010. Pero Franco, aunque, ya para esas fechas, tenía amasada una gran fortuna, se negó aduciendo falta de recursos. Salvador de Madariaga cuenta en su artículo Franco no quiso sacrificarse que el Caudillo le dijo, furioso, textualmente a Martín Artajo: '¡Copón bendito, yo no adopto un solo niño ni aunque eso nos garantice ganar las 200 próximas Copas del Mundo!'. Y Franco dio un portazo tan violento que hasta dejó de roncar y se despertó el Cristo de un cuadro flamenco que amenizaba, con su respiración, aquella sala de reuniones. Como ya vaticinó entonces la sabia gitana de Écija, hoy, España, 2 - Paraguay, 0.
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