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Jan Fabre y Mal Pelo triunfan en el 33º Festival de Teatro de Sitges

La creación contemporánea centra la edición

El Festival de Teatro de Sitges apuesta, en su 33ª edición, por la creación contemporánea, y lo hace desde diferentes frentes: la creación internacional, la creación nacional consolidada y la local emergente. Lo hace, además, desde la hibridación de géneros y con voluntad de riesgo, lo que no excluye, por tanto, la posibilidad del desacierto y la polémica. De hecho, en los montajes presentados desde el inicio, el viernes, ha habido clara unanimidad sólo en dos ocasiones: frente al sobrecogedor My movements are alone like streetdogs, del coreógrafo y artista plástico flamenco Jan Fabre, y frente al espléndido Atrás los ojos, de los catalanes de Mal Pelo.

El festival continúa hasta el domingo. Interesante ha sido conocer el trabajo videoteatral de los ingleses Station House Opera y el de un colectivo emergente reunido en torno al espectáculo Niederungen, que crea un trabajo fuertemente visual en el que se conjuga el teatro, la danza y el teatro de objetos.

El espectáculo inaugural, Atrás los ojos, de Mal Pelo, resultó ser una perla escénica de rara belleza. Un espectáculo en el que María Muñoz hace una clara demostración de su madurez como bailarina y creadora. Atrás los ojos no es, exactamente, un espectáculo de danza contemporánea. Incluye textos -de John Berger y propios-, entre filosóficos y poéticos, que hablan sobre el hombre en su relación con los animales, y también el pase de vídeos, uno de ellos bellísimo, en el que una manada de hienas acosa a un pequeño rinoceronte que es defendido por su madre. Con estos ingredientes, María Muñoz, dirigida por Pep Ramis y acompañada por el músico Steve Noble, ha construido un solo breve, pero de enorme intensidad poética.

En sólo 50 minutos, y con un espectáculo compuesto por una bailarina islandesa, tres perros disecados, otro vivo y una docena de paquetes de mantequilla, Jan Fabre confirmó las expectativas que había levantado su coreografía My movements are alone like streetdogs. La coreografía empieza en la oscuridad, de la que, de pronto, brotan los gritos furiosos, terribles, de la bailarina Erna Omarsdottir, de apariencia contradictoriamente frágil. Gritos como una extensa diatriba lanzada contra el público. Éste es el punto de partida y el eje conceptual sobre el que girará una coreografía de una fisicidad extrema, en la que la espléndida bailarina Erna Omarsdottir agota sus fuerzas en convulsiones y violentísimos movimientos dislocados. Fabre equipara aquí el artista con los perros abandonados, obligados, para sobrevivir, a un desesperado juego de seducción que la bailarina reproduce con el público hasta la humillación.

Vídeo y carne y hueso

Roadmetal Sweetbread, de Station House Opera, es, en realidad, un espectáculo curioso que combina la proyección de vídeo en virtuosa interacción con los intérpretes de carne y hueso. Lo primero que ve el público en pantalla es a un personaje cómodamente sentado en el bar de un conocido hotel de Sitges. El personaje se levanta de su asiento, sale del hotel, pasea por las calles, hasta llegar frente al teatro donde se presenta, precisamente, Roadmetal Sweetbread. El actor de la pantalla entra en el teatro y, en el preciso momento en que lo hace, entra también el actor real en la sala. A partir de ese momento, el actor virtual y el real, y sus respectivas compañeras, iniciarán un juego de apariciones y desapariciones sincrónicas.

No han convencido los espectáculos de danza contemporánea Salomé, de Las Malqueridas, o Nadando fuera del agua, de Morocha Mordaz, de indudable honestidad, pero que poco aportan a la creación contemporánea.

Una imagen de la coreografía <b></b><i>Nadando fuera del agua,</i> en Sitges.
Una imagen de la coreografía Nadando fuera del agua, en Sitges.CONSUELO BAUTISTA
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