No se pueden quejar
No se pueden quejar público y afición demasiado del festejo de ayer en Aranjuez, día de San Fernando. Hubo toros manejables, que dieron juego y estaban justamente presentados para la categoría de la plaza. Los toreros además le dieron fiesta a los bureles de Alcurrucén, que adolecieron un tanto de fuerzas, les fue suministrado un puyazo y embistieron con cierta generosidad para que la terna expusiera cuantos dones pudiera tener.
Se cortaron un total de seis orejas. Lo que para la contabilidad del espectáculo resulta muy positivo, aunque se pidieran con mucha alegría. La verdad es que estuvo la tarde entretenida. No faltaron pasajes de arte, buena lidia, así como estocadas cobradas a ley.
Alcurrucén / Aparicio, Mora y Juli
Toros de Alcurrucén, terciados, flojos, cómodos y nobles, que dieron juego. Julio Aparicio: estocada tendida -aviso-; descabello (silencio); estocada caída (oreja). Eugenio de Mora: estocada (oreja); estocada (oreja). El Juli: estocada desprendida (oreja); estocada desprendida -aviso- y se echa el toro (dos orejas). Plaza de Aranjuez, 30 de mayo. Tres cuartos de entrada.
Julio Aparicio, en su primero, berrendo en negro, estuvo precavido, dubitativo, se estiró en la faena de muleta, sin terminar de confiarse, en muletazos por fuera, rematando con trincheras templadas las series, en donde se atisbó su personal estilo. En el cuarto, noble y flojo, Aparicio cuidó al toro, al que sin obligar acertó a llevar a media altura, suave, relajado, la cintura al compás, en unos pocos muletazos con sello y aroma.
Eugenio de Mora dio buenos lances de recibo a su primero y muletazos sueltos templados. Para terminar con un volapié que por sí solo le valió una oreja. Más brillante estuvo De Mora en el quinto, al que exprimió en el último tercio, en un trasteo de muleta enjundioso. Se volcó en la suerte suprema como si la temporada le fuera en ello y cortó otra valiosa oreja.
El Juli en su primero no estuvo a gusto. Tan sólo un volapié certero a cambio de una oreja. Se desquitó en el sexto tanto con capote como con muleta. Verónicas de excelente corte, un quite por lopecinas y faena de muleta de rumbo, arrimón final, rematada con un soberbio volapié desprendido que terminó por abrirle la puerta grande.
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