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Crónica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Hip, hip!

Antonio Lorca

No se lo van a creer, pero los toros salían al ruedo queriendo engañar; como el juerguista que llega a su casa y pone cara de interesante para evitar la bronca de la parienta. Pero, amigo, el alcohol hace estragos y en cuanto husmeaban el burladero: ¡Hip, hip! Hubo alguno que hasta llegó a cantiñear por bulerías. En cuanto se les acercaba un señor de luces, se descubrían: los ojos, saltones; la mirada, perdida; las piernas, temblonas, y, al primer envite, al suelo, cataplaf, plaf...

¿De dónde vendrían? ¿De los corrales? Ya, ya... ¿Qué habrían bebido? ¿Agua? Cuénteselo a otro.

Borrachos como una cuba estaban todos los toros del Puerto de San Lorenzo. Los pobrecitos no se mantenían en pie. Que venían de una juerga era evidente. Lo que habían bebido era un misterio porque es que no podían articular palabra. Así, uno, y otro, y otro, hasta los seis. Una vergüenza presentarse a trabajar en Las Ventas en tan lamentable estado. Pero así fue.

Puerto / Finito, Morante, Romero

Toros de Puerto de San Lorenzo, el cuarto, devuelto, justos de presentación, anovillado el quinto, mansos y absolutamente inválidos. El sobrero, de El Toril, manso y flojo. Finito de Córdoba: casi entera muy tendida y cuatro descabellos (silencio); dos pinchazos, media trasera -aviso- y un descabello (pitos). Morante de la Puebla: cinco pinchazos -aviso- y un descabello (pitos); tres pinchazos, estocada perpendicular -aviso- y seis descabellos -2º aviso- (pitos); Alfonso Romero: pinchazo enhebrado y media estocada (silencio); un pinchazo y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas. 27 de mayo. 15ª corrida de feria. Lleno. Asistieron los Duques de Lugo.

Ahora, en serio. Si en Madrid, que se considera la primera plaza del mundo, salen toros de esta guisa y se burlan del público con tal descaro, ¿qué ocurrirá en los demás ruedos de este país? Mejor no pensarlo.

¿Cómo es posible que la autoridad asista impasible a un desfile de borrachos y los mantenga en el albero? Sólo el desconocimiento y la paciencia infinita del público evitan un conflicto de orden público de incalculables consecuencias. Porque lo de ayer en Las Ventas fue otro engaño, otro fraude, otro atraco más, o la evidencia de la degradación total del toro bravo.

¿Qué comen estos toros? ¿Qué beben? ¿Qué cuidados sanitarios reciben? ¿Es que no sabe el ganadero lo que tiene en el campo? Es más: si lo que trajo a Madrid es lo mejor de su ganadería, ¿qué es lo que cría este hombre?

Lo peor, si es que hay algo peor, es que mientras parte del público protesta enérgicamente, profiere improperios y toca palmas de tango, el presidente reposa el codo derecho sobre el palquillo, se lleva los dedos pulgar e índice a la barbilla, se aprieta los músculos de la cara, escudriña con mucha atención el penoso espectáculo, se lo piensa detenidamente, y saca el pañuelo blanco para que continúe la estafa.

¿Qué pensará el presidente? Difícil cuestión. Lo cierto es que entre la inhibición de la autoridad, la birria de material del ganadero y la complicidad de la empresa están matando la fiesta.

Y los toreros tampoco se pueden ir de rositas. Cuentan con apoderados influyentes, expertos veedores, asesores varios y todo un entorno de supuestos entendidos. Pero, ¿qué es lo que ven? ¿Quién los engaña diciéndoles que la corrida es muy bonita y que va a embestir?

Almas en pena

Aunque alguien no lo crea, todavía puede ser peor. Y puede serlo porque los tres espadas, dos a los que llaman figuras, Finito y Morante, y un tercero que aspira a serlo, Romero, estuvieron a la altura de las circunstancias; es decir, como almas en pena, sin recursos para resolver con dignidad tan grotesca caricatura de una corrida de toros. Intolerable.

Es lógico que les molestara el aliento alcohólico de sus oponentes, pero ello no es justificación suficiente para una tarde tan nefasta. Hasta para ejercer de enfermero hay que saber hacerlo con categoría.

Finito de Córdoba, por ejemplo, es un diestro experimentado que ha toreado ya cientos y cientos de corridas, pues allí estaba cual principiante como protagonista de un ridículo vergonzante. No es sólo que se dejara enganchar la muleta en cada embestida, sino que a la hora de matar lo hacía echándose fuera como si tuviera delante un barrabás y no un muerto en vida, que es lo que tenía.

¿Y Morante? Cuatro verónicas estimables en su primero, mucha pinturería en las posturas y tropecientos mil pinchazos huyendo de la suerte como un descosido. Alfonso Romero permitió un desorden absoluto en la lidia de su borracho primero y puso voluntad y toreo del malo en el sexto. Una tanda con la derecha y pare de contar.

Se acabó la corrida. Los borrachos duermen. Mañana, una nueva esperanza. Ojalá que la juerga no sea contagiosa.

Finito de Córdoba contempla la invalidez del primero de la tarde.
Finito de Córdoba contempla la invalidez del primero de la tarde.MANUEL ESCALERA
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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