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Los chicos de 'OT' encajan mal la derrota

Bisbal, Bustamante, Chenoa y Gisela no aparecieron por la fiesta de despedida del festival

La gran decepción. Tal vez fuera ésta la última, amarga asignatura de la academia de Operación Triunfo. Nina, la decana, la conocía bien: quedó sexta en el Festival de Eurovisión de 1989. Seguramente también sabía que para aprobarla no hay programas ni manuales de ayuda: simplemente, cuando aparece hay que afrontarla. Pues bien, Rosa sacó en esa asignatura un notable alto y Geno no le anduvo a la zaga. En cambio, Bisbal, Bustamante, Chenoa y Gisela suspendieron. No se presentaron a la fiesta que culminó la 47ª edición del Festival de Eurovisión.

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Tardaba la delegación española en dejarse ver por la carpa montada en los aledaños del Saku Suurhall durante la madrugada de ayer. Corrían voces de que la gran decepción había hecho mella profunda, tanto como para crear una depresión insuperable. Por fortuna no fue así. El retraso en la comparecencia se debió a las entrevistas. Entrevistas televisivas, por supuesto: la letra impresa cuenta muy poco allí donde la imagen reina. Había que pasar antes por el plató de Nieves Herrero. Y luego por el omnipresente Boris Izaguirre, que se fundió en un abrazo con la gran derrotada cuando ésta accedía a la carpa. Y acto seguido, con un enviado de Caiga quien caiga, el cual solicitó a Rosa una toma con las gafas puestas, y segundos después, otra toma con las mismas gafas, pero sin la marca que las delataba, vaya un despiste. En circunstancias similares, los de bloc y bolígrafo contamos poco. Nuestro material para captar la realidad cuesta un euro. Un minuto de televisión, es sabido, se vende a precio de oro.

No estaban allí Bisbal y Bustamante. Tampoco Chenoa y Gisela. Los más arrojados de la academia habían tirado la toalla. Versión oficial de TVE: estaban muy cansados. Versión oficiosa, y en consecuencia verídica: no consiguieron digerir la derrota. Y dejaron que Rosa y Geno se la comieran. Pero las dos chicas no estaban solas: Nina permanecía en un discreto aunque atento segundo plano.

Dejemos para la televisión las declaraciones en caliente sobre la grandeza de España, sobre lo mucho que se merece España, sobre el triunfo universal de lo español aun cuando las cifras hayan cantado la inapelable derrota del séptimo puesto. Todo eso sólo sirve para enaltecer un nacionalismo de pantalla, irreal, prescindible por más que algunas mentes cerradas lo consideren de importancia capital. La grandeza no estaba allí. Se hallaba en dos chicas muy jóvenes que, a pesar de la gran depresión, a pesar del enorme desgaste de estos días pasados, seguían allí, firmando autógrafos, fotografiándose con los eurofans, aguantando el tarascazo con toda naturalidad. La sonrisa de Rosa era una gran lección de sencillez. Tal vez ahora quepa hablar de una artista en ciernes: a poco que se libere de la falta de personalidad del medio televisivo, a poco que confíe en sus recursos, a poco que encuentre un estilo propio, puede alcanzar el verdadero triunfo artístico, que nada tiene que ver con la apabullante cifra de discos vendidos. La voz está ahí. Ahora se ha podido comprobar que la personalidad también. Es un inicio prometedor, como el precipitado amanecer báltico que se anunciaba cuando los invitados dejaban la carpa del Saku Suurhall.

Los seguidores de Rosa esperan su llegada en el aeropuerto de Barcelona.
Los seguidores de Rosa esperan su llegada en el aeropuerto de Barcelona.JORDI ROVIRALTA

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