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Reportaje:ESCAPADAS

Bruselas, símbolo ciudadano

Historia y espíritu europeos en la ciudad de Tintín

Bruselas, hija de Brujas que superó a su madre, está oculta bajo una nube que ya se va con su lomo dorado y su vientre difuso y gris hacia Holanda. Ha llovido, pero hace y hará sol sobre la ciudad, una isla rodeada de un frondoso bosque, Le Forest des Soignes.

Hay líneas invisibles que atraviesan tierras y personas, el turista apenas va a apreciar el meridiano lingüístico y sentimental tan intenso que divide la ciudad, capital compartida de dos comunidades, valones y flamencos.

Bruselas cifra un ciclo largo de la historia de Europa, su memoria encierra las disputas de Francia por un imperio europeo, del Sacro Imperio, los desembarcos ingleses en el continente; la monarquía católica de Felipe II es su principal pesadilla, y por debajo, la constancia de gremios laboriosos pero insumisos, de comerciantes que rehacen su ciudad, de país invadido por la violenta vecina alemana, de apuesta y entrega a la Europa unida. Bruselas es nuestra capital, la de los europeos.

Y por eso y porque es una ciudad hermosa, está llena de turistas que se concentran en la Grand Place y alrededores. La Grand Place resume bien la ciudad, una plaza impresionante, alto renacimiento flamenco, pero absolutamente civil. Civil como los gremios de panaderos, remeros, comerciantes que plantaron aquí su orgullo burgués y próspero frente a los amenazantes nobles y reyes que los parasitaban y ocasionalmente bombardeaban. Esta plaza es la semilla de esta Europa, no imperial, sino civil, que hizo de la ciudad su capital. En una esquina está la estatua de Everard't Serclaes, patriota ejecutado; su figura de bronce es pulida por las manos sudorosas de conciudadanos que la tocan y restriegan con delicadeza en un rito propiciatorio para obtener suerte. Familias enteras pasan, tocan con sonrisa confusa, se fotografían.

En el edificio del Ayuntamiento se ofrece una exposición de la obra de Rubens, el luminoso padre artístico del concentrado holandés Rembrandt, pintor de lo humano. Pero en esa luz violenta con que Rubens ilumina la carne desnuda hay algo de inquietante y siniestro.

Un cantante rubio de 'soul'

Hoy, sábado por la mañana, la plaza está ocupada con un palco y casetas de la Cruz Roja que recaudan fondos con un grupo de música soul, el cantante es rubio y a su lado salta un muchacho negro, las trompetas son doradas. Hoy, sábado por la noche, está llena de turistas y también de trabajadores inmigrantes y algún golfo, aunque Bruselas es una ciudad muy tranquila y paseable.

Las chocolaterías, Godiva, Neuhaus, placer dulce y oscuro. La cerveza, las doscientas cervezas comercializadas belgas, placer amargo y dorado. El camarero del Kafka me contesta en castellano o algo semejante, delata mi donaire, mi pésimo francés o el estampado de mis euros. Y qué rubios son estos jóvenes modernos y literarios que beben aquí bajo las fotos oscuras del cetrino judío checo. Ah, es realmente bonito sentirse europeo, aunque seas moreno.

En el centro gallego, La Tentation, la cerveza es clara; el camarero, negro, y el mostrador con triskeles fue labrado por emigrantes de lugares que yo me sé. Esta noche canta aquí un artista kurdo para su gente, familias sentadas que aplauden, ululan, ahora bailan y se emocionan. Esta noche, aquí, Kurdistán existe un poquito. Kurdistán es también un sueño europeo.

Ésta es una ciudad muy compleja en la que los idiomas unas veces son identidad, para los valones y los flamencos, y otras son ropaje e instrumento, ese kurdo que habla flamenco, ese albanés que habla francés.

Réplica al Manneken Pis

Campanas incesantes sobre Bruselas la mañana del domingo. Campanas blancas, la mañana más hermosa de la semana. El brusco tráfico local hoy descansa. De la boca del metro salen familias de piel negra. Sobre ellas atraviesa la calle una pancarta, tan aérea como las campanas, que celebra una fiesta de orgullo gay y lesbiano. La ciudad está levantada por obras, para qué engañarse, pero hoy el trabajo está suspendido. El suelo, excavado y reventado frente al opulento edificio de la Bolsa; a ver si les entran y les roban. De la calle de los restaurantes turísticos, Rue des Bouchers, sale una callejuela donde las feministas belgas han erigido hace años una estatua réplica y hermana del famoso Manneken Pis, la Jeanneken Pis, una niña meando.

Se desvía uno del centro de la turística Ciudad Baja y se acerca al canal; los ríos crearon estas ciudades comerciales, y el tono es distinto, hombres jóvenes que sacan la silla a la acera delante del bar. Un bar que se llama Barça, lleno de clientes morenos y con bigote: la emigración de españoles ha dejado paso en el barrio a los árabes, el escudo del Barcelona permanece en el cristal. Locales de cabinas telefónicas para llamar a casa, para enviar dinero. Un vagabundo llama a su perro -'¡Milú!'-; éste es el país de Tintín, la línea clara.

Al atardecer, desde la Ciudad Alta, un mirador junto al Palacio de Justicia, el perfil bajo de la ciudad, antigua, colonial y europea. El Palacio Real, que ha sido visitado por excursiones en autobuses por la mañana, está ahora solitario. Desde que el rey vive en otra parte ya no hay guardias reales y lujosos, sólo cámaras de videovigilancia. Todo brillo acaba apagándose.

GUÍA PRÁCTICA

Datos

Población: 970.500 habitantes.

Cómo ir

- Iberia (902 400 500). Vuelo diario, desde Madrid y Barcelona a Bruselas. Ida y vuelta, 188,42 euros con tasas.

Dormir e información

- Central de reservas hoteleras (00 32 2 513 74 84; www.hotels.be). - Oficina de Turismo (00 32 2 513 89 40; www.bruxelles.irisnet.be y www.brussels-online.be).

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