Hablemos de la huelga
Tendremos un mes para oír de la huelga. La mayoría absoluta de la España de superficie no la desea, y la profunda se está dejando impregnar de las primeras iniquidades de Aznar. Una es clásica: descalificarla por política y no por laboral. Otra es considerarla 'un mal para España'. La tercera es nueva: su ley es para defender al trabajador del que 'no quiere trabajar', y nunca la había dicho nadie con tanta brutalidad. El sindicalismo intentó apartarse de la política: en sus orígenes europeos, específicamente ácratas; declaró que no le importaba nada el régimen o partido gobernante siempre que pudieran hacer con los patronos los acuerdos para un trabajo justo, libre y limpio. Era 'la cuestión social'. Pero los guardias machacaban a los huelguistas: los guardias de la política, conocidos aquí como guardia civil.
En EE UU, el Gobierno quiso ser neutral y contrató a escondidas la agencia de detectives Pinkerton para que reventara las huelgas y matara -matara- a los dirigentes. Cuando la ley del trabajo la emite el Gobierno de un partido, el sindicalismo se tiene que enfrentar a ese Gobierno: la huelga política es legal. O el Gobierno empresario es ilegal. El mal para España: porque es la víspera de la última reunión de la UE que preside Aznar. España está más en el trabajador de todas clases que en la reunión grotesca de los rabadanes. El que 'no quiere trabajar' es figura imaginaria del capitalismo teórico, el que por fin venció los intentos sociales de Roosevelt: si uno recibe un subsidio de paro, si los médicos de la seguridad social le medican gratis, si se le da dinero por tener hijos, y a veces se paga a la mujer por quedarse en la casa, nadie querrá trabajar y se acabará el incentivo: trabajar o morir, trabajar mejor y llegar más alto: 'de vendedor de periódicos a millonario', era en este caso la frase de EE UU. Es posible que hubiera alguno. Los demás murieron en el empeño.
Lo nuevo en la semántica de Aznar es implicar al trabajador que trabaja como víctima del que no trabaja. Como si fuera el compañero el que defendiese el despido libre, la jubilación temprana o el cálculo de rendimiento de la mujer. Tiempo habrá para seguir este tema: son ellos quienes lo malean. Ellos, ya saben ustedes quienes.
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