_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Entre Gaudí y Gescartera

Astorga, diócesis leonesa nacida en tiempos del Imperio Romano, vive un extraño maleficio con sus obispos catalanes. La primera víctima, el prelado Grau i Vallespinós, paisano y amigo de Gaudí, murió en 1893 mientras visitaba el provocador palacio episcopal que el arquitecto de Reus edificó en aquella ciudad. A mediados del siglo XX, otro obispo catalán, monseñor Castelltort, murió también al inspeccionar la bella creación modernista, quien sabe si como castigo a su poco evangélico deseo de habitar en aquel fortín de Disneylandia avant la letre. La última víctima es el doctor Briva i Mirabent, natural de Sitges, un hombre adusto y muy fumador que falleció hace varios años, también al poco de visitar el fascinante castillo de hadas. Desde entonces se cuenta que ningún sacerdote catalán en edad de merecer una diócesis acepta la de Astorga y tal vez por eso el actual obispo es don Camilo Lorenzo, un pastor gallego de aspecto frágil quien se prodiga lo mínimo por el palacio, y menos aún en este año de homenajes a Gaudí. La llegada de don Camilo ha favorecido el índice de longevidad de los obispos de Astorga, mas no por ello ha conjurado otros infortunios diocesanos. El peor de todos, los catastróficos efectos de invertir el dinero eclesiástico en unas operaciones económicas arriesgadísimas. Baste decir que en menos de dos años aquel cabildo católico ha perdido un millón de euros en Gescartera y en otros sumideros menos famosos pero igualmente voraces. También se sabe que altos dignatarios de la diócesis han ido a la ruina a título personal, por la misma senda, sin que tan doloroso suceso terrenal, que se sepa, haya quebrantado un ápice la fe de quienes ya están en bancarrota. Uno, de muchacho, vivió un año largo entre aquella curia de la meseta, y trató a algunos de los clérigos hoy desplumados. Por eso le resulta un misterio entender que personas tan severas y rigurosas en sus controles y desconfianzas hayan jugado con tamaña alegría con el dinero propio y con el institucional en los volátiles mercados variables. Como quien peca de avaricia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_