'Los hombres necesitan datar el tiempo para contar su historia'
Víctor Erice (Carranza, Vizcaya, 1940) ha puesto fin a una década de silencio creativo al llegar ayer a la Croisette para presentar Alumbramiento, una pieza breve, en blanco y negro, que forma parte del proyecto conjunto Ten minutes older (Diez minutos mas viejo). El autor de El espíritu de la colmena ha escogido como tema diez minutos de vida de un recién nacido.
Pregunta. Usted ha hecho pocas películas, pero memorables. ¿A qué se debe tan escasa produccion?
Respuesta. Al destino. Pero yo trato de modificarlo.
P. ¿Cómo surgió la idea de Ten minutes older?
R. Se trataba de hacer una película colectiva en la que interveníamos directores de todo el mundo, ofreciendo nuestro punto de vista sobre el paso del tiempo. Durante la realización de la obra, sólo tuve contacto con el promotor de la idea, Nicolas McClintock (documentalista británico), quien se encargó de rodar los fragmentos que servían de enlace a los distintos episodios.P. ¿Qué es el tiempo?
'Cuando hablo de genocidio, me refiero a las culturas europeas, en lo que al cine se refiere'
R. Cuando hablamos del tiempo, siempre nos referimos al cifrado, al cronológico. El hombre no ha necesitado medir el tiempo hasta un momento bastante avanzado de su historia. De modo que, a veces, confundimos el tiempo cronológico con el existir.
P. ¿Es por eso que situó Alumbramiento en los años cuarenta?
R. Quería culminar esta pieza con una fecha, porque los hombres necesitan datar el tiempo para contar su historia. Pero, más allá del tiempo cifrado, quería hablar de esa aspiración que hay en los hombres y, particularmente, en el quehacer poético, que es la aspiración a salir del tiempo. Me gustaría que se le concediera esta naturaleza, de poema, al trabajo que he realizado. Ésa es mi pretensión. Un poema cuenta el tiempo cifrado del tiempo histórico. Pero, a la vez, pretende remontarse a un tiempo anterior que no es cifrable, que no es histórico, que es el tiempo de los orígenes, más alla de las cifras y de las fechas. Ésa es la aurora del ser humano.
P. ¿Ha pensado en convertir esta breve pieza en un largometraje?
R. No, porque está hecha a la medida. Cuando concibes una película de 10 minutos, hay que pensar en algo que adquiera su máxima expresión en ese tiempo. Si la ampliara, naufragaría.
P. Cuando usted vino a Cannes con El sol del membrillo, una década atras, toda la tecnología era analógica. Este año, la revolucion digital ha marcado el certamen francés.
R. En el cine hay un proceso de aceleración, pero no hay nada nuevo o que no estuviera contenido ya como posibilidad hace diez anos. El germen de lo que presenciamos hoy ya existía entonces.
P. ¿Del cine actual, qué es lo que mas le interesa?
R. No lo conozco lo suficiente. A medida que uno envejece, selecciona mucho. He vivido, como todos los jóvenes de mi generación que pretendían hacer cine, épocas juveniles donde queríamos darlo todo y, de hecho, nos veíamos todo. Con el cine actual tengo algunas fidelidades. Generalmente es un cine que se realiza en los márgenes de la gran industria y lo hace gente veterana. No rechazo las nuevas tecnologías, pero digamos que, como expresión, estoy muy vinculado a los artistas de mi generación. Hoy no se habla de cine, se habla del audiovisual. Es un magma, donde se dan cita la estética publicitaria, la televisión y este medio. Y donde se produce una forma de mestizaje que no siempre da buenos resultados.
P. ¿Eso significa que se ha perdido la esencia del arte?
R. Sí, porque se está perdiendo la memoria del cine. Es una suerte de genocidio cultural que obra fundamentalmente a través de ese medio de formacion de masas, a escala planetaria, que es la televisión. Ésta carece de memoria, y el cine, si algo ha sido, es precisamente memoria. El cine es la memoria visual del siglo XX.
P. ¿Cómo conservar esta memoria?
R. Es un problema de educacion. Mientras al cine no se le devuelva su condición de cultura, de arte y de lenguaje, y eso sólo se puede hacer desde la escuela, seguirá su carrera imparable en la que ahora está para ser un anodino entretenimiento de masas. Si los espectadores del séptimo arte terminan por olvidar quién fue Griffith o Chaplin, sería como olvidar en la historia de la literatura a Cervantes o Shakespeare. Cuando hablo de genocidio cultural, me refiero a las culturas europeas, en lo que al cine se refiere, por la presencia dominante del cine norteamericano. Todo indica que hemos convertido al mundo en un gran supermercado, cuya ley aniquilará, poco a poco, a las minorías.
Babelia
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