Nace el primer país del siglo XXI
A las cero horas de esta noche (cinco de la tarde en la España peninsular), Timor Oriental alcanza la independencia tras más de 450 años de colonización portuguesa, 25 de ocupación e impune genocidio indonesios y casi tres de transición bajo control de la ONU. Timor Oriental, -14.609 kilómetros cuadrados y 800.000 habitantes- se convierte así en el primer país del siglo XXI, el más pobre de Asia y el décimo del mundo junto a otras tres antiguas plazas portuguesas (Angola, Mozambique y Guinea-Bissau), Ruanda o Bangladesh.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan; el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, un enviado del Papa, la presidenta de Indonesia, Megawati Sukarnoputri, y el jefe del Estado portugués, Jorge Sampaio, participarán, entre muchos otros, en las ceremonias de la independencia. Tras sus fracasos en Angola, Ruanda o Somalia, la ONU ha conseguido en Timor Oriental enderezar y concluir con éxito una operación de paz que se inició trágicamente con el asesinato de centenares de personas y la destrucción completa del territorio por parte del Ejército y las milicias proindonesias a raíz de la victoria independentista en el referéndum de 1999.
Es la nación más pobre de Asia, la décima del mundo. Casi el 50% de la población vive con menos de medio dólar al día; más de la mitad es analfabeta
El nuevo Estado concluye de esta forma una transición sin convulsiones, después de que la ocupación indonesia desencadenara uno de los genocidios más ignorados de la historia. El premio Nobel de la Paz José Ramos-Horta, dirigente independentista, sostiene que el exterminio de timorenses orientales llevado a cabo por el Ejército de Yakarta es comparable al régimen del apartheid en Suráfrica, al genocidio de Camboya o a la devastación de Eritrea. La ex colonia portuguesa registró más de 200.000 muertos (casi un tercio de la población) durante los tres primeros años de ocupación indonesia (1975-1978) con el régimen del dictador Suharto y ante la completa indiferencia de la comunidad internacional. El Ejército llegaba a entretenerse de forma macabra jugando a la diana con los timorenses que andaban por las calles o alrededor de sus cuarteles. Nunca se investigaron esas matanzas y ninguno de sus responsables fue llevado ante los tribunales. El dictador Suharto aún permanece libre en su país. Pero las desgracias no acabaron ahí. Tras el referéndum para su independencia -agosto de 1999-, las milicias proindonesias, con la colaboración del Ejército de Yakarta, organizaron una salvaje oleada de violencia que concluyó con centenares de muertos, la destrucción completa del territorio y más de 250.000 deportados al área occidental de la isla, de los cuales cerca de 200.000 han regresado lentamente gracias a la presión internacional sobre Indonesia. Precisamente esta semana, un grupo 120 mujeres de 14 países y 22 Estados norteamericanos, entre ellas la activista Gloria Steinem, la actriz Susan Sarandon o la dramaturga Eve Ensler, han solicitado la creación de un tribunal internacional para juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos en la isla.
El esfuerzo de un pueblo
Casi tres años después de esa tragedia y con los responsables aún por juzgar, los timorenses orientales inician hoy la celebración de una independencia obtenida a costa de mucha sangre, miseria y lágrimas. Un informe de la ONU, hecho público esta semana, señala que Timor Oriental será oficialmente a partir de hoy el país más pobre de Asia y el décimo del mundo, con una renta per cápita de apenas 478 dólares. La esperanza de vida en el territorio es de 57 años, casi la mitad de la población vive con menos de medio dólar al día y más de la mitad es analfabeta. El índice de desarrollo humano, un indicador que combina rendimientos, educación y salud, es apenas del 0,42. La tasa de mortalidad infantil es de 80 niños por 1.000, la mayoría de ellos muere antes de cumplir los cinco años.
Los timorenses orientales viven una mezcla de euforia y preocupación. Euforia por la independencia y preocupación por la salida anunciada de la mayor parte de los funcionarios de la ONU y fundamentalmente de sus dólares, hoy día la base de la economía de la capital, Dili. A partir de mañana, muchos de sus trescientos restaurantes y veinte hoteles tendrán que cerrar sus puertas por falta de clientes. Además, cerca del 75% de la población sobrevive gracias a una agricultura familiar y de subsistencia que no le proporciona el más mínimo rendimiento.
La miseria y el desempleo constituyen una de las graves amenazas para el futuro del territorio, pero su presidente, elegido hace poco más de un mes, el líder independentista Xanana Gusmão, confía en el apoyo internacional y en el esfuerzo de un pueblo que ha superado las peores desgracias. Esta misma semana, la conferencia de donadores prometió una ayuda de 445 millones de dólares para los próximos tres años (137 millones procedentes de la Unión Europea), lo que paliará de alguna forma las graves carencias del país.Pero no todo son elogios y esperanzas. El ex gobernador del territorio (1982-1992) y máximo líder de la oposición, Mário Carrascalão, afirma que 'el ejemplo de Timor Oriental no debe ser copiado en ninguna parte del mundo'.
Carrascalão sostiene que la ONU ha dejado, además de rosas, un mar de espinas: 'No hay una reconstrucción económica, ni industria, las materias primas se encuentran en el peor estado posible, la producción de café está a la espera de mejores días, existe un altísimo índice de desempleo, vivimos de limosnas y ha aumentado enormemente la delincuencia en las calles'. Y, según dice, la cadena de problemas no acaba ahí: 'Las telecomunicaciones dependen de la compañía australiana Tesltra, que no invierte ni paga impuestos; la ley de tierras no funciona, al igual que la de inversiones e inmigración, y se da prioridad a asuntos que no la tienen, como la ley del transporte de carreteras'. A su juicio, la independencia debería haberse atrasado por algún tiempo 'porque el país aún no está preparado para ella. Yo no he trabajado diez años día y noche para esto'.
La amenaza indonesia
Además, los timorenses orientales viven rodeados por los indonesios, muchos de los cuales no han aceptado la segregación del enclave y amenazan con luchar por la reintegración del territorio a la dominación de Yakarta. Indonesia teme que la segregación de Timor Oriental sirva de ejemplo a las ambiciones independentistas de otras islas del archipiélago más grande del mundo, como Las Molucas Irian Jaya.
Por su parte, Xanana Gusmão desdramatiza la visión catastrofista del futuro y asegura que Timor emprenderá una segunda transición para consolidar la paz y la libertad, así como para impulsar el desarrollo económico. 'No es que estemos orgullosos de nuestra situación', dice, 'pero al menos espero que las dificultades que atravesamos y conocemos nos sirvan de motivación para avanzar en la estabilidad y salir de la lista como la nación más pobre de Asia'.
En un país mayoritariamente católico, la influencia de la Iglesia ha sido y es decisiva. El obispo de Dili, monseñor Ximenes Belo, afirma: 'Ha llegado la hora de arremangarse y comenzar a trabajar'.
A las cero horas de esta noche (cinco de la tarde en la España peninsular), Timor Oriental alcanza la independencia tras más de 450 años de colonización portuguesa, 25 de ocupación e impune genocidio indonesios y casi tres de transición bajo control de la ONU. Timor Oriental, -14.609 kilómetros cuadrados y 800.000 habitantes- se convierte así en el primer país del siglo XXI, el más pobre de Asia y el décimo del mundo junto a otras tres antiguas plazas portuguesas (Angola, Mozambique y Guinea-Bissau), Ruanda o Bangladesh.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan; el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, un enviado del Papa, la presidenta de Indonesia, Megawati Sukarnoputri, y el jefe del Estado portugués, Jorge Sampaio, participarán, entre muchos otros, en las ceremonias de la independencia. Tras sus fracasos en Angola, Ruanda o Somalia, la ONU ha conseguido en Timor Oriental enderezar y concluir con éxito una operación de paz que se inició trágicamente con el asesinato de centenares de personas y la destrucción completa del territorio por parte del Ejército y las milicias proindonesias a raíz de la victoria independentista en el referéndum de 1999.
El nuevo Estado concluye de esta forma una transición sin convulsiones, después de que la ocupación indonesia desencadenara uno de los genocidios más ignorados de la historia. El premio Nobel de la Paz José Ramos-Horta, dirigente independentista, sostiene que el exterminio de timorenses orientales llevado a cabo por el Ejército de Yakarta es comparable al régimen del apartheid en Suráfrica, al genocidio de Camboya o a la devastación de Eritrea. La ex colonia portuguesa registró más de 200.000 muertos (casi un tercio de la población) durante los tres primeros años de ocupación indonesia (1975-1978) con el régimen del dictador Suharto y ante la completa indiferencia de la comunidad internacional. El Ejército llegaba a entretenerse de forma macabra jugando a la diana con los timorenses que andaban por las calles o alrededor de sus cuarteles. Nunca se investigaron esas matanzas y ninguno de sus responsables fue llevado ante los tribunales. El dictador Suharto aún permanece libre en su país. Pero las desgracias no acabaron ahí. Tras el referéndum para su independencia -agosto de 1999-, las milicias proindonesias, con la colaboración del Ejército de Yakarta, organizaron una salvaje oleada de violencia que concluyó con centenares de muertos, la destrucción completa del territorio y más de 250.000 deportados al área occidental de la isla, de los cuales cerca de 200.000 han regresado lentamente gracias a la presión internacional sobre Indonesia. Precisamente esta semana, un grupo 120 mujeres de 14 países y 22 Estados norteamericanos, entre ellas la activista Gloria Steinem, la actriz Susan Sarandon o la dramaturga Eve Ensler, han solicitado la creación de un tribunal internacional para juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos en la isla.
El esfuerzo de un pueblo
Casi tres años después de esa tragedia y con los responsables aún por juzgar, los timorenses orientales inician hoy la celebración de una independencia obtenida a costa de mucha sangre, miseria y lágrimas. Un informe de la ONU, hecho público esta semana, señala que Timor Oriental será oficialmente a partir de hoy el país más pobre de Asia y el décimo del mundo, con una renta per cápita de apenas 478 dólares. La esperanza de vida en el territorio es de 57 años, casi la mitad de la población vive con menos de medio dólar al día y más de la mitad es analfabeta. El índice de desarrollo humano, un indicador que combina rendimientos, educación y salud, es apenas del 0,42. La tasa de mortalidad infantil es de 80 niños por 1.000, la mayoría de ellos muere antes de cumplir los cinco años.
Los timorenses orientales viven una mezcla de euforia y preocupación. Euforia por la independencia y preocupación por la salida anunciada de la mayor parte de los funcionarios de la ONU y fundamentalmente de sus dólares, hoy día la base de la economía de la capital, Dili. A partir de mañana, muchos de sus trescientos restaurantes y veinte hoteles tendrán que cerrar sus puertas por falta de clientes. Además, cerca del 75% de la población sobrevive gracias a una agricultura familiar y de subsistencia que no le proporciona el más mínimo rendimiento.
La miseria y el desempleo constituyen una de las graves amenazas para el futuro del territorio, pero su presidente, elegido hace poco más de un mes, el líder independentista Xanana Gusmão, confía en el apoyo internacional y en el esfuerzo de un pueblo que ha superado las peores desgracias. Esta misma semana, la conferencia de donadores prometió una ayuda de 445 millones de dólares para los próximos tres años (137 millones procedentes de la Unión Europea), lo que paliará de alguna forma las graves carencias del país.Pero no todo son elogios y esperanzas. El ex gobernador del territorio (1982-1992) y máximo líder de la oposición, Mário Carrascalão, afirma que 'el ejemplo de Timor Oriental no debe ser copiado en ninguna parte del mundo'.
Carrascalão sostiene que la ONU ha dejado, además de rosas, un mar de espinas: 'No hay una reconstrucción económica, ni industria, las materias primas se encuentran en el peor estado posible, la producción de café está a la espera de mejores días, existe un altísimo índice de desempleo, vivimos de limosnas y ha aumentado enormemente la delincuencia en las calles'. Y, según dice, la cadena de problemas no acaba ahí: 'Las telecomunicaciones dependen de la compañía australiana Tesltra, que no invierte ni paga impuestos; la ley de tierras no funciona, al igual que la de inversiones e inmigración, y se da prioridad a asuntos que no la tienen, como la ley del transporte de carreteras'. A su juicio, la independencia debería haberse atrasado por algún tiempo 'porque el país aún no está preparado para ella. Yo no he trabajado diez años día y noche para esto'.
La amenaza indonesia
Además, los timorenses orientales viven rodeados por los indonesios, muchos de los cuales no han aceptado la segregación del enclave y amenazan con luchar por la reintegración del territorio a la dominación de Yakarta. Indonesia teme que la segregación de Timor Oriental sirva de ejemplo a las ambiciones independentistas de otras islas del archipiélago más grande del mundo, como Las Molucas Irian Jaya.
Por su parte, Xanana Gusmão desdramatiza la visión catastrofista del futuro y asegura que Timor emprenderá una segunda transición para consolidar la paz y la libertad, así como para impulsar el desarrollo económico. 'No es que estemos orgullosos de nuestra situación', dice, 'pero al menos espero que las dificultades que atravesamos y conocemos nos sirvan de motivación para avanzar en la estabilidad y salir de la lista como la nación más pobre de Asia'.
En un país mayoritariamente católico, la influencia de la Iglesia ha sido y es decisiva. El obispo de Dili, monseñor Ximenes Belo, afirma: 'Ha llegado la hora de arremangarse y comenzar a trabajar'.
Un presidente forzado por el pueblo
HIJO DE UN MAESTRO DE ESCUELA, educado en la religión católica, topógrafo, periodista durante algún tiempo y apasionado por la fotografía, el presidente de Timor Oriental, Xanana Gusmão, de 56 años, se convirtió en líder carismático de la resistencia poco después de la invasión indonesia en 1975. Tras la práctica aniquilación de la dirección del Fretilin, Gusmão asumió la jefatura de las fuerzas independentistas y combatió durante casi 15 años al Ejército de Yakarta hasta su detención en noviembre de 1992.
Tras pasar más de seis años en las cárceles indonesias, Xanana Gusmão fue liberado siete días después del referéndum para la independencia, y desde esas fechas ha controlado los destinos de la antigua colonia portuguesa, en estrecha colaboración con el brasileño Sergio Vieira de Mello, el responsable del Gobierno transitorio de las Naciones Unidas.
El presidente del país más joven del mundo acabó por ceder a las presiones del pueblo. No quería ser presidente y así lo fue explicando a lo largo de los dos últimos años. Primero, porque así lo había prometido a los guerrilleros con quienes anduvo durante años en las montañas. Juró que, una vez alcanzada la libertad, no buscaría nada para sí mismo. Segundo, porque quería descansar, dedicarse a la familia, ser agricultor, estudiar y continuar con su gran pasión: la fotografía. Y por último, como fue revelando a su círculo de amigos íntimos, porque entendía que el presidente de la República debería tener mayores poderes, al menos durante los primeros años de la independencia.
Sin embargo, la presión popular le impidió mantener sus deseos. Fue prácticamente obligado a presentarse a las elecciones ante la amenaza de una posible involución, la insistencia de las gentes y, singularmente, frente a la oposición de algunos sectores del partido mayoritario. No obstante, Gusmão ganó las elecciones con más del 80% de los votos y ahora encabezará una segunda transición, la del camino hacia el desarrollo y la estabilidad.
El líder histórico de la resistencia y primer presidente del país deberá ahora cohabitar sin excesivos poderes con un Gobierno y un Parlamento provisional controlado por el partido mayoritario (el Fretilin), algunos de cuyos miembros han llegado a acusarle de corrupción. No será una tarea fácil, pero goza del apoyo mayoritario de la población y del reconocimiento internacional. Incluso el ex presidente portugués Mario Soares le ha llegado a comparar con Nelson Mandela y ha calificado su liderazgo de 'indispensable' para llevar a buen puerto la transición de un país con muchas debilidades y sometido a serias amenazas.
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