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Crónica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La bronca y el perdón

Antonio Lorca

La bronca fue de campeonato, de ésas que se recuerdan durante mucho tiempo; le llamaron a coro chulo y más que chulo, le mentaron a su familia entera, y más de uno se lo quería comer. Las palpitaciones, por las nubes; que llamen a un médico, por favor, que a este hombre le ha dado algo malo; la vecina, con aires de gran señora, sofocadísima; al marido, por las pintas ya jubilado, se le salían las venas por la garganta. Un número. Un enfado monumental. De época.

¿Y qué fue lo que pasó? Pues tampoco fue para tanto, señora sofocadísima. Mire usted: lo que ocurrió es que Víctor Puerto (a éste es al que llamaban chulo, más que chulo) decidió no utilizar el descabello en su primer toro y esperar a que doblara las manos. El animal se refugió en tablas, se tragó la sangre y aguantó en pie un buen rato. Suena un aviso, el toro da unos pasos, y comienza a sufrir unas convulsiones, leves al principio y muy violentas al poco tiempo que provocan el gran escándalo. Cuando el toro cayó patas arriba, la plaza parecía un manicomio, y Puerto, impertérrito, aguanta que te aguanta lo de chulo y la retahíla familiar.

El Ventorrillo / Puerto, El Califa, De Julia

Cinco toros de El Ventorrillo, bien presentados, a excepción del cuarto, sin cara, mansos, flojos y nobles; el 1º, de Criado Holgado, grandote, feo y manso. Víctor Puerto: media tendida, -aviso- (gran bronca); pinchazo, -aviso-, y media (leve petición, gran ovación y algunos pitos). José Pacheco El Califa: cuatro pinchazos, -aviso-, y tres descabellos (silencio); pinchazo y media (silencio). Rafael de Julia, un pinchazo y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y estocacada tendida (silencio). Plaza de las Ventas. 14 de mayo. 3ª corrida de feria. Lleno.

Ciertamente, la imagen era muy desagradable, pero el torero no fue más que el responsable involuntario. No parece justo imputar a Puerto las convulsiones del animal. Pues cuénteselo usted al marido de la señora sofocadísima.

La verdad es que el toro era un buey de carreta, soso y descastado. El torero lo intentó sin mucha convicción y, cuando estaba allí con mala cara, soportando el acoso de una parte del público, un malencarado le dirigió un insulto muy desagradable. El torero tiró del toro y se lo llevó a los terrenos de donde había salido el improperio. Se equivocó porque eso se hace para poner la plaza boca abajo y callar a los disidentes. No fue posible y los ánimos subieron de tono. Después, llegaron las convulsiones y el gran broncazo. ¿Se entiende ahora lo de la señora y el marido con las venas sobresaltadas?.

Afortunadamente, todo no quedó ahí. Después, vino lo bueno y quien quiso disfrutar, bien que disfrutó con el mismo torero al que momentos antes habían abroncado sin piedad. Resultó que Puerto sale a hacer el quite en el primer toro de De Julia. Renace la bronca, y el torero como si no fuera con él. Tres chicuelinas ajustadísimas y una media de rodillas. Toreo del bueno.

Y llegó su segundo toro, un manso, noble y con recorrido. Puerto salíó dispuesto a conseguir el perdón. Lo recibió con una larga cambiada en el tercio y unas verónicas trazadas con mucho gusto. Con la muleta entre las manos dibujó un toreo de altísima escuela, auténtico y bellísimo: estatuarios ceñidos, el pase de la firma, dos ayudados por bajo y un largo pase de pecho. Una tanda de redondos muy ajustados, hondos, ligados en un palmo de terreno con un magistral pase de pecho. Pocos pero buenos naturales y finos ayudados por bajo. Se perfila para matar en el centro del ruedo, pero, ay, le faltó el estoconazo para recibir la absolución. Aún así, muchos le aplaudieron con fervor. El toreo había sido de muchos quilates.

A eso venía a Madrid El Califa, a demostrar que su toreo tiene fundamentos artísticos. Se le reconoce su decisión, su afán de triunfo, que pisa unos terrenos muy comprometidos y que posee cualidades para el toreo fundamental, pero no le acompañaron los toros. Eso fue todo. Su primero se vino abajo muy pronto, y el otro era un cobarde que aceptaba a regañadientes el primer envite y huía como un descosido al segundo. Aún así, en ambos inició la faena de muleta con un pase cambiado por la espalda después de citar a bastante distancia. Toreó muy bien por redondos a su primero, pero el animal resbaló y se rompió el encanto; lo intentó sin descanso en el otro, pero tuvo que desistir.

Y Rafael de Julia tocó con lo peor: con sus propias carencias. Muy desanimado en apariencia toda la tarde, toreó con vulgaridad a su descastado primero, y se superó en el otro. Con la muleta retrasada y al hilo del pitón no es posible que alguien se emocione. Tras el éxito isidril del año pasado, lo de ayer ha sido un borrón.

Es de esperar, sin embargo, que no haya sido nada lo del matrimonio enfadado con Víctor Puerto. Hay gente pa tó.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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