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Crítica:TEATRO | LA FURA DELS BAUS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Luchar con Sade

XXX, el último espectáculo de La Fura dels Baus, ha tenido su primer encuentro con el público. Un montaje buscadamente pornográfico que, lejos de los antros en los que suelen presentarse este tipo de espectáculos de oscura sexualidad, se ha presentado en el precioso teatro de Lorca, cerca de Murcia, una auténtica bombonera frente a un público amabilísimo que, lejos de escandalizarse ante el sexo más o menos explícito de los cuatro actores fureros, salía del recinto valorando si realmente era más o menos fuerte de lo que se había esperado. Desde luego, lo que no se le puede negar a La Fura dels Baus es sentido del espectáculo. Eso y la valentía de tomar como punto de partida a un autor como el Marqués de Sade, siempre en el límite de lo ética, moral y socialmente inaceptable. El salto desde la lectura privada y la meditación filosófica que inevitablemente implica Sade para llevar La filosofía en el tocador al centro de lo social, del rito colectivo del teatro, entraña, sin lugar a dudas, numerosos peligros. Tanto más cuanto que Sade apela a la imaginación, y especialmente a la imaginación tejida con palabras. Reducir la palabra a imágenes, a lo explícito, es, en lo que respecta a Sade, un ejercicio contra natura.

XXX

Versión libre de La filosofía en el tocador, del Marqués de Sade. Dirección: Àlex Ollé, Carles Padrissa y Valentina Carrasco. Música: Miki Espuma y Big Toxic. Vídeo: Franc Aleu y Emanuel Carlier. Escenografía: Roland Olbeter. Dramaturgia: Mercedes Abad, Alex Ollé, Carlos Padrissa y Valentina Carrasco. Intérpretes: Teresa Vallejo, Edgar Despaigne, Sonia Segura, Pedro Gutiérrez. Teatro Guerra, Lorca (Murcia), 11 de mayo.

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Tentaciones:: Prohibido a menores

Siguiendo La filosofía en el tocador, XXX narra la iniciación sexual de una joven guiada hacia la perversión sexual de la mano de tres libertinos. La acción tiene lugar en el presente, y la muchacha iniciada lo es a través de un casting para el rodaje de una película porno. Lo que ve el espectador es la forma en que a la muchacha se le quiebra la resistencia, la manera en que va aceptando actos que muy poco antes le parecían aberrantes.

La idea es excelente, especialmente en un mundo en el que la sexualidad más desaforada rezuma hoy sin tapujospor todos los rincones de Internet. La Fura dels Baus ha tenido, además, acceso a los archivos y a los actores de Private, lo que viene a ser la aristocracia del porno. Y conecta, además, con la cabinas de sexo en vivo de Bagdad, con cuyas chicas los actores interactúan en directo.

A mi juicio, en XXX hay todavía dos aspectos que han de perfilarse de un modo mucho más nítido. En primer lugar, la imagen escénica, todo ese juego siempre virtuoso de objetos, máquinas, arneses, pantallas, efectos visuales y sonoros, filmaciones. Lo que pudo verse en Lorca es todavía bastante chapucero, muy lejos de la belleza plástica a la que La Fura dels Baus tiene acostumbrado a su público. Muy lejos de esa delirante pesadilla de deseo que podría ser XXX.

En segundo lugar, falta palabra, la palabra rotunda de Sade, perfectamente comprensible para un público adulto como el que llenaba la sala la noche del estreno. La provocativa rotundidad de las palabras de Sade, dichas con insolencia hace ya dos siglos, sigue hoy teniendo una vigencia absoluta y merecería estar mucho más presente, para poder meditarla.

Es cierto que XXX no ha hecho sino empezar la primera etapa de un largo work in progress que aún ha de durar dos meses hasta el momento en que esté acabado. Un tiempo más que suficiente para que XXX asuma la consistencia y el sello de una compañía que sabe compaginar el riesgo, la provocación y la inteligencia.

Un momento del montaje del espectáculo <b></b><i>XXX, </i>de La Fura.
Un momento del montaje del espectáculo XXX, de La Fura.ADROVER / CAPARRÓS

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