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JOAQUÍN | Jugador revelación | FÚTBOL | Los mejores de la Liga

Empaque de triunfador

Hace apenas seis años, la vida de Joaquín Sánchez Rodríguez (El Puerto de Santa María, 1981) era de la de cualquier chaval de 15 años con poco apego por los libros y muchas ganas de divertirse. Quizá lo único que le diferenciaba del resto de sus amigos era que él sí tenía claro lo que quería ser de mayor. Joaquín sabía que lo suyo pasaba por triunfar, ganar mucho dinero y hacerse un nombre en la profesión que escogiese. El único problema era, precisamente, escoger el oficio en el que había de triunfar, pues se debatía entre el fútbol y el toreo.

La mediación de su entrenador de entonces, Rogelio Cárdenas, Kiki, encomendado por sus padres, sirvió para que a Joaquín se le quitase de la cabeza el seguir los pasos de Enrique Ponce, su torero preferido. Aún así, Kiki recuerda cómo un tiempo después Joaquín aún seguía practicando medias verónicas y pases de muleta blandiendo una toalla ante sus compañeros de Los Frailes, su equipo de la infancia en El Puerto. Tras estos devaneos con el mundillo taurino, Joaquín siguió los pasos de sus dos hermanos, Ricardo y Lucas, que llegaron a jugar en los juveniles del Betis y en el Cádiz B, respectivamente. Con apenas 15 años, 'con las calzonas por debajo de las rodillas y tan canijo como era', recuerda Kiki, Joaquín dio el salto a los juveniles del Betis.

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Sus días de golfillo por las calles del Puerto se acabaron de un día para otro, aunque cada permiso que disfrutaba lo invertía en lo mismo: coger el autobús de línea para volver a El Puerto y reunirse con sus padres y amigos. Tras varios años en los escalafones inferiores, el filial bético le abrió sus puertas. Su paso por el Betis B en el curso 1999-00 fue efímero, porque la necesidad apremiaba al primer equipo, que peleaba por abandonar la Segunda División. Su contribución para devolver al Betis a Primera fue decisiva.

Ya en la primera plantilla, la vida de Joaquín dio un giro de 180 grados. Manuel Ruiz de Lopera se encargó de atarle siguiendo una de sus máximas: 'No vamos a criar nosotros a los pollitos para que luego vengan otros a llevárselos'. Contrato hasta el 2006 y 60 millones de euros de cláusula de rescisión. Pendiente queda aún que Lopera cumpla su palabra y lo llame para hablar de la prometida subida de sueldo. Algo que seguro acometerá sin demora el presidente del Betis, porque, a sus 21 años, su espléndida temporada, su debú como internacional absoluto y su presencia en el Mundial de Corea y Japón le están granjeando muchas novias. Barcelona, Madrid, Inter y Milán son algunos de los clubes que ya han puesto sus ojos sobre Joaquín, maravillados por la agudeza mental y el desparpajo que acompañan cada una de las acciones de este joven futbolista.

Su desenvoltura y su calidad técnica le abrieron las puertas de la selección absoluta allá por el mes de febrero, cuando José Antonio Camacho lo llamó para disputar un amistoso con Portugal. 'La selección es otro nivel, otro mundo. Ha sido muy fuerte verme compartiendo habitación con Iker Casillas, escuchar las charlas de Camacho y más si piensas que hace tres días estaba viéndolos en mi casa por la tele', cuenta Joaquín, impactado aún por su meteórica progresión en apenas dos años y por haberse medido a Figo, su ídolo, del que atesora varias camisetas.

Y como las alegrías lo son más cuando se comparten con los amigos, el día que Joaquín conoció su primera convocatoria para la selección no dudó en coger carretera y manta y plantarse en El Puerto para celebrarlo con sus más allegados. Eso sí, el autobús de línea ya no fue su medio de transporte. Joaquín se plantó en su ciudad en su potente Audi TT y lo primero que hizo fue buscar a Kiki, para festejar que el sueño de ambos por fin se había cumplido. Lo mismo que hizo con su padre, Aurelio, que regenta el bar Chino, henchido de poder sumar a la galería de recuerdos de su hijo que decora el establecimiento la ansiada foto de Joaquín vistiendo la camiseta nacional.

Que Joaquín haya alcanzado tan altas cotas es motivo de alegría entre los suyos, pero no de sorpresa, porque sus más íntimos aseguran que, desde chico, a Joaquinito se le veía que tenía empaque y que iba para figura.

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