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LA CRÓNICA
Columna
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Orgasmos

Ha sido muy comentada la iniciativa del Ayuntamiento de Esperantina, en el Estado brasileño de Piauí, que ha declarado el 9 de mayo Día Municipal de Debate Sobre el Orgasmo. Se trata de una de esas maniobras de mercadotecnia que permiten situar en el mapa una población de la que, de no ser por este invento, nunca habríamos oído hablar. Cada ciudad tiene sus métodos para hacerse publicidad gratuita. Barcelona, sin ir más lejos, ha sido noticia porque sus conductores de autobús han decidido convertir la Diagonal en el pito del huelguista y mantener una durísima semana con lluvia, piquetes agresivos, material antidisturbios y una circulación que, como es lógico, se ha visto afectada por un conflicto agravado por la desaparición de parte de nuestra playa.

Pero volvamos al orgasmo. Hace unas semanas, en televisión, una supuesta actriz porno fue invitada a fingir un orgasmo a las once de la mañana. La escena, patética, intentaba imitar la de la película Cuando Harry encontró a Sally, con Meg Ryan en el papel de fingidora. El orgasmo de Ryan era una versión light de los muchos corrimientos de carnes que el cine porno ha convertido en audiomodelos de nuestros alivios más íntimos, como los que suenan en la Sala X de la calle de Aragó o en el viscoso sótano del sex-shop de la ronda de la Universitat. De tanto imitar el tópico, se tiende a establecer unas pautas para el orgasmo que quizá no se adaptan a la realidad de cada persona en trance.

El Modelo Sally pasa a ser moneda corriente gracias al poder de sugestión del cine, que permite proezas tan alucinantes como creer que basta acercarse a una mujer y decirle '¿tienes fuego?' para dormir fuera de casa. Si en otros tiempos era suficiente poner los ojos en blanco y emitir gemidos rebozados con jadeos ful, ahora parece que si la mujer no protagoniza un festival pirotécnico-sonoro, la experiencia sexual es un fiasco y ella una anorgásmica terminal. A los hombres, por suerte o por desgracia, no se nos exige tanto aunque, por si acaso, yo suelo ensayar imitando los gritos que emiten los alumnos de una escuela de taekwondo que hay cerca de mi casa. Al fin y al cabo, ¿qué es el sexo sino un arte marcial? En el lado opuesto, se ha abierto la veda de confesar abiertamente que se fingen orgasmos, como si eso fuera algo de lo que enorgullecerse, probablemente para superar la época en la que estas reacciones se sufrían en silencio y, a ser posible, sola. Ahora la moda impone que se lleven más los gritos que los susurros. Incluso hay quien se dedica al orgasmo fingido profesional. Esta ciudad sin autobuses, por ejemplo, está llena de mujeres que, a todas horas, atienden teléfonos eróticos con prefijo 906 a través de los cuales reproducen retahílas de orgasmo estándares, casi cómicos.

'En otros tiempos, en el Occidente cristiano, se creía que las mujeres debían tener cuantos más hijos y menos orgasmos mejor. Actualmente se cree lo contrario', escribe Thomas Szasz. No tengo datos al respecto, pero sospecho que, de tanto imitar este modelo histriónico de éxtasis corporal, los niveles de contaminación acústica se han disparado.

Pronto habrá que llamar a la Guardia Urbana para que controle, además de los tubos de escape, los decibelios de las parejas en celo. Años ha, tuve unos vecinos ingleses, hombres los dos, que se apareaban entre sí junto a la pared de mi comedor con gran despliegue de aparato eléctrico. Sus apellidos: Davis y Hitchcock. Nunca los olvidaré. ¡Qué variedad de berridos! Uniformizar los modales íntimos limita la rica variedad de matices. Cada maestrillo tiene su orgasmillo. Músculos pubococcígeos, aumento del flujo sanguíneo, contracciones menores de la uretra peneana, todo vale para traducir en energía lo que Francesco Alberoni denomina 'movimiento colectivo a dos'. Incluso tengo un amigo que, en el momento cumbre, solía sentir un patriótico deseo de cantar Els segadors y otro que, en una ocasión, me contó que, en plena faena, su interlocutora carnal, justo antes de dejarse llevar por un vendaval parecido al que arrasó nuestra playa, exclamó: 'Perdona'm, Miquel' (mi amigo no se llama Miquel).

Si van a entrar en vigor multas para castigar las infracciones de los peatones, también deberían instaurarse sanciones para los que gritan demasiado durante el coito. Puestos a seguir la iniciativa del Dia de Reflexión Sobre el Orgasmo de Esperantina (que, curiosamente, coincide con nuestro Día de Europa), reflexionemos, pues, sobre nuestros orgasmos (si los hubiere). Quizá sería bueno que los hombres adoptásemos una metodología femenina e imitásemos este manido Orgasmo Sally. Ya saben: in crescendo de gemidos, mogollón gutural y tres de quatre amb folre i manilles. Ya que, según dicen ellas, no podemos fingirlos, por lo menos exagerémoslos. En Esperantina, las autoridades decidieron intervenir al descubrir que sólo el 28,7% de las mujeres del municipio alcazaban el clímax en sus relaciones sexuales. ¿Cuál sería la cifra en Barcelona? ¿Pueden equipararse nuestros orgasmos a los del resto de Europa? Quizá no sean interrogantes que merezcan la atención de los sabios del Fòrum 2004, pero sí pueden ayudarnos a soportar mejor las largas esperas de esos autobuses que no llegan.

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