El terrorista de la sonrisa
El joven Helder ha colocado 18 bombas en EE UU siguiendo el mapa de un rostro sonriente
Bastaba unir con líneas, sobre el mapa estadounidense, los puntos donde fueron colocadas las 16 primeras bombas: aparecían dos círculos, uno entre Illinois y Iowa, y el otro sobre Nebraska. Eran los ojos. Las dos bombas siguientes, en Colorado y Tejas, iniciaban el trazo de una sonrisa. Luke Helder, de 21 años, fue detenido antes de completar el dibujo. Quería trazar, con explosivos, el esquemático rostro sonriente sobre una circunferencia amarilla que se hizo popularísimo 10 años atrás y aparece aún con frecuencia en los mensajes electrónicos.
Luke, el terrorista de la sonrisa, recorrió miles de kilómetros, fabricó 24 bombas caseras, colocó 18 de ellas en buzones rurales e hirió a seis personas. Ayer, cuando compareció ante un juez de Iowa, el joven sonreía y bromeaba con la policía. Nadie sabe aún qué quería el terrorista de la sonrisa, ni por qué sigue sonriendo. Es acusado de varios delitos federales en cinco Estados distintos y puede ser condenado a prisión perpetua.
'Con todo lo que ha pasado, ¿por qué sigue sonriendo?', se pregunta su amigo
Las primeras bombas, fabricadas con tubo, pólvora, clavos y cinta aislante, estallaron el viernes pasado. Tenían un sencillo mecanismo que conectaba un detonador a la puertecilla del buzón. Junto a cada artefacto había una nota con críticas a los abusos de poder del Gobierno federal. El FBI supuso que el autor de los atentados era un hombre blanco, de edad mediana o avanzada, nivel cultural considerable y un resentimiento profundo contra el poder. Pero el terrorista era un estudiante de diseño industrial en la Universidad de Wisconsin, líder de un modestísimo grupo de punk-rock llamado Apathya y admirador del difunto Kart Cobain, que cruzaba Estados Unidos a toda velocidad (fue multado tres veces por guardias de tráfico) con el coche de su padre, se inscribía en los moteles con su propio nombre y fabricaba en ellos sus bombas.
James Divine, su compañero de habitación en la universidad, comenzó a sospechar la identidad del misterioso terrorista de los buzones cuando halló tubos y cinta aislante bajo una cama. Telefoneó al padre de Luke, Cameron Helder, quien a su vez acababa de recibir carta del chico. 'Los buzones estallan', decía una frase de la carta. Esas mismas palabras estaban en todas las notas dejadas junto a las bombas. 'Si no puedo salir del apuro, si el Gobierno no se da cuenta de que puedo ayudar, tendré que desaparecer por un tiempo', proseguía el texto. Al padre no le quedaron dudas y avisó a la policía. El martes, una llamada del padre al móvil del chico permitió localizar al fugitivo cerca de Reno (Nevada). Luke amenazó con suicidarse al ver que varios coches policiales seguían al suyo, pero su resistencia se agotó en unos minutos. Unos kilómetros más adelante detuvo el automóvil y se entregó sonriente.
¿Por qué Luke hizo lo que hizo? Los policías, abogados y psicólogos que han tratado con él estos días dan por seguro que sufre algún trastorno. 'Le comentó a uno de mis agentes que con sus bombas quería trazar un rostro sonriente sobre el mapa de Estados Unidos, y que estaba dispuesto a morir o pasar toda su vida en la cárcel para conseguir ese objetivo. Por otra parte, no parece capaz de tomarse nada en serio; algo le pasa a ese chico', comentó Ron Skinner, sheriff del condado de Pershing, en Nevada. 'Me parece que sufre algún tipo de problema mental', opinó Robert McQuaid, juez federal de Reno.
El desprecio de Luke Helder por el Gobierno comenzó, al parecer, en otoño, cuando la policía le multó con 151 dólares (167 euros) por posesión de una pipa para fumar marihuana. '¿Tan limitadas están las libertades en EE UU que es ilegal cultivar marihuana? Gastáis miles de millones en imponer la prohibición y lo único que conseguís es gastar miles de millones', escribió en una carta enviada el viernes, el mismo día que inició su campaña, al diario estudiantil de la Universidad de Wisconsin. La carta contenía también referencias a su 'superioridad espiritual' y a su convicción de que 'la muerte no existe, es un cuento de hadas'.
Su amigo Jeremy Johnson dijo que Luke era un buen estudiante, pero su rendimiento había empeorado en los últimos tiempos 'por el exceso de fiestas y marihuana'. 'Hay algo que no entiendo', dijo Johnson, 'con todo lo que ha pasado, ¿por qué sigue sonriendo?'.
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