Nada para el recuerdo
Nada para el recuerdo y Paquito el Chocolatero, que, a paso de marcha, se ha convertido en el himno oficial de la plaza. El cartel de 'no hay billetes' aseveraba que no quedaba un sitio y hubiera sido necesario otro cartel que rezando 'hay toros' asegurase que los había porque, a la hora de la verdad, lo que más se pareció a un toro fue el quinto.
La cosa no transcurría por senderos de gloria cuando salió el cuarto, un cinqueño de planta algo mular, que se comportó discretamente en los dos primeros tercios y llegó a la muleta desentendido, sin fijeza y presto a la huida indolente. El mérito de Finito estuvo en someter una embestida violenta, lo que consiguió a base de firmeza, haciéndolo pasar en redondo para quebrantarlo y provocar el crujido de las costillas, templando lo destemplado con gran solvencia técnica. No hubo exquisitez, pero sí un buen tono general y una vuelta al ruedo que se le dio al toro para pagar el peaje. En el primero, Finito mantuvo en pie una ruina con apariencia de vaca preñada y enferma: un medio toro al que administró medios pases.
Domecq / Finito, Padilla, Juli
Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de condición y presentación. Al 4º se le dio la vuelta al ruedo. Finito de Córdoba: estocada (oreja); estocada contraria tendida, descabello (dos orejas). Juan José Padilla: estocada (dos orejas); dos pinchazos, descabello (ovación). El Juli: bajonazo (ovación); estocada, dos descabellos (dos orejas). Plaza de Jerez, 10 de mayo. 4ª de abono. Lleno.
El quinto salió con mejores hechuras y más propenso a humillar. Padilla le hizo de casi todo con capote y banderilla; con la muleta estuvo hecho un dolor, sacando hacia fuera una embestida que puso de manifiesto que la chica, aunque fea, era honrada. En el segundo de la tarde hubo más equilibrio entre los deméritos de ambos contendientes, que se hartaron de encontrarse sin que surgiera el toreo en ningún momento. Eso sí, la estocada lo fue con todos los honores.
Incomprensiblemente, a El Juli le enlotaron sus dos enemigos con los pies: ambos zancudos, hechos cuesta arriba, altos de cara. El tercero topaba con trote cochinero, deambulando de aquí para allá sin fijeza, y lo más curioso es que fue a peor. Con tal material, sólo porfía encomiable. El sexto perseguía con los cuernos a los pájaros y presentó al final más genio que bravura, necesitando que El Juli le bajara la mano para someter una embestida que pronto quedó en recuerdo.
Hubo espectacularidad en banderillas, tanto en los dos tercios que compartieron Padilla y El Juli como en los que cumplieron en solitario. Los barberos, fatal.
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