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Columna
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Poder altivo

Tiempo hubo en la capital de La Plana en que la derecha se distinguió por su cordialidad. Fue a principios de la pasada década, los socialistas con Lerma a la cabeza seguían gobernando en la Generalitat, y el PP acababa de desbancar con un puñado de votos a los del PSPV. En Valencia, y en aquella primera legislatura municipal de Rita Barberá, la historia era muy otra: Rita tuvo que bailar con la más desaliñada, es decir, con una coalición de Unión Valenciana que colocaba a la Alcaldesa, día sí y el otro también, en situación incómoda. Pero en Castellón era diferente: una corta mayoría absoluta le permitía a José Luis Gimeno dirigir los asuntos de la ciudad con relativa tranquilidad y cordialidad; esto último lo admitían más o menos abiertamente hasta sus adversarios políticos. El mapa político que dibujaron las urnas en los comicios locales y autonómicos favorecía esa cordialidad democrática, puesto que se dio un juego de contrapesos entre el poder local, en manos de la derecha, y el poder autonómico, cuyas riendas mantenía la socialdemocracia. Todavía quedan restos de esa cordialidad de antaño en algunos munícipes del PP que no pierden el tiento ni el saber hacer por muy absoluto que sea la mayoría electoral de que disfrutan.

Pocos años después, los votos ciudadanos llevaron a la derecha a las diputaciones y al gobierno autonómico, y consolidaron sus mayorías municipales en Castellón, Valencia y Alicante, tal y como les apetece enumerar a sus ideólogos y portavoces, tan familiarizados ellos con el provincianismo decimonónico, y tan alejados de una voluntad clara para articular política y socialmente el País Valenciano en el marco constitucional de la España de las autonomías. Fabra, en la diputación castellonense vendría a ser el paradigma de ese provincianismo trasnochado que, sin embargo, presume de no se sabe qué modernidad y qué progreso. Y casar la modernidad y el progreso con el provincianismo es como intentar cernir el agua o la nada. Para muestra valga el botón del aeropuerto fabriano; un aeropuerto que se queda más que descolocado apenas llegan, desde Valencia, los tímidos rumores de que se quiere organizar el territorio y construir un posible aeropuerto en Sagunto, que lo sería a un tiempo de Valencia y Castellón, por mucho que la altivez y el desdén provinciano se enquisten en afirmar lo contrario.

Y es que la altivez y el menosprecio al adversario que no milita en el PP, es cuanto caracteriza, con algunas excepciones, a nuestra derecha de mayorías absolutas. Parece como si hubiesen perdido cordura y compostura. Sin ir más lejos, la concejala de Servicios Sociales de Castellón envía a tomar viento fresco una razonada propuesta de la oposición munición sobre un hospital local con las palabras descompuestas de que ellos, el PP, tienen mayoría absoluta. Y eso en el ámbito municipal, que en el autonómico enrojece al más pálido la habitual desenvoltura y altanería con que alude en público Eduardo Zaplana a los miembros del PSPV, protagonistas, según el dirigente regional del PP, de todas las tramas organizadas de corrupción habidas y por haber. Mientras ellos, la derecha angelical, anda por nuestras calles desnuda y pura como la Justicia cervantina que el Manco describió en los tiempos dorados de El Quijote. Aunque tropieza Eduardo Zaplana con sus propias palabras. Y el discurso de la arrogancia choca frontalmente con la realidad de todos los Cartagena habidos y por haber. Porque el discurso de la soberbia no ennoblece la política, sino todo lo contrario.

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