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OBSERVATORIO ECONÓMICO
Columna
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Cómo preparar el siglo XXI

Puede que esté empezando a adquirir forma un nuevo modelo de crecimiento del siglo XXI. Un país -Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón o México- puede aprender algunas cosas de su propia experiencia. Pero podemos aprender todavía más de la historia económica de otros países. Por ahora, los cubanos y norcoreanos ya sabrán por la experiencia de Stalin y Mao que el sistema centralizado de planificación burocrática es un fracaso. No es la ideología la que habla; son los hechos entendidos gradualmente.

¿Cuál de entre una docena de países latinoamericanos mostraba los mejores resultados a finales de siglo? ¿Por qué languidecen en la Unión Europea los ex gigantes, Alemania, Francia e Italia? Al mismo tiempo, ¿por qué son curiosamente Irlanda, Finlandia, Gran Bretaña, Holanda y Dinamarca las naciones de eurolandia que más deprisa crecen?

'La inmensa fuerza laboral y unos salarios penosamente bajos convertirán a China en la segunda economía mundial'

Hace unos doce años, el nuevo modelo de Japón, SA, se habría considerado ejemplo ideal del crecimiento milagroso. Y, en efecto, entre los años 1950 y 1985, los países de la Cuenca del Pacífico, como Corea del Sur, Taiwan y Singapur, parecían prosperar imitando el sistema japonés de crecimiento impulsado por las exportaciones, importando tecnología occidental para ser utilizada por una fuerza laboral asiática con una alta formación académica, y todo ello orquestado al parecer por una conveniente mezcla de burócratas del Gobierno, empresas y banqueros, líderes de grandes entidades oligopolistas con bolsillos muy hondos en las que regía un proceso de toma de decisiones por unanimidad, y que hicieron caso omiso de la psicología de los precios de las acciones a corto plazo.

Desgraciadamente, desde 1989 la dependencia de Japón en el empleo de por vida en una empresa, la parálisis de su burocracia y la pasividad del Banco de Japón han convertido a su economía en la más estancada del mundo. Precisamente en la medida en que Corea y Singapur se han alejado del viejo modelo japonés, han sido capaces de recuperarse de las caídas de los mercados financieros incipientes.

¿Se puede aprender algo de la moderna experiencia china? Es demasiado pronto para saberlo. Puede que Mijaíl Gorbachov -ahora en retirada forzosa de la ex Unión Soviética- haya aprendido que, de poder hacer las cosas de nuevo, le convendría más proteger el despotismo político y utilizar primero la perestroika para demoler las inútiles fábricas estatales en favor de nuevas empresas mercantiles privadas. La historia no da a nadie una segunda oportunidad.

Es posible que las tasas de crecimiento del 7% o el 8% anunciadas por China sean en verdad sólo del 2% o el 3%. Aun así, su inmensa y formable fuerza laboral, partiendo de unos tipos salariales penosamente bajos, la convertirán en un futuro próximo en la segunda economía después de la estadounidense y por delante de la japonesa. Y puede que, dentro de diez o veinte años, una India revitalizada, que siga más o menos la pauta china, se sitúe en tercera posición. La capacidad total de estos gigantes seguirá siendo considerablemente menor que la de las naciones avanzadas de Occidente en riqueza real per capita.

Fíjense en que Chile es hoy el país de Latinoamérica con los mejores resultados. Paradójicamente, fue ahí donde actuó la cruel dictadura de Pinochet. El azar favoreció al pueblo chileno, que depuso con su voto al régimen militar. Sin embargo, muchas de las reformas del mercado, que los 'chicos de Chicago' habían maquinado bajo el látigo del fascismo económico, se conservaron en beneficio del Chile democrático.

He estado estudiando un informe de los catedráticos Richard Freeman, de Harvard, y David Card, de la Universidad de California. Llegan a la conclusión de que Gran Bretaña, que había llevado las de perder en la lotería del crecimiento durante la época laborista entre los años 1945 y 1979, es la nación europea que más ha avanzado hacia la organización de la producción económica por el mercado. Esto explica aparentemente por qué el moderno Reino Unido de Tony Blair sale ganando en PIB per capita en comparación con las vacilantes Francia y Alemania.

Consideren en detalle dos lecciones del Reino Unido. En 1850 era número uno en todas partes. Después, entre 1960 y 1979, cayó desde el tercer puesto entre las trece naciones más ricas hasta el duodécimo. (Cito a Card y Freeman: el proceso de reforma después de Thatcher 'ha conseguido que el Reino Unido sea más favorable al mercado que sus rivales europeos... (poniendo fin) a los declives del PIB per capita... (y) al contrario que sus rivales europeos, Gran Bretaña fue capaz de registrar una elevada tasa de empleo-población con un aumento de los salarios reales de los trabajadores').

¿Por qué pierden terreno Francia y Alemania? Su gente trabaja menos horas por día. A diferencia de Dinamarca, donde los sindicatos no se oponen a los despidos necesarios, las inflexibles relaciones laborales en Alemania y Francia impiden la reducción de pérdidas inevitable en un mundo globalizado y dinámico. Las muchas y efímeras victorias sindicales en estos países no han hecho sino acelerar el proceso de tener que trasladar permanentemente la producción a otra parte.

Sorprendentemente, Holanda, que tenía las medidas gubernamentales socialdemócratas más fuertes en las décadas que siguieron inmediatamente a 1945, ahora tiene tasas de desempleo más bajas que las de Estados Unidos. No creo que Finlandia, Irlanda, Dinamarca y otros 'ganadores' actuales de la UE se sientan cautivados por la cultura estadounidense moderna. Más bien se da el caso de que los enérgicos repuntes del crecimiento en la década de los noventa son en gran parte mérito del sindicalismo no militante que prevalece en Estados Unidos. Lo que funciona en un continente, funciona en los demás. Lo que no funciona en A, probablemente no funcione en B.

Como saben los jóvenes, es más excitante estar en uno u otro polo de la ideología. El estar en medio puede parecer bastante aburrido. La gente se cansa de oír hablar del 'término medio' aristotélico.

La buena vida no se consigue con discursos dramáticos o desfiles pretenciosos. De momento, en lo que respecta a la economía, no hay a la vista nada más prometedor que la limitada democracia del bienestar.

© 2002, Los Angeles Times Syndicate International, una división de Tribune Media Services.

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