La incursión de Calatrava en el vino
'Los arquitectos lo juzgan ingeniero; para los ingenieros es primordialmente escultor; y entre los escultores es sólo un arquitecto'. Con estas palabras comenzaba el crítico de arquitectura de EL PAÍS, Luis Fernández-Galiano, la semblanza de Santiago Calatrava el día en que recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1999. Cualquier visitante que acuda a la bodega Ysios, de Laguardia, diseñada por el valenciano, podrá comprobar cómo las tres disciplinas se aúnan en este chateau del tercer milenio.
Aunque la inauguración oficial de la construcción, propiedad de la firma Bodegas y Bebidas, S.A., está prevista para el próximo mes de septiembre, Ysios está ya en pleno funcionamiento con las correspondientes visitas guiadas desde el pasado 18 de marzo. Evidentemente, los responsables insisten en las innovaciones que aporta la bodega en la vinificación, además de ensalzar el mimo con el que se lleva cada uno de los procesos que van desde la vendimia al embotellado.
Pero hay otras lecturas de esta aportación con aires de Gaudí al paisaje de la Rioja Alavesa: el papel de la arquitectura en los nuevos centros de peregrinación que son las bodegas, su capacidad de aportar nuevas ideas constructivas desde el respeto máximo por el proceso de elaboración del vino y su integración en un marco natural sin estridencias.
Quizás este último aspecto sea el que mejor vincule a Ysios con la escultura. Situada justo bajo la sierra de Cantabria, frente a la colina donde se levanta la villa de Laguardia, el edificio se presenta como una sorpresa en ese límite donde terminan las plantaciones de viñas y comienza el bosque bajo de las faldas de la sierra.
En una tierra salpicada por dólmenes, con el poblado de La Hoya, de la Edad de Hierro, a unos centenares de metros, Ysios se aparece como la aportación monumental de la edad contemporánea. La elección de las sinuosidades de las curvas (desde la planta a la cubierta) contrasta con las aristas de las rocas de caliza que le cubren la espalda. Y no hay que olvidar el juego de materiales entre el aluminio, el hormigón, el agua de los estanques y la madera de cedro que recubre la fachada principal.
Cuando el interesado se va acercando a la bodega, que ya ha visto brillar desde la carretera en uno de los días soleados de la Rioja Alavesa, se encuentra con una edificación atrevida, que recuerda la forma de un ave con las alas abiertas. La construcción está concebida linealmente, con una continuidad que resaltan aún más los accesos desde los testeros, que se presentan como el primer paso y el último de la cadena de elaboración del vino. Los muros Norte y Sur son dos líneas sinusoides que se perciben en el exterior, pero también en alguna zona del interior, lo que supone una de las singularidades de Ysios frente a otras bodegas que cuentan con dependencias, depósitos y barricas similares.
Estos dos muros, de 196 metros de largo, tienen una separación de 26 metros entre ellos. Para que esta configuración soporte una cubierta como la diseñada para Ysios (con ese dentado de aluminio) es necesaria una estructura de vigas como la que sorprende al visitante nada más entrar por la puerta Oeste, la que sirve como recepción de la vendimia.
Son vigas de madera laminada de abeto nórdico de 32 metros de longitud, que llegan a los 42 en la parte central, donde se encuentra el pórtico avanzado que funciona como entrada principal y da acceso a la sede social en la planta baja y a un comedor para 42 personas en la primera, con unas excelentes vistas a Laguardia. Esta estructura, que se construyó en la propia bodega, es un deleite para cualquier ingeniero.
Eso sí, Calatrava se ha ceñido en la distribución interior a las necesidades de una bodega. El trabajo del arquitecto ha tenido en cuenta las escasas necesidades de luz que necesita la elaboración del vino. Sólo en la planta central, la que alberga las 2.000 barricas (está prevista para acoger hasta 4.000), se cuelan los rayos de sol atenuados por el filtro de dos cristaleras. No hay ningún problema para el vino, ya que las barricas están protegidas por un sistema de climatización que mantiene una temperatura constante de 16º y un 80% de humedad.
Los estanques de la entrada, con una profundidad de 30 centímetros y recubiertos de trencadís, ese mosaico de azulejo partido que es la deuda de Calatrava con Gaudí, reflejan la fachada sinusoide recubierta de láminas de cedro. Se crea así una imagen de gran cuba de madera, esencia de la bodega de Rioja.
Ysios se presenta como una de las primeras bodegas de esta denominación de origen que ha optado por un continente acorde con el atrevimiento, la singularidad y el cuidado con los que se elabora el contenido. Y al mismo tiempo apuesta por esa nueva faceta que han emprendido las firmas riojanas vinculada a la explotación turística de sus propiedades. La entrada cuesta 3 euros, mientras que las comidas, previa reserva en el teléfono 945 600640, tienen un precio aproximado de 42 euros.
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