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Entrevista:PETER STRIEDER | Senador de Urbanismo de Berlín

'Las ciudades europeas necesitan inmigrantes si quieren mantener su vida económica'

¿Puede una buena planificación urbanística acabar con los guetos étnicos de una ciudad e integrar a la población marginada? Sí, aunque esto sólo es posible si la planificación va acorde con políticas sociales atrevidas y se impulsa sin complejos la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones. Así lo cree el senador de Urbanismo de Berlín, Peter Strieder (Núremberg, 1952), alma máter del laboratorio de las culturas en que se ha convertido la capital alemana tras la unificación y donde conviven personas de más de 180 nacionalidades. El viernes participó en las I Jornadas de la Inmigración, celebradas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

Pregunta. Berlín está logrando sacar de la degradación los barrios más antiguos en los que tradicionalmente se han instalado los inmigrantes. ¿Cuál es la receta?

'Barcelona nos ha enseñado la importancia de las plazas públicas como lugar de reunión'

Respuesta. Hemos inculcado el concepto de ciudad social entendido no como una ciudad donde las personas viven de la ayuda del Estado, sino en que las personas tienen protagonismo en la toma de decisiones. Los 17 barrios más degradados de la ciudad se han sumado a un proyecto en el que se obliga a los vecinos a tomar decisiones sobre el futuro del barrio y ello les hace sentirse integrados y orgullosos de residir allí.

P. ¿Y esto cómo se concreta?

R. Una de las ideas ha sido dotar a cada barrio con medio millón de euros que se destinan a lo que deciden los vecinos, ya sea seguridad, clases de refuerzo para los niños o a crear una zona verde. Se trata de que vean que su opinión cuenta y que ellos pueden ser capaces de gestionar el lugar donde viven.

P. ¿Y en este nuevo marco de relaciones con los ciudadanos, qué papel se reserva para las instituciones locales?

R. Desde el gobierno municipal se impulsa mucho la importancia de los espacios públicos, ya sean parques, escuelas o plazas. Hay que darles vida, hacer que los ciudadanos sientan como propios estos espacios.

P. ¿Cuáles han sido los grandes problemas que ha tenido que afrontar Berlín en la integración de inmigrantes?

R. Algunos barrios del centro de la ciudad tienen un índice de población inmigrada superior al 40%, algo que hace que las clases medias autóctonas intenten prosperar para abandonar el barrio e irse a la periferia, donde esperan vivir mejor. Hemos intentado paliar la situación creando más y mejores escuelas en estos barrios, más zonas verdes y una mejor red asistencial.

P. ¿Y se ha conseguido?

R. Los barrios han comenzado a ser más atractivos para las clases medias, que han apreciado las ventajas de vivir en el centro, algo que creo que también ocurrirá en el Raval barcelonés.

P. ¿Cree acertada la apuesta del Ayuntamiento de Barcelona de esponjar el barrio del Raval derribando manzanas enteras de casas?

R. En Berlín hemos derruido barrios enteros. Lo requería la situación de sus viviendas y las nuevas necesidades. No conozco suficientemente bien la esencia del Raval, pero el hecho de que en este barrio hayan construido algo como el Centro de Cultura Contemporánea y otros equipamientos me parece una buena idea para abrirlo a la sociedad.

P. Barcelona, como Berlín, perdería población si no hubiera inmigrantes. ¿Es compatible la llegada de nuevos ciudadanos con el bienestar y la paz social?

R. Sí, absolutamente. Muchas grandes ciudades están perdiendo población a causa de la baja natalidad y de la huida de las clases medias a la periferia. Estas ciudades necesitan inmigrantes si quieren mantener su estructura y su vida económica, aunque hay que garantizar que la población autóctona la acepte.

P. ¿Qué puede exportar Barcelona de su modelo de integración de inmigrantes?

R. Barcelona ha enseñado a las ciudades europeas la importancia de las plazas como lugar de reunión y de identificación de los ciudadanos con su barrio.

P. ¿Y esto es suficiente para la integración?

R. No. Una teoría urbanística de la década de 1980 con mucho éxito en Alemania decía que los pisos viejos y los patios de vecinos degradados y húmedos favorecían el auge del fascismo. Durante un tiempo se ha seguido al pie de la letra, aunque creo que de poco sirven las actuaciones urbanísticas si no se acompañan de políticas sociales y de participación.

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