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Tribuna
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El interrogante de la danza

Este año se cumple el vigésimo aniversario de la institucionalización del Día Internacional de la Danza. Veinte años desde que el Instituto Internacional del Teatro de la Unesco tomase en consideración la propuesta del maestro ruso Piepor Gusev de Leningrado de reflexionar sobre el nuevo arte y a su vez rendir homenaje al gran innovador del ballet clásico, Jean Georges Noverre que había nacido un día como mañana de 1727.

Los días internacionales son el santoral laico de nuestro tiempo. Fechas para la celebración, pero también días para la reflexión. Son palancas sobre las que se apoyan los cambios. Cambios que en la danza han sido intensos en la última década y que se incardinan en las corrientes vanguardistas como una realidad cotidiana y dinámica. Me refiero obviamente a la danza contemporánea. Esa transfiguración que ha sido capaz de romper la rigidez y la convención de la que partía y que en su continua expansión aún no ha encontrado sus límites.

Al igual que los compositores descubrieron las nuevas posibilidades de la atonalidad o los pintores han plasmado sus universos creativos a través de la abstracción, los coreógrafos se han asomado a la nueva realidad, desde la introspección individual.

La danza contemporánea salió del pozo clásico de la estética por la estética para buscar nuevos caminos. Nuevos caminos que se hacen eco de los trances en los que se mueve la realidad social, sea ésta la globalización o las diferentes crisis sociales que afectan al primer mundo. En ese diálogo constante con el entorno, la danza, no busca una situación de predominio, antes al contrario, su objetivo es el diálogo perseverante con otras disciplinas que, como la literatura, las artes plásticas, el teatro o la arquitectura refuerza el firme valor de la innovación como un caminar lento que asiente nuevas propuestas.

El cuerpo, ese motor sobre el que se ha movido la danza, dialoga con la realidad, con el público. Se despoja de sus vestiduras estéticas individuales para conformar un conjunto que punce en el espectador, que no lo deje inmóvil en su butaca, que pueda abrirle otros campos de reflexión. Es la estética que abandona la espectacularidad para ofrecer una cohesión entre la obra y la realidad. Diálogo insistente que se convierte en reflejo del entorno en el que nace, en una imagen fiel de la sociedad que envuelve su concepción.

Superados los clichés tradicionales que encorsetaban su libertad de movimientos, los creadores han conseguido una nueva página en blanco sobre la que plasmar sobre un escenario su horror ante las miserias de nuestro tiempo, el desconcierto ante las paradojas que a diario surgen o su placer por descubrir rincones de felicidad en medio del caos en el que transcurre nuestra existencia. La danza ha conquistado su propia libertad. La libertad del ser humano.

La danza, en su generación de nuevos lenguajes, ha arrinconado la vetusta imagen de una expresión artística que parecía anclada en el tiempo. Afortunadamente, ha dejado de ser pieza de museo. Ha dejado de ser el complemento ideal en el que los palcos y las butacas decimonónicos rivalizaban por exhibir elegantes vestidos enjoyados acompañados de antiparras y quevedos.

La danza contemporánea es atrevida, arriesgada, incisiva, punzante. Es el reflejo de una sociedad que busca con tenacidad espacios, diálogos y reflexiones. Continúa en los teatros, pero ha salido también a las calles y plazas, a las naves industriales, a los parques. En su interés por descontextualizarse ha abrazado de lleno la realidad circundante.

Todo se ha producido con rapidez. Las actuales propuestas se han alejado no solo de las posiciones decimonónicas, sino que en su inflexible renovación surgida a partir de las vanguardias de los años setenta, se ha separado de lo fabricado hace quince años.

A este ir y venir de propuestas artísticas, no ha sido ajena la Generalitat Valenciana. Nuestra apuesta decidida por la renovación artística entrañaba intensos riesgos que quisimos compartir con los verdaderos protagonistas de este día, los coreógrafos. A su alcance hemos puesto el Centro Coreográfico o el Festival Dansa València. Y a ellos continuará la Generalitat dándoles su apoyo y consideración para que prosigan en la recreación metafórica de la realidad. Una realidad sobre la que seguiremos interrogándonos con sus propuestas.

Antes de que existiera la planificación de los Institutos contemplados en el proyecto de Promoción Cultural del Gobierno Zaplana para la Generalitat Valenciana (Música, Cine, Teatro, etc), la danza era la cenicienta de las Artes. Ahora es entre nosotros un Arte en plenitud, que desarrolla su propia personalidad junto a las demás Artes, que tiene su voz propia y que afronta un futuro de profesionalidad abierto en la base a nuevas vocaciones y a la demanda social y que se relaciona y codea con los mejores interlocutores, no solo en el conjunto de España sino también en el ámbito internacional.

Consuelo Ciscar Casabán es subsecretaria de Promoción Cultural.

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