La generación de 1914
Con el comisariado conjunto de los profesores María Dolores Jiménez Blanco y Eugenio Carmona, esta exposición vuelve sobre lo que fue el singular, complejo y apasionante fenómeno de la modernización artística de nuestro país, tal y como se produjo durante las primeras décadas del siglo XX. La clave argumental de esta propuesta consiste en reivindicar la presencia de una generación ubicada entremedias de las muy asentadas del 98 y el 27, lo que, usando el método orteguiano de renovación generacional cada tres lustros, tiene pleno sentido cronológico. Por otra parte, los responsables de la iniciativa no han querido prescindir de todos los elementos que configuraron esta enredosa trama, con lo que no sólo cuentan con nuestros vanguardistas más internacionales, como Picasso, Gris o Julio González, sino también con los de gravitación local; con los vanguardistas extranjeros residentes en la España neutral durante la Primera Guerra Mundial; con los regionalistas no académicos y con cuantos, de alguna manera, se involucraron en la renovación del arte español desde las posiciones más diversas. Esto explica que estén representados en la muestra 35 artistas diferentes, lo que, dada la acotación cronológica, revela el esfuerzo llevado a cabo, un esfuerzo que no se puede ceñir sólo al número, porque, quien repase la lista, encontrará un montón de nombres muy relevantes, además de los citados, como los de Gargallo, Miró, Torres García, María Blanchard, Diego Rivera, Sonia Delaunay, Francis Picabia, Rafael Barradas, Gutiérrez Solana, Celso Lagar, Vázquez Díaz, Castelao, Manolo Hugué, Sunyer, Togores, Romero de Torres, Arteta, los Zubiaurre, etcétera.
LA GENERACIÓN DEL 14, ENTRE EL NOVENCENTISMO Y LA VANGUARDIA (1906-1926)
Fundación Cultural Mapfre Vida Avenida del General Perón, 40 Madrid Hasta el 16 de junio
Como quiera que la transición
democrática española, que permitió la consideración sin trabas de la vanguardia histórica de nuestro país, coincidió con la crisis definitiva del vanguardismo internacional, iniciador de una revisión del arte del XX menos dogmática y excluyente, durante los últimos veinte años han proliferado muestras locales que se han beneficiado de estas simultáneas nuevas y más abiertas formas de analizar el arte de nuestra época. En esta actitud se inscribe la exposición que ahora nos ocupa, que, según esta renovada horma crítica, no tiene inconveniente mezclar nombres que antes se consideraban incompatibles entre sí, aunque, en efecto, pertenecieran a la misma generación, país, cultura y medio. Desde esta perspectiva conceptual, la exposición de La generación del 14 no tiene tacha, se comparta o no el señuelo académico de la reivindicación generacional en sí o la forma concreta de plantearlo. Otra cosa es la traslación de este planteamiento conceptual a los términos de una muestra temporal que ha de ilustrar, con nombres y obras, la tesis, sobre todo, cuando, como es el caso, sus autores, de probada solvencia académica en la materia, se han exigido quizá demasiado. De todas formas, aunque, por todo lo dicho, cabría sacar punta a las ausencias o a las desigualdades de la obra que se exhibe de los sí representados, semejante actitud me parece personalmente inadecuada, no sólo por la mezquindad de no saber valorar y disfrutar lo que hay, que es muy meritorio, sino, todavía peor, por no apreciar la invitación intelectual que se nos hace a reflexionar sobre nuestro pasado artístico más reciente más allá de los tópicos establecidos. Por todo ello, considero que esta exposición arroja un saldo muy positivo, tanto desde el punto de vista instructivo como desde el deleitable, cualidades que concurren pocas veces juntas en una exposición sobre arte, aunque resulte paradójico.
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