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Reportaje:

Pequeños superhéroes sin capa

50 niños menores de 15 años viajan hasta París en recompensa por dedicar su tiempo a los demás o salvar una vida

Montse Roble se traga las lágrimas cuando habla de su hija. Recuerda que fue hace tres años, pero el tiempo no le deja olvidar. A su lado, su pequeña Iris, de 10 años, mira hacia otro lado. La timidez le impide contar su propia historia. La madre relata que fue su gran apoyo cuando la operaron de la columna.

Esta niña barcelonesa es uno de los 50 chavales que ayer salieron desde el aeropuerto de Barajas rumbo a París. Allí llamarán a la puerta del castillo de la Bella Durmiente y le darán la mano a Mickey Mouse en Disneyland París, porque son héroes de las calles, sin capa ni alas, pequeños salvadores de otros aún más chicos e indefensos que ellos, pero también de los mayores.

Son los ganadores del Premio Niños para un Mundo Mejor. Este galardón es una recompensa para los pequeños que han hecho alguna hazaña, que cuidan a sus hermanos porque sus padres están impedidos o que participan activamente en organizaciones no gubernamentales (ONG).

'El niño echaba burbujas por la boca. Me asusté. Me tiré sin pensarlo', cuenta Eliott, de 11 años
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La madre de Iris cuenta cómo su hija estuvo a su lado en los momentos más duros de su vida. 'Quedé muy mal después de operarme de la columna; yo creía que me moría. Cogí una infección en el quirófano, pero mi familia creía que no estaba tan mal, que lo que me pasaba era psicológico. Quería que me operaran de nuevo, pero el médico se negó. Cada vez estaba peor. Ya no podía andar, y perdí el habla'.

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Montse ya no puede tener hijos y siempre lleva una faja ortopédica porque tiene discapacitado el 65% de su cuerpo. Demandó al hospital por el resultado de su primera operación. Iris, que entonces tenía siete años, fue la única que estuvo a su lado en todo momento, la única que creyó que debían operarla otra vez. 'Convenció a toda la familia para meterme de nuevo en el quirófano. Ella me lo hacía todo, y luchó contra todos para conseguir que me operaran otra vez. Ahora estoy mucho mejor gracias a ella. Iris me ha dado ganas de vivir', dice Montse orgullosa.

Los 50 niños, de 10 comunidades autónomas, fueron elegidos entre 3.000 chavales de entre siete y 15 años que se presentaron al premio, otorgado por la ONG Mensajeros por la Paz, la empresa de comida rápida McDonald's y la compañía Iberojet, con la colaboración de Disneyland París.

Los niños sólo piensan en divertirse. Lo demostraron ayer antes de embarcar en Barajas, hablando los unos con los otros sin apenas conocerse, jugando por los pasillos y estorbando a los demás pasajeros mientras hacían cola para facturar. Pero para sus familiares siguen siendo héroes.

Lorena, de 14 años, estaba sola en su casa de San Vicente (Alicante) con su hermana de 18 meses cuando un cortocircuito originó un incendio. 'Yo estaba en el aseo y mi hermana en el comedor. Estaba rodeada de llamas. Cogí unas mantas, las mojé y la envolví', relata. La casa quedó destrozada. 'Menos mal que esta semana se va a olvidar de todo', suspira su madre, Manuela. 'Su abuela murió hace tres semanas, y la pobre lo ha pasado fatal. Ha sido una desgracia tras otra. Este viaje al menos la alegra', añade.

La madre de Evelyn (Las Palmas de Gran Canaria), de 12 años, no cuida de ella. Es ella la que cuida a su madre, ciega por culpa de la diabetes, y a su padre, incapaz de mover las piernas después de un accidente. Antes de ir al colegio, deja la casa recogida y lava a sus padres. Cuando vuelve, comen juntos el almuerzo que la niña prepara la noche anterior. Aun así, saca buenas notas. No como Isabel, a la que no le van bien los estudios pero que con sólo 14 años es otra superheroína. Cuida a sus cinco hermanos, tres de ellos con enfermedades (síndrome de Down, enanismo y una enfermedad neurológica degenerativa) en una casa en la que sólo entra el sueldo del padre, también enfermo. Isabel no tiene tiempo de hacer sus propias tareas porque es la profesora de sus hermanos. Todos llegan con los deberes bien hechos menos ella.

Estos niños no se dan cuenta de la emoción y el agradecimiento que despiertan. Cuentan sus historias de la forma más natural: 'El niño echaba burbujas por la boca. Me asusté. Me tiré sin pensarlo. Luego se tiró mi padre y lo dejamos en el suelo. Después vinieron a reanimarlo'. Quien habla es Eliott, un valenciano de 11 años que salvó a un crío de cinco que se ahogaba en una piscina. Puede que algún día Eliott se dé cuenta de por qué los padres del niño al que salvó lloraron desconsolados al conocer su heroicidad, por qué, al día siguiente, le buscaron por toda la ciudad sólo para regalarle bombones.

Un payaso en el hospital infantil

Diego vive en Madrid, tiene 15 años y una enfermedad crónica. Eso le obliga a pasar largas temporadas en el hospital. Cuando está ingresado y no se encuentra demasiado mal, se disfraza de payaso. Se pasea con la nariz roja por las habitaciones de otros niños para que se olviden de su enfermedad. Diego nunca pensó que iba a conseguir por eso un viaje a Dis-neyland París. Y tampoco que se realizaría el mayor sueño de su vida: tener un ordenador portátil. La fundación Pequeño Deseo le regaló uno, y le compró un disfraz de payaso. El actor Emilio Aragón se lo entregó en mano. Este niño es por sí mismo una pequeña ONG. No es el único. Diana, María Dolores, Iván (los tres alicantinos) y la ecuatoriana María Gracia también viajaron hasta París gracias a su colaboración desinteresada con Cruz Roja. Dos pontevedresas de 15 años, las dos llamadas Silvia, llevan a cabo campañas de solidaridad entre sus compañeros de curso y participan en la recogida de material y fondos para países suramericanos. Carlos, de Madrid, y Juanvi, de Valencia, no se han ido tan lejos para ayudar a alguien. El primero, de siete años, tenía cuatro cuando donó parte de su médula ósea a su hermana. Le salvó la vida. Después de la operación pasó varios días en una silla de ruedas, pero siempre pedía que le subieran a la habitación de su hermana para animarla. Juanvi, de nueve años, también tiene una hermana enferma por un problema de corazón. Y sus padres también le consideran un héroe, porque les ayuda a cuidarla, se ha mudado de habitación para que la niña esté más cerca de sus progenitores y se pasa las horas muertas buscando en los libros un remedio que la cure.

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