El primer ejemplar del nuevo orden de insectos fue descrito por españoles en 1997
Una expedición encontró este año ejemplares vivos de Mantophasmatodea en Namibia
En el siglo XX se descubrieron muchos seres vivos nuevos, pero insectos tan distintos a los demás que necesitaran un nuevo cajón biológico no se habían encontrado desde 1914. Ahora, científicos alemanes han propuesto un nuevo orden de insectos, cuyo primer estudio fue hecho por entomólogos españoles en 1997.
A pesar de numerosos trabajos publicados los investigadores no han conseguido apoyos
Hace unas semanas, una expedición científica en Namibia anunció en la capital el hallazgo de unos insectos vivos en ese país que desafiaban cualquier clasificación, por lo que correspondía establecer nada menos que un nuevo orden de insectos para albergarlos. Los seres vivos se clasifican de arriba abajo por orden, familia, género y especie, además de otras divisiones superiores. Este anuncio informal (ver EL PAÍS del 20 de marzo) ha sido seguido de una publicación mucho más formal, en la revista Science (19 de abril) en la que especialistas alemanes y daneses han presentado estos insectos como pertenecientes al nuevo orden de los Mantophasmatodea, y los han clasificado en dos géneros y tres especies. En realidad, lo que han presentado son los ejemplares que ya tenían estudiados con anterioridad, todos ellos muertos y procedentes de museos, entre los cuales hay ejemplares fósiles conservados en ámbar y ejemplares recientes. Los insectos vivos encontrados en Namibia todavía no han sido estudiados con detalle, pero los científicos que los encontraron iban buscándolos sobre la base del estudio ahora publicado.
Enigmático
Lo curioso de esta historia de descubrimientos es que el primer paso lo dieron dos científicos españoles y uno francés, que en 1997 publicaron en el Boletín de la Sociedad de Entomología de Francia el primer estudio de uno de estos insectos, que les resultó tan extraño que titularon su trabajo: 'Descripción de un enigmático insecto procedente de ámbar del Báltico'. Los dos autores españoles, Antonio Arillo y Vicente Ortuño, que obtuvieron su ejemplar de un coleccionista polaco que periódicamente les presenta muestras para su estudio, no pudieron ir más allá por falta de medios, según reconoce Arillo. Ahora están viendo cómo un equipo alemán ha desarrollado aquel primer estudio, completándolo con el hallazgo de otros ejemplares fósiles y no fósiles en museos de varios países, hasta llegar a la certeza de que se trata de un nuevo orden de insectos, todo un acontecimiento en el mundo de la entomología.
El principal investigador-explorador ha sido Oliver Zompro, estudiante de doctorado en el Instituto Max Planck de Limnología (Alemania) y firmante, junto a su director Joachim Adis y dos científicos daneses, del artículo de Science. Zompro inició el estudio de estas criaturas tras leer el artículo de Arillo, Ortuño y André Nel, a los que dio el reconocimiento debido cuando en 2001 se animó a bautizar estos insectos del ámbar del Báltico como un nuevo género y especie, Raptophasma kerneggeri y publicó el correspondiente artículo Ahora, tras ampliar su estudio a ejemplares recientes encontrados en museos, ha englobado este género en el nuevo orden.
Arillo, que está en contacto con Zompro, cree que éste ha actuado correctamente. 'Un científico cuando publica lo hace para que su trabajo pase a dominio público', asegura. 'Zompro ya reconoció nuestro trabajo el año pasado, y en este nuevo artículo nos cita igualmente. Nosotros vimos que era un bicho muy, muy extraño, un depredador, pero no teníamos dinero para ir recorriendo museos de otros países y poder avanzar en la investigación'. Arillo reconoce que el equipo alemán mantuvo en absoluto secreto la última parte de sus investigaciones, las que llevaron al espectacular hallazgo de ejemplares vivos en Namibia, algo similar a lo que supondría 'encontrar dinosaurios vivos o al hallazgo del celacanto, que se suponía extinguido', comenta el entomólogo Miguel Angel Alonso Zarazaga
El nuevo orden es por ahora el menos numeroso de los 31 existentes. En total, se conocen 1,2 millones de especies de insectos, que suponen el 80% de los seres vivos.
La siguiente fase de la investigación va a ser analizar el ADN de los ejemplares vivos para hallar la relación de estos insectos con los demás. Los órdenes que se encuentran más cercanos, según los especialistas, son las mantis, los insectos palo y los grilloblátidos, un pequeño grupo de insectos tropicales. Arillo, personalmente, apuesta por los insectos palo.
Los insectos actuales tienen los ojos mucho más pequeños que los fósiles, algo para lo que todavía no existe explicación, ya que los ojos grandes son típicos de los depredadores. La antigüedad de los fósiles es de 45 millones de años y no se han encontrado más insectos en el registro fósil hasta los actuales, que se mueven mucho más rápidamente que las perezosas mantis, lo que sí se explica por su carácter depredador. Los ojos no son lo único que ha cambiado. El ambiente del Báltico en esa época era un bosque de coníferas, mientras que en Namibia se trata de un ecosistema abierto y seco.
Ni Arillo ni Ortuño, a sus 38 años y a pesar de que añaden a este artículo decenas más en buenas revistas, han conseguido insertarse en el sistema español de ciencia y tecnología, como tantos otros investigadores jóvenes españoles. Arillo es profesor de enseñanza secundaria en Madrid y su dedicación a la entomología es voluntaria -sin remuneración alguna ni posibilidad de acceder a fondos públicos- a través de la Universidad Complutense, donde se doctoró. Ortuño ha pasado por varias situaciones temporales en universidades y actualmente se encuentra en la de Murcia.
Viaje al pasado sin alforjas en el ámbar de Peñacerrada
El yacimiento de ámbar de Peñacerrada (Álava) es uno de los más importantes del mundo entre los que contienen inclusiones biológicas, sobre todo de insectos. Como data de hace unos 113 millones de años, las criaturas que en él se encuentran son contemporáneas de los dinosaurios. Es más antiguo que el ámbar del Báltico, en el que se descubrió el primer ejemplar del nuevo orden de insectos Mantophasmatodea (unos 50 millones de años) y que los célebres yacimientos de ámbar de la República Dominicana (sólo 15 millones de años). Descubierto hace unos años, hasta la fecha se han encontrado 1.500 inclusiones, su importancia está reconocida y ha provocado una oleada de interés mundial. Pero los fondos disponibles para su estudio, que coordina el Museo de Ciencias Naturales de Álava, son todavía muy escasos. Antonio Arillo, Vicente Ortuño, Xavier Martínez Delclós y Enrique Peñalver son los especialistas españoles que lo están estudiando, en colaboración con otros internacionales, y ya son numerosos los artículos que han publicado sobre este riquísimo yacimiento en las principales revistas científicas del sector.
De los cuatro investigadores, sólo Martínez Delclós, especialista en himenópteros, pertenece a un centro de investigación (la Universidad de Barcelona). Los otros tres, aunque reconocidos por la comunidad científica (son autores de numerosos artículos sobre insectos fósiles) tienen un muy difícil acceso a los normalmente escasos fondos públicos dado que el sistema español de ciencia y tecnología no ha encontrado hueco para ellos y las instituciones implicadas no se ponen de acuerdo sobre cómo paliar la penuria de fondos para estudiar y poner en valor un yacimiento posiblemente comparable, en su género, al de Atapuerca en paleontología humana. Arillo quiere recalcar que siempre se han negado estos investigadores a
vender
su trabajo como una forma de obtener material genético de las criaturas que quedaron atrapadas en el ámbar, un tema muy de moda en las últimas décadas. 'Los fósiles en el ámbar no contienen ADN', afirma Arillo. 'Todos los estudios que se publicaron hace unos años en los que se afirmaba que se había conseguido extraer ADN se han desmentido y los expertos en ADN antiguo subrayan que no se puede extraer de muestras de más de 100.000 años de antigüedad'.
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