Socialismo de bolsillo
Jospin representaba el socialismo de bolsillo que todavía se agarra como puede a la idea de socialdemocracia: ha perdido las elecciones a presidente de la República, y su carrera. Le ha ganado 'el paracaidista Le Pen'. Vivía yo en París cuando alcanzó con ese nombre su primera gloria: torturaba y mataba a indochinos y argelinos. Tanto, que destacaba sobre los demás. Formó parte de la Organización del Ejército Secreto (OAS), que iba a dar desde Argelia el golpe en Francia, como los generales españoles lo dieron desde Marruecos. Lo perdieron, a pesar de la debilidad demócrata, quizá por una razón muy sensata y nada idealista: costaban más las guerras coloniales que perder los territorios de ultramar. Fue el verdadero descubrimiento del antiimperialismo: como tantas cosas, una torsión semántica, la creación de un imperio administrado por sus propias víctimas, abandonado cuando la técnica y la ciencia hicieron que la mano de obra, ni esclavista, mereciera la pena, y ahora combatido cuando los esclavos suplican que les dejemos volver a serlo en nuestro territorio.
La extrema derecha, tan anticuada como el propio Le Pen, es la que los combate, les pega palizas, los impulsa a robar y a dormir al sereno para volverles a pegar o a matar. Ése es el tipo que disputará la segunda vuelta a Chirac, que es una derecha con el lenguaje adecuado, que pretende lo mismo pero con unas leyes.
Le Pen quiere que Francia salga de Europa, que se elimine a los comunistas -sin apenas votos en las elecciones-, que regrese el franco como moneda. No tiene oportunidades: muchos le han votado como voto contra el sistema; muchos no han votado. El socialismo de bolsillo representa una derecha que lo hace peor, porque no tiene la tradición de poseer, mandar y dominar. Y de cuando en cuando acentúa la corrupción, como Mitterrand, que ni siquiera era socialista: se hizo porque necesitaba un partido viudo con el que casarse, una vez que el partido radical del que procedía prefería a Mendès-France. Que hubiera sido presidente de no ser judío; como no pudo serlo Gaston Monnerville porque era negro de las Antillas. Le Pen perderá, y quizá se acabe su carrera: su forma de fascismo se llama ahora democracia y libertad, y la representan Bush, Sharon, quien sea. Ya no se mata con cuchillos y porras.
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