'Ilegalizar' al PSOE
Dicho sea en sentido figurado. Pero dicho sea. Hablamos, cómo no, de la propuesta del PP para lograr la ilegalización de Batasuna. A pesar de que uno sienta la tentación de despachar el asunto recurriendo a la tan batasúnica tradición de considerar la ilegalización una consecuencia más del conflicto político que vive Euskal Herria y orkonpon (cual pueda ser la explosión de sendos coches bomba en Getxo y Madrid, no sé si me explico). Aunque uno sienta la tentación de responder a las imperiosas demandas de solidaridad provenientes de la organización objeto de los afanes ilegalizadores del Gobierno español recurriendo a la muy batasúnica costumbre de abstenerse de opinar sobre el asunto (como en el caso de los asesinatos de concejales: una cuestión sin duda opinable, ya me entienden). Y es que, desde sus primeros pasos el mundo político y social que se articula en derredor de lo que hoy es Batasuna no ha dejado de hacer méritos para que le sean devueltas con creces dosis masivas de su propia medicina, compuesta básicamente por desdén y distanciamiento ante la situación de quienes no forman parte de su mundo.
¿Ilegalizará el Gobierno, perdón, los jueces, a Batasuna? Con toda seguridad, se darán los primeros pasos en esa dirección. No ha dejado de repetirlo el presidente Aznar: 'Yo espero y deseo que, en su momento, se produzca la ilegalización de Batasuna. No tengo ninguna duda al respecto ni manifiesto ninguna reserva'. La cosa no es tan difícil: definido el objetivo, la cosa es ir ajustando el texto legal, con la complacencia de los magistrados afines, hasta que todo encaje. Otra cosa es que esos primeros pasos tengan consecuencias legales en el futuro. No sería la primera vez que decisiones de una instancia judicial contra alguna de las organizaciones que componen el MLNV han sido revisadas y desestimadas por instancias superiores. Porque, aun cuando sea cierto que una mayoría de los actuales activistas o colaboradores de ETA han podido pertenecer a alguna de esas del MLNV, no es menos cierto que son una minoría las personas que, militando en tales organizaciones, acaban formando parte de ETA. La diferencia es importante.
En cualquier caso cada día que pasa estoy más convencido de que la cuestión de la ilegalización de Batasuna tiene tanto que ver, en la agenda política del Partido Popular, con la organización radical como con el Partido Socialista. Al final, Batasuna será o no será ilegalizada; pero, sea cual sea el resultado final de toda esta historia, lo que sí ocurrirá es que el PSOE habrá sido sometido a un zarandeo político y mediático que lo dejará, si nadie lo remedia, hecho unos zorros. Al menos desde 1993 (con la ruptura del consenso sobre la reinserción) el PP viene especializándose en la construcción de marcadores democráticos, de hitos o mojones políticos que supuestamente actuarían como delimitadores de la comunidad democrática. Con el fin de protegerse de las consecuencias del pluralismo de las sociedades modernas, las instituciones religiosas más tradicionalistas recurren a la constitución de 'barreras del precepto' que diferencien a los auténticos practicantes de su entorno profano. Esta misma estrategia está siendo utilizada hoy por el PP para delimitar a su gusto el territorio democrático, fuera del cual no hay salvación. Territorio democrático que a su vez estaría subdividido en dos áreas: el centro, libre de contradicciones y ambigüedades, habitado por aquellos que no se arrugan; y la periferia, una zona gris y porosa en la que las filtraciones de la equidistancia y la incoherencia producen personas y organizaciones que a la hora de la verdad 'se arrugan un poco' (Aznar dixit). La cuestión de la ilegalización de Batasuna se ha convertido en uno de estos hitos, en una barrera del precepto destinada a diferenciar, más allá de los mecanismos institucionalizados de regulación jurídica, la auténtica comunidad democrática del resto de la sociedad.
En las próximas semanas, los dirigentes socialistas (no sólo ellos) van a verse sometidos a una auténtica vivisección política con el fin de comprobar si son o no demócratas de raza. Y tal como se están desenvolviendo los acontecimientos, todo indica que el diagnóstico ya está hecho, faltando sólo la firma del presidente.
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