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Reportaje:

¿Obra de arte o pornografía?

Polémica por una película que muestra la vida sexual de varias parejas francesas

'La impía y volteriana Francia del amor libre' era, para la España devota de Fernando VII, la patria de todos los desórdenes. El cineasta Daniel Karlin ha querido rodar un filme sobre ese país de licenciosos a principios del siglo XXI y ha escogido el sexo -él dice el 'amor'- para analizar 'el lugar de la modernidad hoy', es decir, y siempre según Karlin, la entrepierna, 'el único terreno en el que Francia no retrocede'.

La película Et si on parlait d'amour? (¿Y si hablásemos de amor?) ha generado una vez más una polémica sobre los límites de lo que se puede decir, sobre lo que debe permanecer en la intimidad y lo que merece ser contado o sabido. Para algunos, Karlin ha hecho 'una obra pornográfica y nauseabunda', mientras que para otros 'ha sido capaz de abordar sin tabúes el mundo del deseo'. En la pantalla, cuatro historias, las de tres parejas y una soltera, que hablan abiertamente de sus preferencias sexuales y no temen dejarse filmar cuando las ponen en práctica.

Los que fornican delante del objetivo no son actores, sino personas con kilos de más o pechos caídos

Lo más interesante de la cinta de Karlin está ahí, en que los tipos que fornican delante del objetivo de su cámara, en pareja, trío o multitud, no son actores de cine pornográfico, sino personas con algunos kilos de más, con michelines, con una edad en la que uno o una ya no acostumbra a dejarse fotografiar en paños menores, y menos aún sin ellos, en la que los pechos ya sólo resisten a la ley de la gravedad a base de cirugía, o en que las proezas de Casanova ya sólo son recuerdo.

Bernard y Violette, el matrimonio entre el viejo maestro y la enfermera, convierten todos los sábados por la noche el salón familiar en lugar de encuentro de parejas en cueros. La suya es la misma fiebre que debió apoderarse de Travolta en su día, sólo que sin discoteca: bastan unos catres y la mesa del comedor para que los cuerpos se entrelacen y se muevan a un ritmo próximo al propuesto por la música disco.

'He querido realizar cuatro retratos de personas representativas de la evolución del mundo', dice Daniel Karlin. En Le Monde cuestionan esa 'representatividad' porque se les antoja que es 'una muestra sociológica no válida'. Sin duda, pero tampoco lo era el relato reciente y por escrito de las proezas amatorias de la crítica de arte Catherine Millet -o los inventarios del marqués de Sade, claro-, sin que eso les privase de interés.

Karlin cree que el sexo puede ser el espejo del alma. Y de ahí que establezca una relación entre el hecho de que Violette no conociese a su padre y su buena disposición a prestarse ahora a satisfacer los fantasmas del hombre al que ama, o que explique el frenesí ninfomaníaco de Cathy por el hecho de haber vivido el trauma de una adolescencia obesa, es decir, de no haber conocido el deseo en la mirada del otro hasta después de los veinte años.

Sin duda las explicaciones son buenas, pero no explican nada o lo explican todo, es decir, o siguen sin resolver el enigma de la irreductible individualidad de los comportamientos o caen en la generalización pseudocientífica.

El muestrario de Karlin se completa con un matrimonio treintañero que tiene por norma no cerrar nunca la puerta a aventura alguna, por breve que sea, y sobre todo contársela con detalle a su media naranja; y el de otra pareja víctima de una enfermedad degenerativa que ha insensibilizado sus miembros inferiores y se ve obligada a vivir su sexualidad de manera distinta. 'Pornografía psicológica' es la categoría dentro de la que ha sido clasificada Et si on parlait d'amour? por el diario Libération, que estima que Karlin 'desvalija la interioridad de sus testimonios sin aportar nada a cambio'.

Ese reproche se le hubiera podido formular hace ya tiempo. Karlin no es un recién llegado en el campo del documental, aunque hasta ahora su trabajo nunca había salido de la pequeña pantalla. Hace apenas dos años realizó un impresionante documental sobre un profesor pedófilo que, desde la cárcel, ya condenado, aceptó contar y contarse. El profesor se avergonzaba de sí mismo, por primera vez comprendía que había causado un daño irreparable a sus jóvenes víctimas. El filme era un acto de expiación. En el caso de Et si on parlait d'amour? no hay lugar para ella y el espectador sólo puede recordar la vieja pregunta de Groucho Marx: '¿Por qué lo llaman amor cuando quiere decir sexo?'.

Una escena de la película francesa <i>Et si on parlait d&#39;amour?</i>
Una escena de la película francesa Et si on parlait d'amour?MIGUEL GENER

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