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Reportaje:

El oro negro inunda Guinea Ecuatorial

La antigua colonia española tuvo en 2001 un crecimiento récord del 72,5% gracias al petróleo, pero la bonanza apenas se reparte

'Hay mucho, mucho petróleo en este país', afirmaba a principios de los noventa, con la mirada perdida en el horizonte, un norteamericano sentado en la terraza de un hotel que domina el puerto de Malabo. Ese hombre era Chester Edward Norris, entonces embajador de EE UU en Guinea Ecuatorial, que a finales de esa misma década regresó a Malabo al frente de una compañía petrolera, Walter International.

Poco antes de que Norris hiciese ese pronóstico, Hispanoil, la precedesora de Repsol, tiraba la toalla tras 10 años de inútiles prospecciones en la plataforma marítima y continental de Guinea. Mejor equipados o más afortunados, los estadounidenses encontraron crudo allí donde estuvieron los españoles.

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El oro negro brotó en 1996. Hoy día, entre Exxon Mobil y Triton extraen 210.000 barriles diarios -la previsión es de 500.000 en 2004-, a los que hay que añadir otros 40.000 de metanol y gas líquido que obtiene CMS Energy. Guinea es ya el tercer productor de crudo del África subsahariana. Dentro de dos años, la extracción será de más de un barril al día por habitante, una proporción que sólo ha conseguido Kuwait.

El crecimiento de la economía guineana ha sido espectacular. Su PIB aumentó un 72,5% en el 2001 y aunque este año apenas rebasará el 30%, batirá de nuevo el récord mundial, según el Banco de Estado de África Central. La renta per cápita subió de los 373 dólares en 1994 a 3.900 el año pasado. El petróleo ha causado una 'súbita mejora de los indicadores económicos, pero no ha tenido impacto alguno en los tristes indicadores sociales', señala el Banco Mundial.

'Todo el mundo habla hoy de la suerte que tiene Guinea, pero parece que nadie se preocupa de averiguar la suerte de la gran mayoría de los guineanos que sólo oyen hablar, sin llegar nunca a verlo, del dinero que genera el petróleo', afirma Casimiro Edu, empleado de una empresa agrícola. 'Lo único palpable que ve la población es la proliferación de maquinaria americana'.

Hay otros síntomas ostensibles del súbito enriquecimiento. 'La cara externa de la ciudad está cambiando', señala Juan, un hombre de negocios español que viaja con frecuencia a Malabo, 'con la aparición de nuevos edificios con fachadas de cristal, de nuevas tiendas y, sobre todo, de los primeros atascos -en una ciudad de 60.000 habitantes- con muchos y potentes todoterrenos conducidos por los nuevos ricos'.

'Ahora bien', matiza, 'paralelamente los suburbios están peor porque ha llegado inmigración de Bata, Camerún o Gabón, en busca de las migajas del petróleo, y sus escasas infraestructuras no han mejorado. Hay más niños que se bañan en las mismas aguas fecales'.

Detrás de su mostrador al aire libre, repleto de bebidas alcohólicas españolas, cervezas camerunesas y perfumes baratos de Costa de Marfil, Pablo Aseko resalta que 'el país está conociendo grandes transformaciones'. 'No tengo problemas. Antes sí tenía muchos para vender ciertas mercancias. Ahora todo tiene fácil salida' en el mercaco central de Malabo.

'Es verdad que se han abierto nuevas oportunidades para los que tienen algo que ofrecer', reconoce Agustín Velloso, profesor de la universidad a distancia, 'pero dado el bajo nivel educativo y que para acceder a muchos puestos hay que demostrar lealtad al régimen, son pocos los que logran sacar tajada'.

'Hablemos con franqueza, todo eso del petróleo que se cuenta por allí concierne sólo a un grupo de personas y los guineanos sabemos quiénes de verdad manejan y disfrutan los dineros del petróleo', asegura Tomás Menejal, un pescador. 'Mientras se habla del petróleo, mi familia y yo seguimos viviendo de esto', concluye, enseñando con la mano dos cubos con pequeñas sardinas recién sacadas de su cayuco en la playa de arena negra de Coll Water.

'Con esa forma de repartir el dinero a la gente cercana al poder, se están creando dos países dentro de uno: el de los ricos y el de los pobres', afirma Adela, vendedora de pescado a la brasa en una céntrica acera de Malabo que prefiere no dar su apellido.

Con su lenguaje comedido, la última delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que visitó Guinea, hace seis meses, le daba razón a Adela. Urgía al presidente Teodoro Obiang Nguema a que 'priorizase el gasto en educación, sanidad e infraestructura'. Le instaba, además, a 'sentar las bases de un amplio crecimiento interno y de reducción de la pobreza'.

'No se trata de regalar el dinero del petróleo a la población', enfatizó Obiang en un discurso, porque 'cada uno tiene que trabajar para ganárselo'. Reelegido en 1996 con el 98% de los sufragios, el presidente proyecta solicitar un nuevo mandato en 2003.

'Lo que quiere decir Obiang', replica Manuel, un funcionario destituido por su afiliación a un partido de oposición radical, 'es que todo aquel que no está con él no tiene derecho a nada'. 'La corrupción', enlaza otro funcionario que pide que se omita su nombre, 'sigue siendo una asignatura pendiente de los sucesivos gobiernos y la situación se ha puesto más fea ahora que hay dinero a montones'.

De nuevo, el FMI respalda veladamente la acusación. 'La gestión de los contratos petroleros carece de transparecencia', reza su último informe. 'Los ingresos petroleros del Estado son abonados en cuentas del Tesoro en el extranjero. Además, importantes gastos extrapresupuestarios han sido financiados desde 1996 con adelantos sobre los ingresos petroleros'.

Muy desfavorables en origen, los contratos petroleros han sido renegociados el año pasado para incrementar el porcentaje que las compañías revierten a Guinea. 'Hay mucha inestabilidad en el mundo y cuanto más diversificado esté nuestro suministro de petróleo, mejor irán las cosas', declaraba Jim Musselman, presidente de la petrolera Triton, al semanario norteamericano The Nation. 'Este país es estable y su presidente está intentando sinceramente mejorar las cosas'.

La apuesta de EE UU por Guinea obedece ante todo a su empeño por reducir su dependencia energética del Golfo Pérsico. El 15% del crudo importado por EE UU viene de África Occidental y Washington desea incrementarlo hasta un 25% de aquí a 2015.

'A cambio de haber otorgado todas las licencias de explotación a compañías norteamericanas, Obiang espera ahora contrapartidas políticas', señala un diplomático acreditado en Malabo. La primera podría ser la reapertura de la Embajada de EE UU, cerrada en 1996 por el presidente Clinton.

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