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Columna
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Ocurre todo

La conjunción de planetas que se produce estos días en el espacio no plantea menor vistosidad ni menos incertidumbres que la confluencia de acontecimientos que se celebran aquí abajo en Valencia: la cumbre Euromediterránea, el Foro de la Valldigna, las protestas de la biodiversa antiglobalización, el partido del Valencia CF contra el Depor y varios eventos no menos convulsivos, entre ellos las primarias socialistas. Quizá nunca habían ocurrido tantas cosas en Valencia de forma simultánea; no al menos con tanta intensidad, con tanto alboroto urbano ni curiosidad ajena. Sin embargo, el partido entre los hombres que entrenan Benítez e Irureta, con la Liga en juego, es quizá lo que más acapara el interés indígena, y bien está que sea así, si es que es así. A cada uno lo suyo: al fin y al cabo, lo otro sólo es una coyuntura. Todo lo decisiva e influyente que se quiera, pero tan itinerante que no se sabe dónde hunde su raíz. Aunque esa condensación de acontecimientos también estimula todas las contradicciones de Valencia. La ciudad tampoco supo resolver en su día los retos que le planteaba la existencia de diversas culturas y religiones. Siendo judíos y musulmanes de gran utilidad social y económica, ni siquiera pareció interesarle que se quedaran. Del mismo modo que ahora muestra su reticente indiferencia ante el regreso de estos últimos como inmigrantes legales o ilegales. Por otra parte, esta ciudad nació como una plataforma import/export de Roma, su centro neurálgico ha sido la plaza del Mercado, su símbolo es la Lonja y sus actividades principales dependen en gran parte de los mercados y la compleja red económica que ha crecido a su alrededor, por lo que le cuesta entender la avalancha de piedras y contenedores ardiendo que acompaña al apocalíptico José Bové y a quienes se oponen a que el mundo sea un mercado. No ignora que el mercado fue lo que obligó a los pueblos que se desconocían a relajar su ansiedad y a relacionarse, incluso a admirarse, pero siente en sus venas toda la furia del anticlericalismo y una excitación deletérea que sólo ha logrado sublimar en las Fallas. Y esa perplejidad acaso sólo la calme la victoria del Valencia CF.

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