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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un diálogo perfecto

Dos organizaciones de conciertos se han puesto de acuerdo para traer los conciertos de violín de Mozart, en manos de Anne-Sophie Mutter, y la Sinfonía concertante en mi bemol, en la que a la gran violinista se unió el violista ruso Yuri Bashmet. Con ellos, la Camerata Salzburgo, con lo que bajo la advocación de Mozart, 'genio sobrenatural', como decía Severo Ochoa, la mítica ciudad 'donde la música no puede morir' (D'Ors) se apoderó de Madrid: primer éxito de Ibermúsica y Juventudes Musicales, de Aijón y Falabella.

La suma supone una sutil y sentimental elegía a Salzburgo, con la magia de este Mozart de los conciertos violinísticos, compuestos en 1775. Anne-Sophie Mutter es una violinista inconmensurable y una música creativa que sella con rasgos propios cuanto interpreta. Su sonoridad es de una belleza transparente y una fluencia vital extraordinaria y a la hora de cantar -y Mozart canta siempre- se produce con amplio aliento, aireada continuidad y ese algo inexplicable que signa a los elegidos. La conmoción del público que abarrotó el Auditorio el domingo y lunes nos dice mucho sobre la eternidad del arte mozartiano, y en el caso de la Sinfonía (1779) profundiza en soluciones de grandeza, casi diría monumentalidad, pese a la parvedad de la información instrumental.

Ciclos Ibermúsica y Juventudes Musicales

Anne-Sophie Mutter, violinista-directora; Yuri Bashmet, violista. Camerata de Salzburgo. Auditorio Nacional, Madrid, 14 y 15 de abril.

El diálogo entre la Mutter y Bashmet era una continua lección. Desde el sonido aparecía un contraste que unificaba -sin servilismo de una a otra parte- las voces dispares desde la más idónea conjunción: la de lo perfecto. Perfección pide siempre la obra de Mozart y cuando se le sirve en tan alto grado responde con una suerte de metafórica gratitud que empuja toda la audiencia. Su constante aclamación y su emocionado y largo aplauso tenían sus razones y acusaban cómo había ingresado en las memorias una experiencia artística inolvidable.

Una vez más asaltaba nuestro ánimo la poética consolación de Luis Cernuda: siempre nos quedará Mozart.

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