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Entrevista:PABLO MOTOS | TROTAMUNDOS

El hotel de las mil y una estrellas del Sáhara

Parece que su viaje al Sáhara hace dos años fue algo accidentado.

Un poco. Primero nos robaron en Marraquech. Después no teníamos dónde dormir y acabamos en un hotel cutre. Al abrir la puerta de la habitación el suelo estaba negro y se movía.

¿Algún animal reptante no incluido en la factura?

Una cosa son diez cucarachas. Otra mil, y otra diez mil. Pues había medio millón. Pero tuvimos que dormir allí esa noche...

¿Y a la mañana siguiente?

Emprendimos camino hacia el desierto. Yo con mi coche, comprado justo antes del viaje. Y como no me fiaba de los guías, decidimos aventurarnos solos. Nos advirtieron de que no lo hiciéramos, que en el desierto no hay mapas, ni carreteras, ni nada. Al poco de salir, el coche se nos hundía en la arena...

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Así que se tragó el orgullo y contrató al guía.

Sí. Nos llevó al desierto negro, un lugar llano y de piedras, y nos invitó a escuchar el silencio

Descríbaselo a un urbanita.

Primero notas una especie de vacío. Luego escuchas tu respiración, y hasta el mínimo roce de un dedo con otro. En un momento dejas de oírte y te pasa algo casi místico. Sientes que formas parte del universo. Es como un orgasmo que dura mucho, del que te despiertas con una euforia tremenda.

Una motivación imprescindible para aguantar los cinco días de viajes hasta el oasis.

Claro. Fuimos en camello, y en el programa ponía que esa noche dormiríamos en el hotel de las mil y una estrellas. O sea, al raso. Cuando desperté tenía junto a mí un escorpión que me miraba. Los tuaregs se rieron de mi pánico, porque al parecer era una especie inofensiva.

Espero que el viaje no le deparara más emociones trepidantes.

Uff, pues sí. Se escaparon los camellos y tuvimos que hacer parte del camino andando. Una experiencia inolvidable que todos deberíamos vivir.

Es usted mi héroe, como el hombre Camel del anuncio de publicidad.

Sí, un hombre Camel de 'todo a cien'.

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