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La gala de 'Operación triunfo' lleva a cientos de familias al Sant Jordi

Cerca de 20.000 personas siguen el primero de los tres conciertos del programa televisivo

A las 20.30 horas comenzó el delirio alimentado durante meses en el comedor de casa, frente al televisor. Por fin estaban allí las figuritas que cantaban dentro del aparato, ahora hechas carne y hueso. Esa realidad tuvo su primera encarnación ayer, en un Sant Jordi lleno de familias en el que se celebró la primera de las tres galas que bajo el reclamo de Operación triunfo lo llenarán de gritos y suspiros también hoy y mañana.

Durante cerca de dos horas y media todo fue maravilloso y colorista, estimulante, esperanzador y divertido. Felicidad a 21 euros (3.494 pesetas). Tanto, lo fue tanto, que no se sabía quién se sentía más superado y feliz por los acontecimientos, si los 16 académicos o las cerca de 20.000 personas que siguieron sus evoluciones. Los primeros debían de pellizcarse. Ellos, ex currantes, ciudadanos anónimos, estaban ahora en el mismo escenario que han pisado Peter Gabriel, Eric Clapton, Madonna y los U-2. Por su parte, las casi 20.000 personas podían pensar en su emoción que los que anoche cantaban tenían mucho más que ver con ellos que Clapton o Bono. Por eso dio igual que Alejandro destruyese una canción de Santana, que Álex arrasase el Pisando fuerte o que Naim redujese a escombros On Broadway, y que en general todos los intérpretes pensasen que gritar es sinónimo de buen cantante. La celebración no iba por esos derroteros.

La celebración comenzó sexy y picantona, con el Lady marmalade de Patty Labelle y esa frase tan afortunada: 'Voulez-vous coucher avec moi?', que respondieron en un griterío infernal unas 20.000 voces que parecían haber guardado lo mejor de su registro en espera de responder tal pregunta. En escena había sólo chicas; por cierto, alguna con muchas nociones sobre contoneo de posaderas, y todas se movían y sonreían como si pensasen que toda esa gloria que disfrutaban se les iba a escurrir entre los dedos antes de que llegase el siguiente estribillo. Luego salieron ellos, los académicos varones, y se liaron a gritar un tema de Maná, Corazón espinado, cosa que produjo un redoble de agudos que ya parecían surgir de algún recóndito rincón en el que hasta entonces habían permanecido guardados. No había para menos ya que la ocasión precisaba de los fans los mejores tonos, una entrega que incluso manifestaron con un griterío brutal destinado a los profesores de la academia y a los propios padres de Rosa, que paseaban anonadados por las gradas antes del inicio del espectáculo.

Por cierto, quizá para que las diferencias entre la salita de estar de casa y el Sant Jordi fuesen mínimas, el escenario dispuesto en el recinto recreaba el plató de televisión donde los 16 académicos han pasado del anonimato a la popularidad exhibiendo las limitaciones y anhelos que nos hacen a todos personas. Eso sí, en aquel escenario dio la sensación de que los músicos tocaban, al contrario de la burda figuración que interpretaban en el plató televisivo. La verdad es que sólo faltaron los cortes de publicidad y Carlos Lozano para que aquello recrease con perfección el entorno familiar. Con sus atuendos oscuros, el bueno de Carlos hubiese logrado además unas presentaciones menos, digamos, fisiológicas que las que ante su ausencia fueron realizando los intérpretes a medida que cedían el testigo al siguiente: 'La chica más bonita de España', decía un académico; 'tiene unos abdominales increíbles', decía otro, 'es una gran, gran mujer', apuntillaba otro refiriéndose a Rosa, 'la Rosa de España', dijo. En fin, un buen rollo total.

A todo esto, el buen rollo ya había comenzado hacía horas; desde el mediodía, en el que la organización hubo de poner vallas antipánico en algunos puntos del perímetro del Sant Jordi para evitar que el público abatiese las vallas normales en pos de la sonrisa de un académico. Éstos llegaron a la una de la tarde al Sant Jordi. Comieron lomo, berenjenas y ensalada, se vieron con los ganadores de algunos concursos radiofónicos y ensayaron el Paraules d'amor, tema que luego, ya en la gala, interpretarían. Entretanto, se iba acercando público al local, público de todas las edades: madres que iban con sus hijas de 35 años, padres que por una vez llevaban el coche lleno; en realidad, todos los coches iban llenos, con novios que iban con su novia y sobrinos... en fin, un concierto familiar en el sentido estricto del término. Era la primera vez que muchos de ellos acudían al Sant Jordi, se extrañaban de que la reventa existiese y quisiese vender entradas a 60 euros, y se citaban con amigos o familiares por medio del móvil. Lo único que trastocaba tanta felicidad fue la incomprensible prohibición de introducir bocadillos en el recinto, pues tal como comentó una sexagenaria que ya había estado en el Sant Jordi para ver a Julio y Enrique Iglesias y a Gloria Stefan: 'Que no se preocupen, que no estoy dispuesta a tirar al escenario este bocadillo de jamón serrano que ahora me tengo que comer sin hambre'. Igual que ella y sorprendidas por la medida, decenas de personas deglutían sin apetito unos bocadillos que la organización consideró armas arrojadizas.

Y ya por fin, para que nada faltase en esa galería de personas cercanas y normales, un individuo frente a la entrada principal sostenía un cartel que decía: 'Arrepentíos y creed en Jesús el Mesías... actualmente entre nosotros de incógnito. Se acerca el final'. Al ser preguntado por si podía estar encarnado en Manu Tenorio, respondió: 'No, le conocería. Él se me reveló hace siete años, cuando estuvo en Barcelona, pero puedo asegurarle que todos esos chicos lo representan de alguna manera'.

Ambiente previo al concierto de Operación Triunfo, ayer en el Palau Sant Jordi.
Ambiente previo al concierto de Operación Triunfo, ayer en el Palau Sant Jordi.Tejederas

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