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Entrevista:ROLAND BERGER | CONSULTOR DE EMPRESAS

'En Alemania nos va demasiado bien como para hacer reformas'

'El Gobierno debe superar la inflexibilidad laboral y una excesiva regulación'

Interlocutor regular tanto del canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, como de su contrincante conservador en las elecciones del 22 de septiembre, Edmund Stoiber, el consultor de empresas Roland Berger es uno de los personajes más influyentes de la economía alemana. Fundada en 1967 y con más de 1.600 empleados, su empresa, Roland Berger Strategy Consultants, es la mayor consultora de origen europeo, con una facturación de 511 millones de euros el año pasado. Berger, quien comenzó su carrera empresarial con el negocio de lavanderías, tiene 65 años.

Pregunta. Los lamentos sobre la falta de competitividad de la economía alemana son permanentes. Quizás se pueda comenzar desde otro ángulo. ¿Cuáles son las ventajas de Alemania?

'Tenemos que decidir si queremos una economía moderna, con mayor bienestar, o si optamos por el empobrecimiento'
'Aquí la Bolsa se ha derrumbado antes de que la 'nueva economía' alcanzara solidez y posibilidades de supervivencia'
'El paro estructural crece constantemente y eso no se solucionará si se obliga a pagar a los empleados hasta la quiebra de la empresa'

Respuesta. Somos el mayor mercado en Europa; todavía somos muy ricos; en términos generales, disponemos de una fuerza laboral excelentemente formada, y la mayoría de nuestras empresas cuenta con una gestión de primera categoría, al menos no peor que la de las compañías estadounidenses, japonesas, francesas o británicas. También nuestra infraestructura está bien desarrollada en comparación con la de otros países. Además, creo que en Alemania se ha logrado una buena mezcla entre libertad y orden.

P. ¿Y cuáles son, entonces, las quejas más frecuentes que escucha de sus clientes?

R. La de la inflexibilidad del mercado de trabajo, que no corresponde a las actuales condiciones de una sociedad de servicio basada en el conocimiento, sino más bien a relaciones laborales como existían en la época de Henry Ford. Esto está relacionado con el poder de los sindicatos, no siempre ejercido con un sentido de la responsabilidad económica. También se suele lamentar una tendencia a la regulación excesiva.

P. ¿No cree usted que una continuada flexibilización también acarrea tensiones sociales?

R. Creo que tenemos que decidirnos si queremos tener una economía moderna, con el consiguiente mayor bienestar, o si, en términos generales, optamos por el empobrecimiento. En la actualidad experimentamos un dramático cambio estructural desde la clásica sociedad industrial hacia una sociedad moderna de servicios, basada en la alta tecnología y el conocimiento, que al mismo tiempo conlleva un fuerte crecimiento del sector de servicios personales y que, por fuerza propia, genera un gran bienestar. Si queremos renunciar a este bienestar, desde luego podemos mantener aquellas prescripciones que cimentan el statu quo.

P. ¿Y Alemania ya se ha decidido?

R. Alemania, como siempre, intenta avanzar por un camino intermedio, lo que, sin embargo, resulta insostenible. Si la economía alemana hubiese crecido tanto como la estadounidense en los últimos años, cada alemán, desde la empleada de servicio hasta el canciller, dispondría de 4.500 euros adicionales al año, en lo que se refiere al producto interior bruto (PIB) per cápita. En la última década, nuestra cuota en el mercado mundial ha disminuido del 12,5% al 9,6%; en el caso de los estadounidenses, la tendencia ha sido inversa. Y, además, tenemos un desempleo estructural que crece constantemente. Éste es el verdadero conflicto social, que no se va a poder solucionar si se obliga a las empresas a pagar a sus empleados hasta la misma quiebra. Esto sólo se puede cambiar con un crecimiento de la economía.

P. Pero, ¿por qué le cuesta tanto a Alemania reformarse?

R. En primer lugar, porque somos relativamente pudientes. Gracias a la economía social de mercado, el bienestar en Alemania se distribuye de una manera más equilibrada que en otros países. Sencillamente, nos va demasiado bien como para renunciar a este estado de cosas con la esperanza de que nos vaya aún mejor. En segundo lugar, por motivos histórico-culturales, somos extremadamente creyentes en el Estado, es decir, nos gusta que el Estado regule nuestros asuntos. Tercero, la realidad constitucional no permite gobiernos fuertes.

Además, en Alemania se ha generado un tipo de político profesional, que se pasa la vida haciendo carrera política en su partido, sin acumular experiencias en otros ámbitos de la vida. Por ello, son escasas las personalidades políticas valientes y visionarias, dispuestas a imponer algo, aun en contra de resistencias.

P. ¿Diría que el canciller Schröder es un visionario?

R. Schröder más bien es un pragmático. Es cierto que tiene ideas de qué es lo que ha de cambiar en Alemania y que ha impulsado reformas sustanciales. La reforma fiscal y la de las pensiones, al igual que la nueva ley de ciudadanía, fueron pasos importantes y necesarios. Schröder sabe la dirección en la cual hay que avanzar, pero también conoce a sus electores, y por ello, en el último año, ha comenzado a dar marcha atrás para asegurar su alianza con los sindicatos.

P. En el este de Alemania hay grandes problemas estructurales. ¿Alguna propuesta?

R. Lo que la antigua República Democrática Alemana no ha logrado en estos diez años es desarrollar una infraestructura industrial y económica que se sostenga por sus propios medios. Sólo hay un camino: la creación de estructuras económicas con perspectivas de futuro, a manera de nodos, como también los tenemos en el oeste, donde Colonia es un centro de los medios de comunicación; Múnich, de la industria informática, y Heidelberg, de la biotecnología. De esta manera, por ejemplo, podríamos desarrollar a Dresde como un centro de microelectrónica.

P. ¿Hay un potencial suficiente de innovadoras empresas de la nueva economía para sostener este cambio?

R. Debo decir que hemos tenido mala suerte. Aquí la Bolsa se ha derrumbado antes de que la nueva economía alcanzara suficiente solidez y posibilidades de supervivencia. En los Estados Unidos, las empresas tuvieron siete u ocho años para financiarse a través de una Bolsa en alza, mientras que aquí sólo fueron dos o tres. En la actualidad, los incentivos para independizarse en la nueva economía son más bien pocos, pero todavía hay mucha gente joven dispuesta a hacerlo.

P. Schröder rescató a la constructora Holzmann, pero no ha intervenido en esta ocasión. ¿Un proceso de aprendizaje?

R. Probablemente volvería a hacer lo mismo si ve la posibilidad de un rescate a su juicio económicamente necesario y políticamente atractivo. Tanto él, como Stoiber son políticos que consideran que es una de las tareas del Estado ayudar a las empresas en crisis, siempre y cuando éstas tengan un tamaño crítico o sean significativas para la economía, o cuando resulte oportuno por razones de táctica política.

P. Últimamente, Schröder defiende en Bruselas las particularidades industriales de Alemania. ¿Por qué?

R. Por un lado, creo que esto tiene que ver con la campaña electoral. El tema de la seguridad de los puestos de trabajo industriales juega un papel decisivo en la campaña. Schröder quiere dar a entender a los alemanes que él se esfuerza por mantener la industria alemana. Por el otro, lo que critica a nivel europeo, a mi juicio, carece de fundamento, porque nosotros debemos mucho a las políticas de liberalización, apertura de mercado y privatización impulsadas por Bruselas. A nivel nacional, esto nunca lo hubiéramos logrado. No obstante, creo que Schröder ha actuado bien en el caso de la directiva sobre las ofertas públicas de adquisición. No conozco a ningún país en el mundo en el que una empresa no se pueda defender en contra de una adquisición.

P. ¿Cuál de los dos candidatos a canciller es más capaz en cuestiones económicas?

R. Tanto desde el punto de vista de la política económica como desde el de la política exterior, ambos son equiparables. También en lo que se refiere a sus capacidades de mando e imposición. El canciller, sin embargo, tiene la ventaja de ya haber desempeñado el cargo durante cuatro años. Schröder y Stoiber cultivan distintos estilos de trabajo y personifican sistemas de valores diversos. Stoiber está muy arraigado en una visión cristiana y conservadora del mundo. Schröder, en cambio, demuestra un componente social muy marcado en su escala personal de valores. Stoiber, por último, es menos dependiente de los sindicatos. Podría impulsar más reformas, si los partidos a los que representa, la Unión Social Cristiana (CSU) y la Unión Cristiana Democrática (CDU), tuviesen menos afinidades con el Estado de bienestar.

Roland Berger critica la estrechez de miras de la clase política alemana.
Roland Berger critica la estrechez de miras de la clase política alemana.

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