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Reportaje:

La captura de Amadou

Un conductor atropella a un vendedor de discos piratas cuando huía de la policía

El juego siempre es el mismo: por una esquina de la plaza, de uniforme pero sin las gorras que delatarían su presencia, dos o tres parejas de policías municipales intentan coger por sorpresa a los inmigrantes que venden su mercancía, mayormente copias piratas de la música de moda. Más listos que el hambre, o precisamente por eso, los inmigrantes suelen percatarse a tiempo y se escabullen rápidamente con sus compact-disc a cuestas. Otras veces, los agentes ganan la partida y entonces se incautan del género y ponen una multa al vendedor. El lunes, sin ir más lejos, un policía atrapó a Amadou Balde, de 30 años, un inmigrante de Sierra Leona recién llegado a España.

Fue en la plaza de Manuel Becerra, frente a una franquicia de café donde Amadou suele ponerse junto a su compatriota Abdulai Sow. Aquel día les quitaron todo lo que tenían, unos 50 compactos que pretendían vender a tres euros la unidad: una mitad para ellos y la otra para su proveedor, un tipo de Bangladesh con fama de malas pulgas.

'De pronto, aquel coche pequeño se saltó el semáforo y se lo llevó por delante'
'¿Cómo va a poder pagar ahora su deuda con el tipo de Bangladesh?'

Sólo así se entiende que ayer, a eso de las tres de la tarde, cuando Amadou Balde vio llegar de nuevo a la plaza a un patrullero de la policía, ni siquiera se lo pensó una vez. Recogió del suelo sus discos, los metió en una sábana blanca y salió de estampida. El policía rubio que iba en el asiento del copiloto se echó abajo sin esperar siquiera a que su compañero parase el vehículo y salió a la captura de Amadou. El africano alcanzó la esquina de la calle de Alcalá justo cuando 'el muñequito del semáforo se acababa de poner en verde y ya había dos o tres personas pasando', según dijeron después ante la policía Gema, Marisa, Ana y Roberto, que en ese momento también estaban cruzando y que se quedaron helados cuando vieron lo que pasó. 'El muchacho venía corriendo', explicó Gema, 'y de pronto apareció aquel coche pequeño -un Smart de color azul-. Se saltó el semáforo y se lo llevó por delante. A mí no me pilló de milagro'. El choque fue brutal. Amadou Balde salió despedido 10 metros. La policía pudo reconstruir la trayectoria que siguió por los discos de música esparcidos por el asfalto.

Los primeros en llegar al lugar fueron el policía rubio y Abdulai Sow, que se echó las manos a la cabeza. Amadou, con la frente y la cintura ensangrentadas, gritaba de dolor y lloraba. Enseguida llegó una ambulancia del Samur y se formó un gran corrillo de curiosos. Gema, Marisa, Ana y Roberto, los testigos presenciales, que hasta entonces no se conocían de nada, estuvieron a punto de irse en cuanto vieron que el africano estaba siendo atendido y que sus compatriotas, aunque asustados, seguían la escena desde tercera o cuarta fila, sin llamar la atención, no fuera a ser que la policía retomara la batida. Pero algo les hizo quedarse. Fue la actitud del conductor del vehículo, un hombre joven que, en vez de preocuparse por el herido, empezó a hacer gestos de fastidio, a llamar por el móvil y a amenazar a los testigos. 'Tú no has visto nada, eh', le dijo a uno de ellos, 'que me he quedado con tu cara'.

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Dice Sow que siempre es así. 'Hay gente', explicaba ayer el africano de Sierra Leona mientras su amigo era atendido en la ambulancia, 'que se pone en contra de nosotros por ser negros, que nos pisa los CD y que aplaude a la policía cuando nos detiene. Y también hay otra gente que nos intenta ayudar. El lunes, cuando nos quitaron la mercancía, un vecino que lo vio todo bajó y nos dio 10 euros para que al menos pudiéramos pagar el material. Tampoco todos los policías son iguales. Hay unos que hacen como que nos persiguen y luego nos dejan ir o nos quitan sólo la mitad de la mercancía. Pero hay otros...'.

A Amadou se lo llevaron al hospital Gregorio Marañón. Cuando, a las cinco de la tarde, Abdulai Sow consiguió verlo, su amigo aún se quejaba de dolor. Una pesa de dos kilos le colgaba de la pierna izquierda y en su brazo derecho tenía inyectado un bote de suero y otro de calmantes. Un médico residente le explicó a Abdulai que su compatriota tenía la cadera rota y un fuerte golpe en el abdomen, que aún debería permanecer dos o tres semanas en el hospital y que todavía pasarían tres meses más hasta que pudiera apoyar las piernas en el suelo. Hasta entonces tendrá que andar con muletas. Abdulai, que hoy viajará a Sevilla para recoger su permiso de residencia, intentaba calmar a Amadou, pero después, lejos de su vista, se derrumbaba: 'Es una tragedia. ¿Cómo va a poder pagar su deuda con el tipo de Bangladesh? ¿Cómo va a huir de la policía con dos muletas?'.

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