Amantes de lo ajeno

Soy una estudiante mexicana que está haciendo el doctorado en la UCM. Dicen en México que vivimos en una de las ciudades más inseguras, que no se puede andar tranquilo por la calle y que hay que tener siempre mucho cuidado. Es verdad, dicen los medios, aunque a mí nunca me han asaltado ni me han robado el bolso. Por eso y otras razones decidí venir a Madrid. Qué pena, ya no es lo que era.

Como tantas personas en esta ciudad, que seguro se sienten igual de impotentes que yo, he sido víctima de ladrones de bolsos; me tocó ayer en la terraza del Café Gijón. Fue en una fracción de segundo: me puse las gafas de sol, metí el estuche en el bolso y al pagar la cuenta y levantarnos ya no había tal. Lo que más rabia me da es que llevaba ahí 15 días de arduo trabajo en la Biblioteca Nacional de Madrid y que hoy esa libreta de apuntes reposa en algún arbusto, debajo de un coche o, si hay suerte, dentro de una papelera. La ironía es que no llevaba ni un euro, pero sí una foto de mi madre, una de mi esposo, el celular que no les sirve, pues lo bloqueé, y los carnets de la Biblioteca Nacional y de la biblioteca de la Complutense.

Todo es recuperable menos la rabia y la impotencia de saber que hoy por la tarde, a la hora de la comida, volverán dos tipos a ver qué bolso roban en la terraza del Gijón. ¿A qué orilla la globalización y la política neoliberal? ¿Realmente España va bien? Los amantes de lo ajeno se lo pueden responder.