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Crónica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las esperadas verónicas de Cepeda

La segunda corrida de toros en la temporada venteña, en fecha taurina tan señalada como el domingo de Resurrección, no abundó en casta, emociones y bravura por parte de los astados que salieron al albero, y sí en blanduras y toros devueltos. Así como en varios avisos que los clarines tuvieron a bien enviar a los toreros, que en general no supieron medir las faenas y no siempre acertaron con las lidia adecuada.

Hubo detalles de capote y muleta, voluntad y temple a trechos. O sea, lo de cualquier tarde de toros normal y apañada, en la llamada piel ibérica. Aunque con la diferencia importante de que estábamos en Las Ventas y no se regaló ninguna oreja, que a seguro hubieran caído en otros cosos. Para bien y para mal, el de la calle de Alcalá es quien pone las reglas. Estamos en la cátedra. En donde alumnos, profesores interinos, oyentes y despitados dicen su copla que todo el mundo escucha. Incluido el torero.

Millares / Cepeda, Dávila, Millán

Toros de Manuel Ángel Millares, desigualmente presentados, flojos y de juego irregular; 1º y 6º devueltos por inválidos; 1º sobrero de Criado Holgado, noble y blando, y 2º del mismo hierro, manso. Fernando Cepeda: estocada contraria y dos descabellos (silencio); pinchazo soltando, estocada trasera -aviso- y se echa el toro (silencio). Dávila Miura: metisaca y estocada trasera (silencio); estocada tendida -aviso- y descabello (ovación). Jesús Millán: pinchazo soltando, media estocada -aviso- y descabello (ovación); media estocada delantera y atravesada -aviso- y descabello (silencio). Plaza de las Ventas, 31 de marzo. Dos tercios de entrada.

Fernando Cepeda, en su primero, estuvo intranscendente con capote, muleta y espada. El toro no le ofreció demasiadas oportunidades y el torero de Gines, llegado el tercio de muerte, en cuanto observó que había poca embestida y menos bravura, se fue por la espada, tras haber ejecutado unos doblones al principio del trasteo, precavidos y distantes. Pero en su segundo, Cepeda nos sorprendió muy agradablemente con unas verónicas de saludo, de buen arte y sustancial juego de brazos, abrochadas con una media de bella factura y sabor.

El toro sobrero de Criado Holgado era noble, y tenía un buen pitón derecho y las fuerzas justas, para aguantar tres muletazos ligados y el de pecho obligado. Y Cepeda nos brindó en el útlimo tercio unos pases que prendieron a veces en los tendidos, aunque sin hilvanar, por mor de la blandura del toro. Fueron dispersos y aromáticos y quedaron flotando en el nirvana de las obras sin conclusión. Sueños de una tarde que se hubiera querido gloriosa.

Davila Miura se las tuvo que ingeniar para cuidar a un inválido total, su primero, al que ni faena de enfermero pudo aplicar, tal era el escándalo sin fuerzas de toro que el usía tuvo a mal dejar sobre el albero, para vergüenza del respetable, al que por tal no se le tuvo ni en un gramo de consideración.

Ovación

Dejó sin picar Dávila Miura a su segundo, que en el caballo fue manso y remolón. Y luego se dobló bien con Mandarín, colorado de capa, para hacerse con la situación y realizar una faena de muleta por los dos pitones larga y que por instantes caló en los tendidos. Series de derechazos y naturales, en donde destacaron los de la izquierda, al estar el torero más cruzado y rematar el muletazo por debajo de la pala del pitón. Con unos enganchones finales que, amén del exceso en el tiempo de la faena, le procuraron una ovación que le supo a poco.

Jesús Millán se mostró valiente y decidido en su primero, ante un toro que en los primeros muletazos por el pitón derecho le avisó con un tornillazo de no buenas intenciones. Aplicó una faena entonces de firmeza, zapatillas plantadas en la arena, y cercanias comprometidas cuando el recorrido del toro fue remitiendo. Tuvo que lidiar el segundo sobrero de Criado Holgado, y el bravo espada buscó las vueltas al manso, sin alcanzar resultados favorables, aunque probó distancias, terrenos y pases de muleta de variado corte e intensidad.

Una tarde de avisos, dulzuras en el sol que doraba las tejas del techo venteño, y lances sueltos de sabor y melodía. Una corrida normal, otra de tantas. Así es, sí así os complace, y si no a exigir, cada día de toros. Lo mejor fue la entrada aceptable y que huele a feria, que se apróxima paso a paso. Y esas verónicas del siempre esperado Fernado Cepeda.

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