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Crónica
Texto informativo con interpretación

Inquietante fracaso de España

Sólo la actuación de Valerón en la segunda parte se salva de la pésima impresión general ante Holanda

Santiago Segurola

Camacho tiene sus viejas preocupaciones y algunas añadidas, por lo que se vio en el mediocre partido de la selección en Rotterdam. España recibió un gol en un saque de córner, como es de ley desde hace bastante tiempo. No hay manera de solucionar el problema, pero más sospechoso resultó el decepcionante juego del equipo, que hace agua por varios lugares. En medio de un aluvión de malas noticias, sólo quedó para la memoria el juego de Valerón, cada vez más en figura. Si algo quedó claro en Rotterdam es que se hace necesario un cambio de sistema para liberar y blindar a Raúl, Valerón y Tristán. De ellos dependerá la suerte de España en el Mundial. Por ahora, no hay más donde elegir.

HOLANDA 1| ESPAÑA 0

Holanda: Van der Sar (Waterreus, m. 46); Reiziger, Frank de Boer, Stam (Ooijer, m. 46), Numan (Paauwe, m. 71); Makkay (Ricksen, m. 85) Cocu, Van Bommel (Landzat, m. 65), Overmars (Sikora, m. 68).; Kluivert y Hasselbaink. España: Cañizares; Puyol, Hierro (César, m. 46), Nadal (Curro Torres, m. 77), Juanfran; Helguera (Valerón, m. 46), Sergio; Joaquín (Tiko, m. 46), Raúl (Capi, m. 46) De Pedro (Vicente, m. 68); y Morientes (Tristán, m. 46). Gol: 1-0. M. 32. Córner que saca Overmars desde el lado derecho del ataque, Frank de Boer salta en el primer palo anticipándose a Puyol, cabecea picado y Cañizares, bajo los palos, no puede sacar la pelota. Árbitro: Karl-Erik Nilsson (Suecia). Amonestó a Puyol y Joaquín. Unos 20.000 espectadores en el estadio De Kuip de Rotterdam. Penúltimo amistoso de España antes de acudir al Mundial.

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El equipo emitió malas señales en el primer tiempo, especialmente en algunos puestos discutidos desde hace algún tiempo. Por ejemplo, parece que a Joaquín le llega el Mundial demasiado pronto. A Morientes, demasiado tarde. Su actuación fue preocupante porque confirmó punto por punto las carencias que ha evidenciado en el Madrid durante los últimos meses. Peleado con el balón, con la rigidez de los futbolistas comidos por la tensión, Morientes atraviesa una crisis demasiado profunda. Ni tan siquiera está para lo obvio, aprovechar los rechaces, empujar la pelota, taparse con el oficio de los goleadores. Cuando se le exigió esa prueba, tampoco la pasó. Ocurrió en el arranque del encuentro, después de una hermosa diagonal de Joaquín, cuyo remate fue rechazado de mala manera por Van der Saar. El balón quedó suelto en el área, con el portero en el suelo, pero Morientes llegó tarde y golpeó mal. Desde ese momento fue dominado sin contemplaciones por Stam, implacable por alto.

En el debate sobre delanteros, Morientes salió perdedor frente a Tristán, asociado a Valerón en la segunda parte. No hizo nada especial, pero dejó los detalles que se le escapan ahora mismo a Morientes: la posibilidad de generar una jugada por su cuenta, el arte de tirar paredes, de regatear a alguien. Y claro, nadie salió más refrendado que Valerón, autor de las pocas cosas interesantes que se vieron en el partido. Lo hizo en la posición de Raúl, en la misma que ocupa en el Deportivo, lo que obliga a pensar en una variación del sistema táctico de la selección. A la vista de lo que sucede en el equipo, parece más lógico confiar en Tristán, Valerón y Raúl que en cualquier otra cosa. Probablemente haya que protegerlos, como ha insinuado Camacho, con un blindaje defensivo que les permita dedicarse a lo que saben: jugar, y hacerlo muy bien. Si eso significa descontar a los extremos, no parece cosa grave, a la vista de lo que pueden ofrecer Vicente y Joaquín.

España decepcionó en las dos partes, y especialmente en la primera. Allí estaban la mayoría de los presuntos titulares y no se puede decir que dieran algún brillo al encuentro. Para eso estuvo Kluivert, que dio un curso en tres o cuatro acciones por detrás de Hasselbaink. En realidad fue el Kluivert de toda la vida: brillante en los conceptos y ofuscado frente a la portería. Allí se le apagan las luces, especialmente porque golpea muy mal a la pelota. Por lo demás, Holanda no jugó ni bien, ni mal, sino todo lo contrario. Está en fase de transición hacia no se sabe dónde: a la grandeza o la miseria. Así es la historia de una selección que cuenta con jugadores de primer orden, perfectamente desaprovechados la mayoría de las veces.

El partido lo resolvieron los holandeses donde más le duele a Camacho, en el saque de un córner. El hombre avisa, pero no hay manera de evitar esta clase de goles. Esta vez cabeceó Frank de Boer, que se impuso en el salto a Puyol y marcó el tanto de la victoria. Antes y después del gol, a España sólo se le vio en el dinamismo de Sergio y en la autoridad de Hierro, todavía con una distancia sideral sobre el resto de los centrales españoles. Luego entró Valerón y ofreció la única nota agradable esperanza en una noche de desesperanza. Con sencillez, inteligencia y habilidad, dejó por el camino los detalles de los jugadores especiales. Lo más interesante de su actuación fue la autoridad de su juego, el grado de confianza en sus posibilidades que por fin ha alcanzado. Posibilidades enormes. ¿Pero dónde? Ahí, en la media punta, sin otra responsabilidad que inventar. Si eso choca con la presencia de Raúl, habrá que arreglar una alineación donde figuren los dos con su máximo potencial. Y eso es muy probable que ocurra con la variante francesa: con la columna de tres centrocampistas laboriosos y los tres del arte buscándose la vida por su cuenta.

Fernando Hierro y Jimmy Hasselbaink pugnan por el balón.
Fernando Hierro y Jimmy Hasselbaink pugnan por el balón.EPA

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