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Columna
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La casita de guirlache

La victoria de Patxi López en el congreso extraordinario del PSE-EE obligará a los socialistas vascos -quiéranlo o no- a salir del burladero de la ambigüedad calculada y formular en términos prácticos su política de alianzas, en teoría equidistante del PP y del PNV. Las exhortaciones intimidatorias lanzadas por el secretario general de organización del PSOE -muñidor del Congreso con la ayuda bajo cuerda de Ramón Jaúregui- a la integración forzosa de triunfadores y derrotados llevan la marca de fábrica de José Blanco, eficaz estratega del reciente batacazo electoral de los socialistas en su Galicia natal. Si los perdedores del 35º Congreso del PSOE (Bono, Díaz y Fernández) ni siquiera fueron invitados a compartir el poder con Zapatero, ¿cómo pretenden imponer ahora la integración obligatoria a los demás?

Según el nuevo secretario general del PSE-EE, las dificultades para llegar a un acuerdo con Totorika se deben a los recelos, las desconfianzas y las heridas del periodo congresual, promovidos en buena medida -dicho sea de paso- por los influyentes sectores de la Ejecutiva Federal y de la vieja guardia del PSOE que aprovecharon la frustración del 13-M para ajustar cuentas con Redondo y predicar la rencorosa doctrina según la cual el enemigo principal de los socialistas vascos es el PP y no la previa alianza entre los nacionalismos radical y moderado para emprender el camino de la independencia de Euskal Herria. En cualquier caso, la decisión de Totorika de no entrar en la Ejecutiva es una decisión política prudente. De aquí a las elecciones municipales y forales de 2003, el nuevo secretario general del PSE-EE deberá demostrar en los hechos la viabilidad de su línea política, basada supuestamente sobre una escrupulosa equidistancia entre el PNV y el PP; López necesitará las habilidades circenses de Pinito del Oro para mantener ese imposible equilibrio. Si la Ejecutiva del PSE-EE se cayera del trapecio, Totorika podría recoger sus restos.

López sostiene que los socialistas no se proponen abandonar a su suerte a los populares en el País Vasco ni tampoco pactar con el PNV. Sin embargo, la ruptura anteayer del pacto PSOE-PP en el Ayuntamiento de San Sebastián, provocada de forma unilateral por el alcalde Odón Elorza, es un torpedo contra la línea de flotación de los entendimientos entre los dos únicos partidos vascos defensores de la Constitución y el Estatuto. Por encima de las diferencias ideológicas y políticas que separan a populares y socialistas en el resto de España, y más allá de la obscena manipulación de la crisis del PSE-EE realizada por portavoces oficiales y mediáticos del Gobierno, los atentados de ETA contra los concejales y militantes vascos de ambos partidos continúan siendo la justificación moral y democrática del Pacto Antiterrorista, que considera 'un requisito imprescindible' para alcanzar 'cualquier acuerdo político o pacto institucional' con el nacionalismo moderado 'la ruptura del Pacto de Estella y el abandono de sus organismos'. López parece olvidar o ignorar que el pacto secreto suscrito por PNV y EA con ETA en el verano de 1998, refrendado semanas después públicamente en Estella por todas las familias del nacionalismo moderado y radical, llevaría de manera irremisible a la exclusión de los vascos no nacionalistas de las instituciones públicas en una futura Euskal Herria soberana, unificada e independiente en la que sólo los nacionalistas serían ciudadanos de pleno derecho.

Al igual que Hansel y Gretel fueron arrastrados hasta el corazón del bosque por la bruja con el pretexto de enseñarles su casita de guirlache, los socialistas vascos parecen obnubilados con la oferta del PNV de hacerles un hueco subordinado en las administraciones autonómica, foral y municipal. La condición exigida por los nacionalistas a los realquilados socialistas sería que abandonasen a su suerte a los 325.000 votantes vascos del PP. Si los socialistas aceptasen esa propuesta indigna, los votantes se lo harían pagar caro: no sólo al PSE-EE de López en las municipales y forales de 2003 sino también al PSOE de Zapatero en las generales de 2004.

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