Las dudas retrasaron el plan doce meses

El proyecto Galileo no ha tenido un parto fácil. Los problemas financieros y la fuerte presión política de EE UU en contra han provocado que el lanzamiento del sistema se haya retrasado más de un año.

Pero la perseverancia de la Comisión Europea, y en concreto de Loyola de Palacio, en sacar adelante el sistema va a permitir a la UE seguir montada en el tren tecnológico y acortar la brecha en investigación y desarrollo (I+D) con EE UU.

La iniciativa de lanzar al espacio una constelación de satélites que permitiera a la UE competir con EE UU se presentó en un momento políticamente muy delicado. Las primeras discusiones que mantuvieron los ministros de Transporte y de Economía para decidir si se aventuraban o no en un proyecto tecnológico de tal envergadura coincidieron con la urgencia de buscar dinero para hacer frente a la crisis de las vacas locas. Los 1.100 millones de euros necesarios para financiar el desarrollo inicial del sistema sonaban a demasiado dinero en el invierno de 2000, lo que llevó a Reino Unido, Alemania, Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia a oponerse al proyecto.

Se encargó un estudio de viabilidad y, tras un año con el proyecto empantanado, se presentaron unas cifras favorables. Los gobiernos que plantearon en el pasado sus mayores reticencias empezaron a mostrar los primeros síntomas de cambio. Y justo en ese momento, desde EE UU se lanzó una dura campaña contra el sistema europeo de navegación global por satélite que tenía como objetivo minar su utilidad, su viabilidad y denunciar serios problemas técnicos y de interferencias con las operaciones militares que desarrollaba la OTAN con el GPS. La UE no se dejó intimidar por la presión de la Administración de Bush ni del Pentágono. Alemania anunció a pocas semanas de la cumbre de Barcelona que apoyaba el proyecto. Se le sumó Holanda, y luego, el Reino Unido. En el Consejo de Transportes de ayer se consiguió que todos los países aprobaran el proyecto.